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Por: Orlando Díaz
“De qué vale la vida si cuando se tiene parece muerta. La vida es para vivirla, para sentirla, para vibrarla. Eso justifica nuestro paso por la Tierra.“ — Jaime Pardo Leal
Hace treinta y cinco años, el 11 de octubre de 1987, se produjo un magnicidio que impactó al país judicial. Jaime Pardo Leal regresaba de Villeta (Cundinamarca) a su vivienda en Bogotá. A los asesinos no les importó desplegar su accionar frente a su esposa, Gloria Flórez y de sus tres pequeños hijos. El momento histórico que vivía el país era muy convulsionado. El gran pecado del jurista de izquierda fue denunciar el escabroso plan de exterminio que se estaba perpetrando contra los ciudadanos simpatizantes de la UP y que responsabilizaba al Estado colombiano.
Era hijo de unos humildes campesinos de Ubaque, quienes le enseñaron a Jaime virtudes como la honradez, la tenacidad, la verticalidad y la humildad, nunca abandonó esas convicciones. Estudió en la Universidad Nacional, brillando por su cálida sencillez. Su título de abogado, lo obtuvo con una tesis titulada “la clase obrera ante el derecho social”. Luego, con lujos de competencia, se incorporó como catedrático de tal claustro universitario. Pardo Leal es sinónimo de lealtad y humanismo. Una vez finalizada sus clases, invitaba a dos de los educandos a almorzar en su casa. Les decía: “levanten las manos y vámonos”. Ese ejercicio, de alguna manera, le permitía recordar las afujías que pasó cuando era estudiante. Mientras cursaba su carrera, se desempeñó como citador o notificador de un juzgado, hasta convertirse en magistrado del Tribunal Superior de Bogotá, donde por su imagen y liderazgo, no resultó reelegido.
Su talante de hombre comprometido con causas humanistas quedó evidenciado, pues forjó y fue directivo del Sindicato de Funcionarios y Empleados de la Rama Judicial “ASONAL” y se caracterizó por ser un férreo luchador, defendiendo a capa y espada los principios de asociación, negociación y huelga. Su imagen es un símbolo de los judiciales y los Directivos Sindicales de la Justicia siempre lo recuerdan.
Los caminos que recorrió se iluminaban por la estela de brillantez y alegría que dejaba a su paso. Esas cualidades las reafirmó cuando se lanzó como candidato presidencial por la Unión Patriótica, movimiento político surgido de los acuerdos de la Uribe, con la Farc. En esta jornada electoral tuvo un respaldo del 6% del total de los votos (unos 350.000.). Esas elecciones las ganó Virgilio Barco.
Desde luego que a la clase hegemónica del país, no le gustó esta incursión. Entonces se desató una feroz agresión contra los derechos humanos y un macabro genocidio aún impune y que le costó la vida a un millar de miembros del partido UP. Se tiene noticia de algunos pocos autores materiales, sicarios pagados por paramilitares, y mientras tanto, los determinadores continúan en la sombra.
La responsabilidad por ese magnicidio siempre se le ha atribuido a los narcotraficantes y a las elites regionales, con el apoyo de algunos militares, paramilitares y políticos, que vieron amenazado su statu quo. También murieron en esos hechos importantes líderes de izquierda: Bernardo Jaramillo Ossa y Manuel Cepeda (único senador de la UP para la época). Todos nos dejaron una historia que contar y un camino que seguir.
El tiempo pasó y hoy, con el ascenso del presidente Petro en el gobierno y de unas nuevas fuerzas políticas en el Congreso, la violencia va quedando atrás. El pasado 9 de octubre, el congreso aprobó un proyecto ley que propone ampliar el uso de herramientas para la paz, pero además, se están haciendo nuevos implementaciones al acuerdo de paz, firmado por el gobierno y la extinta FARC. A su vez, existen acercamientos con el ELN.
Este último grupo, considerado una organización ilegal, de carácter político, tiene la posibilidad de entablar diálogos en temas relevantes, impulsados por estas nuevas clases dirigentes y que exige la participación de todos los ciudadanos. No podemos permitir que Colombia siga convertida en un campo de guerra, bañado de sangre perteneciente a los hermanos y temiendo un naufragio. Es muy positivo que algunas entidades como “Fedegan” consolide acuerdos con el gobierno para la compra de tierras y así poder impulsar una verdadera reforma agraria que impulse el bienestar de un amplio sector de la población. El pasado 7 de agosto la izquierda ganó la presidencia y la vicepresidencia, pero no se ganó el poder. El cambio está en construcción, pero entre todos y no podemos perder de vista la existencia de muchas fuerzas agazapadas y oscuras que se resisten a las nuevas formas de gobernar.