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25 marzo 2024
Por Lucy Espinosa*
Además de sus implicaciones religiosas y espirituales, la celebración de la Semana Santa es época propicia para el descanso reflexivo y la reafirmación de tradiciones y costumbres asociadas a la identidad cultural de los pueblos. En el Caribe colombiano es el momento perfecto para evocar nostalgias y añoranzas de otros tiempos, en los que los ejercicios individuales o colectivos de fe estaban asociados a prácticas de integración familiar y social, que se evidenciaban de muchas formas, inclusive con sonidos, colores, olores y sabores.
De manera complementaria o independiente al fervor cristiano de la celebración, eran los días de retorno de quienes estaban lejos de sus terruños y no se podían resistir a degustar en sus hogares los exquisitos platos tradicionales en los que no faltaban el arroz de coco, el de frijol cabecita negra, bagre guisado, salpicón de toyo, ensalada de payaso, plátano en tentación y el infaltable vaso de agua de panela con limón.
A ciertas horas del día se entrecruzaban en las calles mujeres y niños cargando con platos y dulces que se compartían entre familiares y vecinos, como un verdadero modelo de intercambio cultural, en una competencia no declarada de calidad gastronómica, que no estaba exenta de “secretos” de preparación, que aún conservan algunas matronas, quienes, para rallar el coco para el arroz, por ejemplo, nunca se sientan, porque estando de pie consideran que le sale mucha más leche al fruto. Jueves y viernes santos, sobre todo este último la orden era bañarse desde la madrugada para no correr el riesgo de que saliera sangre del chorro de agua. Realizar cualquier actividad después de las 12:00 del medio día era hacerlo con “las llagas de Cristo”.
Esas delicias que ni el paso de los años puede borrar de las conexiones entre la mente, el paladar y el espíritu, se siguen complementando con los infaltables dulces típicos, herencia africana y de españoles, cuya elaboración local le dio sello propio de identidad, un vínculo entre el pasado y el futuro, que se transmite desde el presente para que no solo las familias cartageneras lo puedan disfrutar, este espacio es atractivo para los turistas que por esta época recorren nuestra amada Cartagena. Evelia Alcalá Martínez, líder del grupo de matronas del Portal de los dulces en Cartagena, asegura que cada una de ellas tiene su propio secreto de preparación, y mucha gente que los consume no alcanza a dimensionar el ritual que ocurre antes de que una cucharadita de cualquiera de esos manjares llegue a su paladar, una verdadera ambrosía del Caribe colombiano.
Ella aprendió de su abuela que el mejor “caballito”, por ejemplo, es el que se prepara con la papaya “tripúa” y no con la de zapote, porque a pesar de ser más pequeña, tiene mayor consistencia, rinde más, es menos dulce y tiene mejor sabor. Que el más complejo de preparar es el de plátano, porque requiere cocción en carbón a fuego lento inclusive por varios días, dependiendo de la cantidad, y que entre los “secretitos” de su receta está agregarle adecuadas porciones de azúcar, canela, clavito y pimienta picante.
Satisfechos los placeres del gusto, la integración reflexiva se daba en los patios, o terrazas de las casas en torno a juegos colectivos de parqués, dominó, cartas o siglo, mientras que en los andenes y en las calles los más chicos saltaban la peregrina o jugaban trompo y “bolita de uñita”.
En Cartagena tales prácticas no se han extinguido del todo; muchas comunidades procuran conservar al igual que el fervor religioso, esas manifestaciones que inculcaron los abuelos como una forma de espiritualidad y de identidad. Todos esos factores propios de la esencia cultural, y de esos rasgos que nos unen como colectividad, su rescate y fortalecimiento hacen parte de los propósitos misionales de la Alcaldía de Cartagena, quien liderada por el primer mandatario Dumek Turbay Paz, a través del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena y en sinergia con la Corporación Turismo Cartagena de Indias, la Secretaría de Turismo y otras entidades aliadas, actores culturales y comunidad, propiciar su disfrute de la mano de sus protagonistas, y de manera simultánea proyectar al país y al mundo la importancia de esas tradiciones.
Una forma para que cartageneros y visitantes aporten a esa revitalización de costumbres y tradiciones auténticas que hacen parte de la memoria colectiva de nuestra ciudad, es asistir en familia o en grupos de amigos, compañeros y vecinos al XIV Festival del dulce cartagenero, complementado con una muestra de comida tradicional de Semana Santa, que se realizará entre el 23 y el 31 de marzo en la Plaza de la Aduana. En este encuentro integrador alrededor de la mesa y la gastronomía confluyen los saberes, los usos sociales, y las prácticas propias y tradicionales de manos prodigiosas que nos remontan a viejos y buenos tiempos.
Nuestra invitación es a disfrutar en familia en medio de sonidos, sabores, olores y colores esta semana santa, símbolo de la tradición generacional, más allá de la gastronomía, será una experiencia alrededor de los valores culturales y sociales, remembranza de nuestra identidad, creatividad y diversidad.
Carmen Lucy Espinosa Díaz
Directora Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena
Lic en Música Conservatorio del Tolima
Especialista en Gerencia en Gestión Cultural- Universidad del Rosario
Posgrado Internacional en Patrimonio y Turismo Sostenible- UNESCO
Magister en Gestión de Instituciones y Empresas Culturales – Universidad de Barcelona
Magister en Turismo Sostenible – Universidad Oberta de Cataluña