Por: Emilio Gutiérrez Yance
Corría el mes de julio del año 2017, los patrulleros adscritos a la Estación de Policías de Villanueva, al norte de Bolívar, Ángel Castillo y Víctor Sánchez, hacían su ronda nocturna como patrulla de vigilancia cuando de repente recibieron un llamado de auxilio por la vía telefónica.
Eran ya las dos de la madrugada, al otro lado de la línea una mujer lloraba angustiada y con voz entrecortada dijo que su esposo se había desaparecido a la entrada del corregimiento de Zipacoa, Bolívar.
Los patrulleros de inmediato atendieron el llamado y al llegar se percataron que una bella mujer venía a su encuentro, su cabello era brillante y largo, “pese a su esbelta figura daba la impresión que solo mi compañero y yo la veíamos”, dijo Sánchez, cinco años después y aun tembloroso tratando de contar lo que pasaría después.
La misteriosa mujer llevaba un vestido blanco, su rostro lo cubría con un pañuelo secando sus lágrimas. Los patrulleros coincidieron en decir que algo no estaba bien. ¿Quién era aquella mujer? ¿De dónde venía en medio de aquella madrugada? ¿Era de la vida alegre? …Algo extraño e increíble estaba por pasar…Narran los agentes que cuando la mujer llegó hasta la patrulla no dijo ni una sola palabra, abrió la puerta y se subió en la parte de atrás.
“Mi compañero se apresuró a encender el vehículo, no sin antes decirle Dios y Patria, buenos días, ¿en qué le podemos ayudarle? La angustiada mujer dijo llévenme a “La plaza”, un barrio ubicado en el corazón de aquel corregimiento que años atrás estuvo marcado por la violencia paramilitar que dejó a su paso muchos muertos.
“Allí se extravió mi esposo”, sin decir nada más y como queriendo poner punto final a cualquier otra pregunta o comentario, volteó su rostro hacia una de las ventanas del vehículo y quedó inmóvil, cuentan los dos uniformados que atendieron aquel caso.
“Yo intenté en un par de ocasiones romper el hielo haciendo comentarios como: -esto por acá es muy solo y oscuro, que hace una mujer tan hermosa a estas horas de la madrugada, le pueden hacer un daño”, pero el silencio era absoluto y un extraño frio se estaba apoderando de la patrulla. Para entonces los dos patrulleros no se imaginaban el desenlace de aquella llamada pidiendo auxilio.
“Hablar con aquella mujer sumida en sus pensamientos era como hablar con uno mismo, de vez en cuando la miraba por el retrovisor de la camioneta y ahí estaba como una estatua sin decir una sola palabra. Empezaba a incomodarme aquella situación”, cuenta Sánchez.
En medio de un camino solitario cuando ya faltaban solo unos metros para llegar al barrio La Plaza el patrullero volvió a preguntar: ¿Dónde fue que sucedió el caso?
En ese momento, una camioneta comenzó a pitar insistentemente, “nosotros nos distrajimos porque pensábamos que quizás los ocupantes del vehículo nos querían decir algo, ya que la trocha estaba sola y nada impedía que nos sobrepasaran, nos hicimos a un lado y aquel vehículo pasó a toda velocidad como alma que lleva el diablo”.
El patrullero Sánchez volteó la cabeza para hacer la misma pregunta, pero la extraña mujer ya no estaba, literalmente se desvaneció en el aire, y un miedo comenzó a invadirlos. Sánchez aterrorizado se salió de la vía y terminó estrellado contra unos árboles. “Fueron como 60 largos segundos de absoluto silencio entre mi compañero y yo, no entendíamos que había pasado”.
“A lo lejos se escucharon voces de campesinos que venían a ayudarnos, en medio de la confusión nosotros buscamos afanosamente a la mujer, pero no había nadie y una sensación de terror invadió mi cuerpo y estallé en llanto buscando a esa mujer que al parecer era un espíritu”.
Cuentan los agentes que lograron con la ayuda de los campesinos sacar el vehículo y de regreso a la Estación de Policías nuevamente una llamada entra al celular, era la voz de una mujer anciana, “ella nos contó que aquella aparición ya la habían visto en otros pueblos y que era la figura de una mujer muerta que sufría porque habían dejado plantada en el altar y juro vengarse de los hombres.
La anciana dijo que, “ahí donde están esos barrios hoy, era la finca del papá y ahí se iba a celebrar la boda. Cuando le destrozaron el corazón, ella corrió, salió del lugar para alejarse para siempre de todo y de todos, con tan mala suerte que un carro que pasaba la atropelló y la mató en el acto. Ahora dicen que anda buscando el camino a la boda, pero antes debe hallar al novio que la dejó plantada”.
Los uniformados nunca olvidaran aquella madrugada en que fueron engañados por el alma de una mujer que no descansa en paz.