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Ese vallenato es mío…

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Por: Freddy Machado

“…ahora siento que en el aire van flotando los cantares de Escalona y de Molina…”

-Romanza/Rosendo Romero-

Muchos de los juglares, fundadores del vallenato, fueron asaltados en su buena fe por terceros inescrupulosos, los que se apoderaban de sus creaciones, usufructuando el prestigio ajeno. Se trató de una práctica vergonzosa, en la que primó el ánimo de lucro y las ansias de ganar un reconocimiento que correspondía a otros.

El origen campesino del vallenato y en especial, cierta negativa (resistencia social) a reconocer la originalidad de los primeros exponentes, por parte de los estratos altos de la sociedad, facilitó ese ejercicio indebido.

Y quizás por ello, a sabiendas de la problemática -o por el prestigio que genera una mención-, muchos cantautores solucionaron ese impasse y optaron por auto nombrarse en sus canciones o les agregaron un toque personal a manera de “marca registrada” de sus creaciones.

Una vez el vallenato alzó vuelo, era necesario crear un mito y es entonces cuando aparece Francisco El Hombre. En Cien Años de Soledad, Gabo lo describe y lo hace universal: “Francisco El Hombre era un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco El Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la Ciénaga, de modo que, si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio”.

Lo definitivo es que entre los conocedores del vallenato, existen muchas disputas, y aún sigue vigente el debate, sobre la verdadera identidad de este personaje. El asunto es tan relevante, que muchos de los primeros acordeoneros que llevan por nombre Francisco, se les atribuye el calificativo de: El Hombre.

Iniciaremos el tema de las menciones -las marcas registradas-, citando al viejo Emiliano Zuleta, por ser el autor de una canción que es reconocida más allá de nuestras fronteras y en la que nombra y descalifica a su archirrival, al que llama despectivamente como “moralito” y evidencia su ánimo pendenciero. Es el canto de La Gota Fría y en ella Zuleta nos dice:

“En mis notas soy extenso
a mi nadie me corrige
para cantar con Lorenzo
Mañana sábado día de la virgen”

En la canción Gallo Viejo, Zuleta Baquero sí se auto menciona, recreando un ambiente de piqueria con un pariente. Se confirma que son los duelos musicales, la mejor fuente de inspiración para Zuleta…

“ay, estaba Maximiliano y José Bolívar en la parranda/
aplaudiendo a Toño Salas y demeritando al pobre Emiliano”

Y, el gran Leandro Díaz, en la canción Matilde Lina, ese imponderable homenaje a la mujer, nos fascina con la lucidez de su relato y al margen, es capaz de hacer una anotación -precisión necesaria- sobre cuál es la mejor manera de blindar la autoría de una canción, así se adviertan aproximaciones o encuentros con otros creadores. Es una ayuda didáctica de una simpleza elocuente que nos gusta mucho a los seguidores del vallenato clásico…

“Este paseo es de Leandro Díaz (bis)
pero parece de Emilianito,
tiene los versos muy chiquititos
y recogidos de melodía
Tiene una nota muy recogida
que no parece hecho mío”.

En Alejo Durán, también reconocemos al genio y la figura. La canción Altos del Rosario nos narra la partida de Duran y la tristeza infinita de los pobladores que lo habían adoptado “literalmente” en su terruño. Nos imaginamos la romería y la desesperanza de los buenos parranderos, tratando de retener al prodigioso Maestro, y como fondo, para enmarcar la escena, el puerto y la embarcación “Argelia María”…

“Si la fiesta sigue
Durán si no se va
Durán si no se va
Si la fiesta sigue”

Y, mientras que en Cuba, desde comienzos del siglo pasado se siguen preguntando sobre el origen de los cantantes (“mamá yo quiero saber/de dónde son los cantantes…”), en la Guajira Colombiana el dilema quedó resuelto con Carlos Huertas pues muy a pesar de haber nacido en Dibulla (frente al mar caribe), se declaró y se registró como El Cantor de Fonseca…

“Ya me despido soy Carlos Huerta/
Doy mi apellido y nombre de pila/
Yo soy aquel Cantor de Fonseca/
Y soy nativo de la Guajira”

El fantástico e impredecible,Juancho Polo Valencia, tenía por rutina mencionarse en sus canciones, y en su canción más sentida “Alicia Adorada”, lo hace con un dejo triste, reflexivo y muy profundo. Esto dijo don Juan…

“Y solamente a Valencia, ¡ay hombe!
El guayabo le dejó”

Escalona, heredero de los primeros juglares, y con mayores estudios, asumió la importante misión de abanderar e impulsar nuestro folclore, y apersonado de ese rol asimiló muy bien la lección de los fundadores del vallenato. Seguramente, por eso su practicidad a la hora de marcar sus creaciones.

