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Alvear, el patrullero que cambia vidas en Bolívar

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Por: Emilio Gutiérrez Yance

Libardo José Alvear Navarro desde muy pequeño le atrajo la disciplina, el respeto de los policías frente a los ciudadanos y la representatividad que daba el uniforme verde oliva.

Los años pasaban y la idea seguía fija en aquel muchacho que corría y jugaba beisbol en las polvorientas calles del municipio de San Estanislao de Kostka, Bolívar, donde nació un 25 de abril de 1985. Sin dudarlo un solo instante dice que, “nació para ser policía”.

Su difícil condición económica de aquel entonces no fue impedimento para soñar y el sueño se le hizo realidad. Hoy día con su trabajo y dedicación logra llegar a muchas personas que necesitan ayuda humanitaria y apoyo para salir adelante.

Tiene 37 años, 10 lleva ya en la institución sin un solo rasguño, siempre con la frente en alto y cumpliendo el rol que le asignen. Fue contraguerrilla en sus inicios, de allí pasó a vigilancia y ahora esta como gestor de prevención y educación ciudadana en donde literalmente deja alma, corazón y vida.

Luego de graduarse como policía estuvo en Bogotá prestando servicio, de allí pasó a Soplaviento, Bolívar, a tres minutos en canoa de la tierra que lo vio nacer, finalmente fue trasladado a Magangué donde desarrolla trabajo comunitario hace ya dos años en compañía de líderes comunitarios y funcionarios públicos que tienen el deseo de servir.

A lo largo de estos dos años ha logrado adelantar una serie de campañas educativas encaminadas a la prevención contra el alcoholismo, la drogadicción, la violencia intrafamiliar, embarazos no deseados y todo tipo de riesgo que desvían a los jóvenes y adultos del camino correcto. Para él es gratificante la sonrisa de satisfacción de las personas que reciben ayuda.

A Dios le pide que le de muchos años de vida para ver crecer a su pequeña hija que apenas comienza a conocer el mundo, ella hace parte de su felicidad y motivación para servir a los demás.

“Ahora salgo con miedo por el tema del «plan pistola», he pensado en renunciar cuando veo caer a mis compañeros, pero mi deseo de ayudar es tan fuerte que me olvido de eso. Pido protección a la Virgen del Carmen me doy la bendición y me mando a cumplir con mi deber y misión de ayudar”, dice mientras sostiene en sus brazos a la pequeña Emma Lucía, de tan solo 6 meses de nacida.

Con su trabajo le ha bajado un poco los índices delincuenciales a varias zonas de Magangué que antes estaban azotadas por la inseguridad producto del accionar de pandillas en disputa por el territorio, “estamos unidos trabajando con todas las especialidades y dando resultados; ahora muchos de esos pandilleros tienen un norte y llevan sustento diario a sus familias por la vía legal”, asegura.

En su trabajo con las comunidades lo han marcado varias situaciones, una de ellas encontrar en precarias condiciones a un joven de 20 años con parálisis cerebral, resignado a morir porque nadie le brindaba ayuda, “esto me partió el alma y de inmediato nos pusimos a la tarea de socorrerlo. Estaba en un sector pobre totalmente inundado, acostado prácticamente en media cama y con el agua al cuello, sin alimentos, sin medicina, sin ropa, sin elementos de aseo y prácticamente a la intemperie porque la fuerza del río Cauca se le había llevado media casa. Realmente una situación muy conmovedora”.


Cuenta el patrullero que durante todo el día se dieron a la tarea de buscar ayuda y lograron ubicarlo en un albergue temporal con alimentos, medicina, elementos de aseo, y mejores condiciones.

Otra de sus satisfacciones es haber podido ayudar a una joven drogadicta madre de dos pequeños a salir de ese mundo oscuro que la estaba consumiendo. La joven fue ubicada en un lugar de rehabilitación y hoy la vida le sonríe.

 

Su solidaridad llega también a personas en condición de calle. Su rostro se ilumina cuando recuerda a unos niños de la zona rural asombrados por la proyección de una película que le hizo recordar aquella icónica novela donde el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Asegura que su infancia transcurrió en una familia de carácter fuerte que le ayudaron a forjar su personalidad, un hogar humilde pero con principios y valores que hoy pone en práctica frente a la comunidad. Recuerda también a doña Inés Ruíz, quien le inculcaba en una pequeña escuela del pueblo la importancia de vivir para servir.

Se define como un hombre muy sociable de esos que llega a las casas a sentarse a dialogar con los vecinos mientras disfruta una buena taza de café. “Acá en Magangué la gente me respeta y me quiere, mi costumbre era visitar a los vecinos, sentarme a conversar, pero con esto del plan pistola ya no es seguro hacerlo ni para mí, ni para ellos. Toca estar atento”, advierte acentuando la cabeza en señal de preocupación.

Dice que lo más cerca que ha estado de la muerte fue el 25 de junio de este año cuando uno de sus compañeros al que debía acompañar para patrullar en horas de la noche fue atacado a balas. “Esa noche me dijeron mis superiores que descansara porque ya había trabajado todo el día en el tema de Yesit. Pienso que ayudar a ese joven me salvó la vida”.

En 2019 fue nombrado personaje del año por la Alcaldía de Soplaviento, Bolívar en reconocimiento a su labor social y en Magangué condecorado por el Concejo municipal por su trabajo comunitario. Ya en este punto tiene el sueño de hacer una especialidad y desde ahí seguir sirviéndole a la gente y cambiar vidas.

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