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Turismo en Cartagena

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Por: Danilo Contreras

En medio de la mediocridad y la medianía que cabalga en una ciudad devastada por la violencia, la miseria y la corrupción, como lo es Cartagena, encuentro alivio y aliento en las reflexiones del joven académico Camilo Rey, cuyos documentos y comentarios sigo con especial atención, a efectos de desnudar las causas de nuestros males.

En estos días el análisis del profe Camilo Rey se centró de nuevo en el tema del turismo en la ciudad, para lo cual lanzó una frase que no dudo en calificar como demoledora: “Al empresario del turismo le va bien, pero al mercado laboral turístico le va mal”.

Para sustentar su aserto, Camilo Rey, con fundamento en cifras oficiales, sostiene que “el aporte de este sector al mercado laboral de la ciudad paso de 13% antes de pandemia a 9% finalizando el 2022”, siendo que “en Cartagena los indicadores de desempeño turístico muestran que en 2022 ese sector igualó y superó niveles pre pandémicos”. Baste con mirar los datos de movimiento de pasajeros que muestra un crecimiento permanente que en 2022 superó los niveles de 2019. De la misma manera la ocupación hotelera que ya desde finales de 2021 alcanzó los indicadores de 2019, “logrando sostenerse en torno a 72% durante 2022”. Sin embargo esta dinámica no se refleja en mayor ocupación laboral de nuestra gente, de modo que el cuento que nos han referido en cuanto a que el turismo es nuestra gran fuente de empleo es otro cuento “chimbo”.

Ya en septiembre de 2022, Camilo Rey había esbozado algunas hipótesis sobre las causas del crecimiento de la dinámica económica del turismo, en contraste con la decreciente oferta laboral que presenta, y había verificado una acerba crítica al sector que resumió así: “2) la mayor parte del empleo turístico es informal. 3) El empleo formal turístico suele ser trabajo precario. 4) Las utilidades y tributos del turismo en su mayoría no se quedan en la ciudad (algunas incluso se van a paraísos fiscales). 5) Más de la mitad de propiedades en el Centro Histórico (que en su gran mayoría están ligadas y se valorizan por el turismo) tienen enormes deudas por impuesto predial o no lo pagan. 6)…han concedido a ese sector generosas exenciones, complacencias y poca exigencia en el cumplimiento de la ley. 7) El turismo genera presión inflacionaria en los bienes que consume el residente…8) El turismo está vulnerando nuestro derecho a la ciudad porque el valor de cambio del espacio se privilegia por encima del valor de uso…”.

Rey aclara que en las cifras que analiza se encuentra tanto la ocupación formal como la informal.

De los datos estudiados uno podría colegir que la oferta turística se ha concentrado en manos de pocos inversionistas, en especial en el centro histórico, donde la pandemia arrasó con pequeños negocios y dio paso a empresarios con mayor poder que pudieron correr con los mayores costos de los nuevos arriendos de los locales desocupados por física quiebra de sus antiguos tenedores. Un caso paradigmático es aquel del entrañable establecimiento tradicional de música antillana: La esquina San Diegana, que en 2020 ha tenido que cerrar para dar paso a un nuevo negocio que nada tiene que ver con nuestra cultural nativa. Las remembranzas de aquel rinconcito caribe que ya no está, nos hace sentir expulsados de nuestros lares.

Las cifras desmenuzadas por Camilo Rey y sus conclusiones, nos ratifican en una tesis que hemos venido sosteniendo desde hace ya un buen tiempo, y que consiste en afirmar que el problema de la ciudad no está en cambiar de alcaldes malandrines a otros autoproclamados anti – malandrines, pues tanto los unos como los otros sirven a un modelo elitista que concentra la riqueza, segrega, expulsa y niega oportunidades de bienestar a la ciudadanía.

Recuerdo ahora, que en Bogotá, a comienzos de la pandemia, la administración de la capital impulsó y sacó adelante un ajuste tributario que aumentó los recaudos a personas y empresas que pese a la enfermedad, habían generado ganancias, con miras a amortiguar el previsible golpe del virus en la economía de la capital. Eso le permitió a la alcaldesa Claudia López, destinar más de 7 billones de pesos a programas de recuperación económica de los más golpeados por el fenómeno.

En Cartagena, poco o nada hizo al respecto la administración distrital, conforme se deduce de las cifras que comparte Camilo Rey.

Tal vez algunas respuestas estén en diversificar la oferta turística del distrito, para darle perspectiva regional, y en empoderar a las economías populares que pueden moverse perfectamente como un atractivo cultural para los visitantes. Un ejemplo claro de ello es que pese al abandono y la decadencia lamentable del mercado de Bazurto, aún muchos turistas se antojan por conocer el crisol de nuestra identidad cartagenera.

Vamos a tener la oportunidad de debatir con amplitud esos temas, en el marco de las elecciones que se avecinan, en lo local y lo regional.

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