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Borrasca criminal en el Caribe

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Por: José Villamil

El Caribe colombiano está viviendo su tercera etapa de borrasca criminal de la actual década desde 2022. Al menos 280 personas han fallecido como consecuencia de su paso inclemente por el territorio de Cartagena en el 2024, al momento de escribir esta columna. El torbellino más protuberante de esta anualidad se ubica en el mes de agosto, en el cual más de cincuenta habitantes fueron exterminados bajo diversas modalidades, considerándose la borrasca homicida más protuberante del historial reciente de la ciudad heroica. En lo corrido de las tres temporadas, en el área metropolitana han sido obliterados alrededor de 1200 ciudadanos mediante homicidios dolosos. En esa misma proyección, el turbión criminal pone de manifiesto que en las tres principales ciudades del litoral Caribe, asesinaron al menos 800 pobladores en lo que va corrido de la anualidad.

Los actores estratégicos institucionalizados del Caribe colombiano han perdido el control del territorio. Es una realidad ineludible que no se puede ocultar mediante el subterfugio de experimentos de gobernanza retrasados e interpretaciones
maleadas de altruismo genético. Las tres perlas del Caribe aparecen referenciadas consecutivamente en el bienio 2022-2024 en el ranking de las cincuenta ciudades más violentas del mundo. En otros escritos dirigidos a otros operadores de la información, hemos dado cuenta sobre el terreno minado en que se encuentra el camino por discurrir de los sistemas sociales caribeños.

El fenómeno de la cosmourbanización les atraviesa frontalmente desde 2022. El deterioro pronunciado de la supremacía y monopolio legítimo de la fuerza y de la violencia en el territorio urbano; derivado de altos índices homicidas, modalidades
delictivas comunes, justicia por propia cuenta, encerramiento de calles, gestión abdicada gubernamental y hasta la solicitud de militarización del territorio urbano, patentizan expresiones de un Estado fallido local. Esas consideraciones advierten
conglomerados urbanos en el cual el gobierno y los demás actores estratégicos de la sociedad han perdido el control y su capacidad de gestión de las problemáticas, dejando de ser un lugar de oportunidades para convertirse en un escenario de
patologías urbanas.

La expresión de la patología urbana denominada pérdida del control del territorio se manifiesta preferentemente mediante temporadas de borrascas criminales anuales de comportamiento cíclico. Estamos en el umbral de manifestación pleno
del fenómeno de cosmourbanización en el Caribe, el cual no ocurrió en el vacío.

Su etiología nos remite a condiciones estructurales de acumulación de disgregación social no atendidas, en las cuales actores estratégicos emergentes de la gobernabilidad encontraron el terreno abonado para fructificar sus intereses
y mezclar recursos de poder

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