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Cáncer infantil, vidas que se salvan

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En Coosalud EPS hay 551 menores de 18 años que luchan contra esta enfermedad. En honor a estos guerreros, hoy destacamos las historias de Brayan y Tomás, con ocasión del Día Mundial del Cáncer Infantil que se conmemora cada 15 de febrero.

Las historias de Brayan Gómez Mesa y Tomás Suárez Alzate están compuestas de algunos capítulos en los que sus seres queridos sentían que el tiempo jugaba en su contra, pues los abrumaba la incertidumbre de no saber cuánto más podrían permanecer junto a ellos.

Pero, enhorabuena, la aparición de los tratamientos oportunos y adecuados en las vidas de estos pequeños luchadores ayudaron a que la oscuridad del pesimismo se disipara lentamente, para que las sonrisas de Brayan y Tomás volvieran a iluminar sus hogares y, sobre todo, el desconcierto de sus familiares.

Viviana Mesa Gaviria, la madre de Brayan, vivía con su hijo en el municipio de Remedios, jurisdicción del departamento de Antioquia, cuando al niño se le presentaron las primeras manifestaciones de esta patología. Solo tenía 2 años y medio de nacido.

“La enfermedad le empezó con muchas fiebres —recuerda Viviana—. Después le salieron unos brotes en todo el cuerpo. Más tarde, unos moretones, como si se hubiera golpeado. Le salían unas bolitas en el cuello, detrás de las orejas, en las axilas y en las ingles; y, por último, se le hinchaban las articulaciones”.

Tras los primeros indicios, Viviana resolvió llevarlo al hospital de la localidad, donde le informaron que las protuberancias que presentaba en el cuello eran producto de una inflamación de amígdalas, por lo cual lo devolvieron a casa, no sin antes recetarle Acetaminofén.

Sin embargo, el medicamento no logró ninguna mejoría, mientras que la enfermedad sí consiguió que Viviana regresara al hospital varias veces cada vez que al niño se le presentaba una nueva afección, acompañada de dolores intensos que no lo dejaban dormir a ninguna hora.

Tomás Suárez Alzate y Elvia Alzate López (mamá) junto a dos de sus hermanos.

“Creo que fueron como unas diez veces que debí volver al hospital, porque el niño no mejoraba con ninguna receta”, rememora Viviana, quien agrega que, debido a que no se daba con un diagnóstico, los médicos de Remedios decidieron remitirlo a un centro médico del municipio antioqueño de Yolombó, donde le diagnosticaron una aparente faringitis, que recomendaron combatir con un jarabe y más Acetaminofén, debido a que la fiebre no cedía.

En la siguiente ocasión en que la madre y el menor fueron remitidos a Yolombó, los galenos de ese territorio recomendaron el traslado a una clínica de Medellín, donde Coosalud, entidad a la que están afiliados, le consiguió cupo a Viviana en un hogar de paso, ya que no tenía familiares en esa capital.

Al mismo tiempo, el niño fue sometido a varios exámenes profundos, a través de los que se pudo determinar, por fin, que venía padeciendo una leucemia mieloide aguda, que urgía el inicio de un tratamiento con ocho sesiones de quimioterapia, después de las cuales se le aplicó un trasplante de médula ósea.

“Hubo una vez en que perdí las esperanzas de que mi niño se salvara, porque, aparte de que se le cayó el pelo, pasaba vomitando y perdió mucho peso. Pero lo peor fue cuando lo metieron en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), debido a que se le habían llenado los pulmones de líquido y no podía respirar bien. Los médicos tuvieron que hacerle unos orificios por los lados de las costillas. Cuando se mejoró fue cuando pudieron hacerle el trasplante”.

Actualmente, Brayan tiene 7 años y asiste a la escuela primaria en el municipio de Amalfi (Antioquia), al cual su madre debió mudarse para aprovechar una oportunidad laboral.

El caso de Tomás

Desde que nació, Tomás Suárez Alzate se destacó entre sus hermanos por ser el más robusto y, al parecer, el más lleno de vida, según cuenta Elvia Alzate López, su madre, con quien vive en el barrio Villa Fuentes, en Valledupar (Cesar).

