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Por: José David Name
Todo parece indicar que para este año se avecina un fenómeno de El Niño sin precedentes. Las características que se presumen, tendría, el próximo evento climático son altamente preocupantes, de manera que, a nivel mundial, se han encendido las alarmas y advertencias, sobre la necesidad de estar preparados para la probable llegada de eventos meteorológicos intensos.
Las alertas sobre la posibilidad de enfrentar un próximo fenómeno El Niño, con extremas consecuencias, se respaldan en el brusco aumento de la temperatura de los océanos, que ha registrado recientemente cifras récord, que preocupan a los expertos científicos. De acuerdo con el Servicio Meteorológico de Estados Unidos (NWS, por sus siglas en inglés) hay un 62% de probabilidades de que este fenómeno se desarrolle entre mayo y julio de este año, con un 40% las probabilidades de que sea un Niño «fuerte».
Entre los efectos negativos que causa El Niño se encuentran las alteraciones climáticas, que ocasionan fuertes sequías; el aumento de incendios forestales, así como también los riesgos de huracanes. Ante este panorama, y teniendo en cuenta que tendremos eventos meteorológicos extremos, con un periodo altamente caluroso, no registrado anteriormente, es de suma urgencia empezar implementar acciones preventivas que ayuden a disminuir los impactos ante una probable llegada del fenómeno natural.
La falta de lluvias y el incremento de las temperaturas impactan en mayor medida a las poblaciones más vulnerables, que padecen por la escasez de agua y la inseguridad alimentaria. La desoladora situación por falta de agua que han mantenido a departamentos como La Guajira en una crisis humanitaria sistémica relacionada con la pobreza extrema y los problemas de salud y nutrición, se vería exacerbada ante un fenómeno de El Niño extremo. Una situación que hay que evitar a toda costa.
Anticiparnos a los efectos ambientales y socioeconómicos que tendrían estos eventos meteorológicos extremos en el país, es necesario para evitar mayores dificultades. No olvidemos que en el último fenómeno de El Niño que vivimos a finales del 2015 e inicios de 2016, el sector eléctrico se vio enfrentado a múltiples retos, que dejaron en evidencia la necesidad de diversificar la matriz energética con fuentes de energías limpias.
Si bien el Gobierno ha anunciado algunas medidas en las que trabaja para enfrentar la eventual llegada de El Niño en el segundo semestre del año, es urgente que se coloquen manos a la obra para agilizar la entrada de proyectos de energías renovables, así como su conexión al sistema. Los retrasos que han presentado los proyectos de energías limpias nos hacen más vulnerables ante El Niño. No podemos volver a vivir los efectos desastrosos del Fenómeno y del cambio climático, que nos dejan a merced de sectores que aprovechan estos eventos para volver el agua un factor de desmedida riqueza, con el incremento de las tarifas de los servicios públicos.
Preparar a todos los sectores, entre ellos los más expuestos ante la sequía, como el agrícola, el pesquero y el energético, es clave para disminuir los efectos de dicho acontecimiento. Si acudimos a medidas preventivas y establecemos planes tempranos, podremos minimizar el impacto de El Niño en el país.