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La Sagrada Familia de Nazareth

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Por: Rafael Castillo Torres

Celebramos hoy la fiesta cristiana de la familia de Nazaret. Históricamente poco sabemos de la vida familiar de María, José y Jesús. Pero lo que sí sabemos, por los relatos evangélicos de la Infancia, es que en ese hogar convivieron Jesús, con sus padres, María y José que supieron acogerlo con fe y amor. Desde entonces este hogar es nuestro estímulo y modelo de una vida familiar enraizada en el amor y la amistad.

Es la Familia de Nazareth la que inspira el deseo sincero de muchos cristianos de imitarla en sus hogares por ser un referente de armonía y felicidad familiar. Por ello hoy, como es tradición en nuestras parroquias, las familias son acogidas y bendecidas y los esposos renuevan su compromiso matrimonial rodeados de sus hijos.

El Papa San Pablo Sexto, en su visita a Nazareth, y conmovido por todo lo que encierra este gran misterio nos dejó, en la meditación del Oficio de Lectura de hoy, una verdadera joya de nuestra espiritualidad cristiana inspirada en la Escuela de Nazareth: “Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad,’ enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve”.

Mirando nuestras familias hoy, en un contexto que algunos llaman “disfuncional”, no dudamos en reconocer la necesidad que tenemos, en todos los ámbitos, de promover y estimular la autoridad y responsabilidad de los padres, la obediencia de los hijos y la solidaridad familiar, valores sin los cuales fracasa la familia.

Pero sería una equivocación creer que es esto lo único que la familia cristiana tiene que escuchar en el evangelio de Jesús. La familia, y nosotros, tenemos muchas preguntas que hacernos: ¿Cómo están viviendo hoy nuestras familias? ¿cuentan ellas con el mínimo necesario para desarrollar la grandeza del hogar y vivir su intimidad? ¿Están comprometidas con un mundo más humano o están encerradas en sus propios intereses? ¿Nuestros hijos, los educamos para la solidaridad, la paz, la sensibilidad y la compasión hacia los pobres, o por el contrario les estamos enseñando a vivir para que solo tengan cosas y de paso se olviden de los demás? ¿En la casa cuidamos la fe, tenemos presente a Jesús, rezamos juntos, o, tal vez, solo transmitimos indiferencia y vacío de Dios?  ¿Educamos a nuestros hijos en una conciencia moral responsable o favorecemos, en ellos, un estilo de vida superficial, sin criterios, y sin ningún norte?

Quiero invitarlos a que en este día le rindamos homenaje a esos padres de paciencia infinita que saben estar cerca de sus hijos. Los que, llegando a casa cansados, dejan que “el pelao más tremendo” se le cuelgue del cuello. A esas mamás que saben “perder tiempo” jugando con su niño o su niña. Son los padres de grandeza infinita. Grandeza que les viene del saber cuidar a sus hijos. Aunque no lo sepan, ellos están contribuyendo a que nuestra sociedad sea mejor porque a un niño feliz, y a un adolescente valorado y comprendido, siempre les será más fácil ser un día un hombre bueno y una mujer estupenda.

* Sacerdote de la Arquidiócesis de Cartagena

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