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Por: Freddy Machado
Lo dijo Jean Monnet y su voz se mantiene vigente
“Los hombres pasan y las instituciones quedan”. Sin embargo, como están las cosas, en el actual escenario de la Fiscalía General de la Nación, no va a quedar ni el logo de la “ficha clave” pues la entidad se maneja como un juego de poderes al servicio de intereses personales y ya es hora de ir pensando en una nueva arquitectura del ente acusador.
La última reingeniería la gestionó el Fiscal General Montealegre e incluyó una universidad para su nuevo modelo. Pero, una vez advirtió que las universidades -como la justicia-, son entes autónomos, reconsideró el proyecto. Lo más seguro es que Montealegre se dijo: “Autónomo el Fiscal General y no cualquiera de sus delegados”. Lo cierto es que esa plata se perdió…
Luego, con Martínez Neira, las cosas resultaron más complejas pues ya como Fiscal General, abandonó la comodidad de su importante firma de abogados y su pomposo cargo de superministro, para aterrizar en el Búnker de la Avenida La Esperanza, muy próximo a la Embajada Americana. Esa esperanza también se perdió…
Y el sagaz ex superministro a su paso por el ente acusador renunció a una planta de personal de la reestructuración de Montealegre que todavía se echa de menos…
En ese periodo, Martínez Neira como Fiscal General de la Nación le apostó a la estrategia “bolsillos de cristal” como un escudo mediático, hasta que la prensa independiente dejó en evidencia que los lujosos “vitrales” de Odebrecht, permanecían intactos a la manera de “vidrios de seguridad” mientras que en otros países latinoamericanos, las investigaciones por estos mismos hechos y contra esta misma constructora, sí produjo sanciones penales contra importantes figuras públicas.
En la actualidad, el Fiscal Barbosa se jacta de una Fiscalía para los territorios y quizás por ello, hasta los “territorios” más lejanos “desplaza” o “traslada” a sus servidores, desarraigándolos a manera de sanción. Ese accionar caprichoso ha generando un ambiente de terror entre sus subalternos. La idea de fortalecer los territorios es excelente, pero no tiene presentación que el Fiscal General la emprenda precisamente contra sus críticos. En especial, es sumamente injusto que se persigan a quienes protestan y descalifican la política laboral de la Fiscalía tal como sucedió con los asambleístas de Cali (irrumpieron miembros del CTI enviados desde el nivel central y se llevaron hasta las pancartas de la organización sindical), pues ello muestra a plenitud una visión antisindical de Barbosa y deja entrever una postura ajena al diálogo.
Se sabe además que el Fiscal Barbosa impulsa una administración de acoso laboral, persecución sindical, excesos en gastos para la realización de eventos de interés exclusivo del Fiscal General y en especial, que articula una promoción caprichosa de los servidores.
En un contexto de Fiscalías fallidas durante todos estos años, se hace necesario pensar en el fortalecimiento urgente del ente acusador. No para consolidar una Fiscalía que se jacte de sus estadísticas en capturas, imputaciones, medidas de aseguramiento y acusaciones. No señor. Eso es un distractor. La Fiscalía se las debe jugar en favor de obtener un número significativo de sentencias condenatorias.
En esa nueva visión del ente persecutor, no se justifica una fiscalía exclusivamente mediática, engolosinada por los resultados “operativos”, es decir, dedicada a realizar muchas capturas y sugerir medidas de aseguramientos mientras se descuida el objetivo final del proceso.
Urge entonces prestar más atención a los juicios orales. Se necesita ubicar a los testigos y peritos oportunamente. Es bueno perfeccionar la dinámica de los interrogatorios y contra interrogatorios así como, afinar la argumentación y mejorar la estrategia para optimizar los resultados.
La fiscalía es titular de la acción penal pero esa “acción” debe estar dirigida a dar mejores resultados y tener conciencia de las debilidades existentes en la entidad.
Un fiscal convencido de su acusación y seguro de las evidencias recaudadas, le resulta fácil obtener sentencias condenatorias. En cambio, un fiscal acosado por dar resultados estadísticos, lo más seguro es que imputa cargos y acusa por el prurito de ver qué sucede en el desarrollo del proceso y confiado en que por el camino se le aparezca la Virgen.
Desde luego que las plantas de personal son muy limitadas y que muchos fiscales no tienen asistentes ni policía judicial. Incluso, abundan los fiscales con equipos obsoletos y con excesiva carga laboral. Eso es un círculo vicioso en la administración de justicia que tiene nombre propio: abandono presupuestal.
Y, regresando a Monnet, ya todo está dicho: los hombres pasan y las instituciones quedan. Pero en el caso de la Fiscalía, la que se está “quedando” es la institucionalidad sino se mueven las fichas…