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24 enero 2023
Por: José Consuegra
La esencia de la belleza humana se centra en su diversidad y no se circunscribe a un modelo único. Las múltiples tonalidades de la piel, las tallas variadas, los cabellos de diferentes colores, texturas y formas y la pluralidad de rostros y cuerpos, son la mayor riqueza de la evolución humana. ¡No somos todos iguales como un hormiguero!
¿Cuál fue la razón por la que se validó que al cabello afro se le diera el apelativo de “malo”?, ¿por qué se asume que la piel blanca es más expresiva de hermosura? o ¿por qué las personas bajas no encajan en las estaturas ideales? Como estas, podemos hacernos muchas más preguntas de la larga lista de prejuicios enmarcados en los falsos cánones de belleza y de perfección física, hoy masivamente legitimados por la sociedad. Estos agresivos convencionalismos se establecieron desde las primeras civilizaciones y fueron potenciados en el medioevo y las sociedades coloniales.
La triste realidad que nos avasalla se ha consolidado con la masificación de los medios de comunicación, las revistas de moda con fotos retocadas, comerciales de productos de belleza, la televisión y el cine en general, etc., y más recientemente, con las redes sociales tan populares como Tik Tok o Instagram.
La entronización global de los estereotipos de mujeres y hombres altos, de tez clara, ojos azules, cabellos rubios y lacios, nariz fileña y estilizadas figuras con curvas voluptuosas, en el caso femenino y, en el hombre, cuerpos musculosos y abdomen de chocolatina, promueve una antinatural homogenización de rostros y cuerpos, pisoteando la diversidad de las características anatómicas humanas derivadas del sincretismo evolutivo.
Quienes creen no cumplir con los requisitos mínimos de belleza impuestos, en cuanto a aspecto y apariencia, lesionan su autoestima y corren el riesgo de ser estigmatizados, matoneados o excluidos de sus roles sociales. Por eso, es sumamente importante valorar en grado sumo el despertar de grupos poblacionales, especialmente jóvenes, que están optando por resaltar los aspectos innatos de su rostro y cuerpo, como el cabello ensortijado, luciendo sus rizos con orgullo, sin químicos para transformarlos o “corregirlos”, como expresión fehaciente de su herencia ancestral, o las organizaciones que promueven asumir la talla baja como algo connatural o las que fomentan la aceptación de las facciones naturales. Igualmente, comunidades de adultos mayores que gozan de los cambios fisiológicos que se dan al pasar de los años.
Lastimosamente, la apariencia es un factor importante de validación social y una necesidad suprema que obliga y somete a alcanzarla a cualquier costo, incluso, poniendo en riesgo la propia salud.
Mi intención, de ninguna forma, es condenar a quienes deciden realizarse intervenciones estéticas porque las consideran necesarias para superar limitaciones en su autoestima o para lograr mayor reconocimiento social, sino aplaudir las decisiones personales de liberarse de la esclavitud agobiante de los estereotipos de belleza que impone la sociedad.
La esencia de la belleza humana se centra en su diversidad y no se circunscribe a un modelo único. Las múltiples tonalidades de la piel, las tallas variadas, los cabellos de diferentes colores, texturas y formas y la pluralidad de rostros y cuerpos, son la mayor riqueza de la evolución humana. ¡No somos todos iguales como un hormiguero!