Pero en cuanto cumplió los 6 años comenzó a perder peso, característica que los familiares relacionaron con el crecimiento normal de los niños.

“Como yo trabajaba en casa de familia —relata Elvia—, lo dejaba en casa de una hermana. Un día, el niño se cayó en el baño y se golpeó la espalda. Desde ese momento comenzó a sentir dolores en todo el cuerpo, se puso pálido, siguió bajando de peso, casi no comía y no podía caminar solo”.

Ante ese panorama, la madre resolvió llevarlo a un médico, quien, debido a su cuadro clínico, le recetó Naproxeno, para el dolor, y Sulfato ferroso, para reducir la palidez, pero lo malestares se mantuvieron.

“En esos momentos recién se había decretado la cuarentena, por la pandemia. Por eso, me tocaba llamar a los médicos, para que vinieran a reconocerlo en la casa, y encontraron que ya le habían aparecido manchas de sangre en las piernas. Enseguida ordenaron la hospitalización, porque tenía la hemoglobina muy baja”.

Por tales condiciones, el niño debió ser retirado de la escuela, pues no podía continuar sus clases virtuales por dos razones: el equipo celular de Elvia no estaba en buenas condiciones y la señal en el hospital la señal no era óptima.

Entre tanto, el niño recibía transfusiones de sangre, mientras le practicaban rigurosos exámenes que arrojaron que sus padecimientos se debían a un tipo de cáncer en la sangre denominado leucemia linfoblástica aguda, debido al cual debía iniciarse un tratamiento inmediato con quimioterapias.

“Duramos diez días en el hospital, pero el niño no siempre amanecía bien. Unas veces no quería comer, otras veces amanecía triste o rabioso. Cuando pasaron los diez días, me lo llevé para la casa, pero debí regresar al hospital, porque se me resfrió y los médicos creían que había cogido el covid-19, pero lo que tenía era una infección muy fuerte en los pulmones. Por eso lo internaron en la UCI y casi que se me muere”.

Posteriormente, Tomás fue trasladado a una clínica de Barranquilla, donde debieron operarle el pie izquierdo, en vista de que la enfermedad estaba deteriorando uno de los huesos de esa extremidad.

“Con el favor de Dios —dice Elvia—, terminaremos el tratamiento en octubre, pero mi hijo se ve bastante bien. Ya está subiendo de peso, come bastante y recuperó la alegría”.

“El cáncer en niños es otra cosa”: especialista

En cuanto al cáncer en niños, Carlos Calderón, oncólogo clínico del Hospital Internacional de Colombia, institución que forma parte de la red de servicios de Coosalud, dice que los padres pueden detectar síntomas como dolores en los miembros inferiores, en los brazos, alteraciones en los cuadros hemáticos en los niños no convencionales en el contexto de enfermedades a repetición.

“Son características—repite— que pueden llevar a sospechar de algún tipo de neoplasia hematoncológica (asociada al cáncer). Pero la recomendación, frente a síntomas repetidos de un niño, es consultar con el pediatra, quien está en la capacidad de poder sospechar de alguna neoplasia”.

Comenta, además, que enfrentarse a un cáncer es una prueba difícil.

“Se trata de una situación que es muy desgarradora para los padres: se alteran las dinámicas familiares; incluso, en muchos hogares hay conflictos entre los padres, porque el impacto del cáncer en un niño tiene una connotación distinta a la del adulto, pues este último hace consciencia de la enfermedad y se enfrenta con todos los pormenores psicológicos que pueda generar la enfermedad. Pero en un niño las dinámicas son muy diferentes”, sostiene el especialista.

Prosigue explicando que, en los casos de niños con cáncer, los psiconcólogos juegan un papel muy importante, porque en los hogares suelen crearse cercos de silencio, “que no son más que situaciones en las que los familiares no quieren que el enfermo sepa qué es lo que tiene. En los niños pasan cosas muy distintas, porque, dependiendo la edad que tengan, su cerebro tendrá cierta capacidad para recibir esta información. Entonces hay una guía de los psicooncólogos acerca de cómo se debe manejar la información cuando un niño tiene 4 o 7 años, pues no es lo mismo en un niño de 5 años que en un niño de 12 o 13”.

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