En la Elegía a Jaime Molina, canto que no puede faltar en las mejores antologías de éxitos vallenatos, Escalona se duele ante la partida del pintor Molina, y a manera de rezo, nos dice:

“Ahora me duele que se haya ido
Yo quedé sin Jaime y él sin Rafael”

Y, muy a pesar de que son muchas las canciones donde el maestro se auto nombra, también se le atribuye que “tomaba” las tonadas de otros autores para incorporar letras de su inspiración.

– Esas son cosas de la oposición! -Dirán los políticos.

A mi gusto, el mejor compositor en el ejercicio del culto por auto mencionarse, es el gran Fredy Molina. En amor sensible, se abre paso y marca su territorio…

“Freddy Molina te quiere
Eres mi duda esperanza
Freddy Molina te quiere
Eres mi duda esperanza
Cuando el Guatapurí se crece
Al sentir mi pasión se calma
Cuando el Guatapurí se crece
Al sentir mi pasión se calma”.

El maestro Gustavo Gutiérrez (1940), casi contemporáneo y muy cercano a Fredy Molina (1945/1972), en la canción “confidencias”, empleó la misma fórmula de Molina y desde luego que nadie podría discutir la autoría de ese tema tan conmovedor e íntimo y que ha marcado los momentos de muchas parejas que no han dudado en dedicarlo. Veamos:

“Gustavo Gutiérrez canta
En Valledupar cuando sale el sol
Nada compara ese encanto
Solo tu mirar, divino mi amor”

Y, al cierre de esta indagación ligera e informal sobre los autores clásicos, sus estilos, así como sus “marcas registradas”, recordamos a Armando Zabaleta, un adelantado para su generación en el género de la canción “protesta”, al lado del gran Hernando Marín. En su caso, Zabaleta, nostálgico, se queja ante la irremediable partida del amigo poeta y le hace un homenaje -inolvidable- con el que reconoce la valía de Fredy Molina. Escuchar el canto “No voy a Patillal”, nos sigue impactando y sensibiliza nuestras fibras…

“No voy a Patillal porque me mata la tristeza/
al ver que en ese pueblo fue donde murió un amigo mío/
Era compositor como lo es Zabaleta
y era lo más querido de ese caserío. (bis).

El vallenato clásico, debemos decirlo desde esta orilla -y lo hago con mucho respeto-, se caracterizaba por tener ALAS (Autenticidad, Letras, Añoranzas y Sentimiento). Esa mezcla sabía y sus vasos comunicantes (integral) es la verdadera razón de la magia y del por qué las canciones clásicas perduran en el tiempo.

Ahora bien, no se puede excluir en este inventario a grandes compositores como Luis Enrique Martínez, Camilo Namen, Adolfo Pacheco, Abel Antonio Villa, Calixto Ochoa y el mismo Hernando Marín, pues ellos también disfrutaban citándose en sus canciones. La idea era encontrar y festejar ejemplos de cómo fluye e influye en el brillo y la textura de una canción, la mención del autor o el registro de su impronta como garantía de sus derechos de autor.

En este agosto de 2024, también nos da nostalgia, y añoramos que en vez de drones y otras tecnologías, regresen las tiempos de las cometas. El vallenato ha perdido sus ALAS (su Autenticidad, sus excelentes Letras, sus Añoranza por mejores tiempos y su esencia Sentimental). Lo que sí abunda, en cambio, son las canciones con temas efímeros e insulsos que se agigantan cual río crecido.

Al final, es hora de que los rectores del vallenato empiecen a considerar que así como se multiplican escuelas para aprender a interpretar el acordeón, puedan promoverse espacios en los que los aspirantes a compositores se empapen sobre los autores clásicos y tenga la oportunidad de analizar sus canciones a profundidad. Es necesario que las nuevas generaciones retornen a sus raíces y que ponderen su verdadero valor. Desde luego que la idea no es copiar la fórmula de mencionarse en cada canción sino en darle ALAS a la creatividad y encontrarse en el talento e ingenio de Durán, Gutiérrez, Leandro, Molina, Valencia, Zabaleta y Zuleta.

@UNAMÁS

En Los Tiempos de la Cometa, canción de la autoría de Fredy Molina y que diera a conocer Jorge Oñate a inicios de los años 70’s, Molina tiene un gesto con Gustavo Gutiérrez (“La Sierra titila al oír/ de Gustavo Gutiérrez un son”). ¡Oh sorpresa! Ese saludo es especial, honesto, y futurista. El tiempo le ha dado la razón a Fredy Molina pues el maestro Gutiérrez, desde mucho antes, ha mantenido su excelente calidad poética. El maestro Gustavo Gutiérrez sigue vigente y brilla como la majestad de la Sierra.

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