Por: Orlando Díaz
Una jornada cultural es un escenario que invita al disfrute, la fiesta y la alegría. Sin embargo, cuando la actividad desvía su propósito cultural, por una intención política, se corre el riesgo de hacer el oso.
Eso mismo le pasó a los miembros de la Escuela de Policía de Tuluá, pues promovieron una jornada cultural que resultó ser una apología al nazismo.
Esa representación cultural implicaba un desafío y una provocación para la sociedad civil. La policía viene dando muestras de un abierto divorcio con los ciudadanos y en especial, con los jóvenes, protagonistas de las protestas de estos últimos años contra el gobierno.
Un reciente reporte de Amnistía Internacional, da a conocer que unos 105 jóvenes fueron impactado en sus ojos por armas del Esmad durante las pasados paros nacionales.
El “tiro les salió por la culata” entonces, porque importantes representantes de las embajadas de Israel y de EEUU, mostraron su molestia. El Embajador Americano, una vez enterado del homenaje a tan oscuro periodo de la historia, expresó: “Estoy consternado y profundamente decepcionado por el uso de símbolos y uniformes nazis en las instituciones de entrenamiento de la policía de Colombia”.
El presidente Duque, a manera de disculpa, recordó que ese nacismo había sido el responsable del holocausto judío que causó más de seis millones de víctimas: “el antisemitismo no tiene cabida en el mundo”
Huele mal y genera mucho desconcierto que desde las academias de policía se propicien festivales con tales propósitos, pues ello reflejan que en la entidad no existe claridad en cuanto a la historia y los verdaderos principios que inspiran una democracia.
Es patético ver la fotografía de un estudiante, haciendo las veces de Hitler. La Alemania Nazi fue una dictadura fascista que propició el holocausto por causa de una ideología racial y persecución contra los judíos.
Se suma a lo anterior que en días pasados el Presidente Duque, había tenido que salir a desautorizar a su ministro de defensa, luego de que afirmara, alegremente, que Irán era enemigo del país. En estos casos, no basta que haya sido retirado de la institución el coronel que tenía bajo su mando la academia, ni que se diga al Ministro de Defensa “zapatero a tus zapatos” dado que las relaciones internacionales no le competen.
Las Escuelas de Policía y la de Tuluá, particularmente, requieren una urgente reforma para posicionar a los miembros de la policía nacional como verdaderos garantes de los derechos humanos y de las prerrogativas fundamentales de los ciudadanos.
Nuestro país requiere más educación y que sea de calidad. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en el año 2018, señaló que solo el 22% de los colombianos tiene título universitario. Es una necesidad del país invertir un mayor rubro en educación y divulgar el contenido de la sentencia C- 578 de 1995, donde se recomienda que una orden que de manera ostensible atente contra los intereses superiores de la sociedad, no puede reclamar válidamente obediencia.
Estos sucesos nos dejan muchas reflexiones y a la pregunta que se hacen muchos necios ¿para qué sirve la historia?, ya tiene una respuesta y es, para no incurrir en osos como el de la Escuela de Policía de Tuluá.