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Cantaleta en un Juan Valdez

Por: Freddy Machado

“Existe gente que esconde su ignorancia en la elocuencia, la prepotencia y la grandilocuencia”

-Escuchado a Álvarez Gardeazábal en el Magazín Dominical del Espectador-

Una persona prepotente es insegura, frágil e incapaz de aceptar a sus semejantes. Jamás un ser prepotente reconocerá que otros puedan concebir mejores ideas que las suyas.

Una persona prepotente no es feliz, él se abre pasos a empujones, descalificando a sus compañeros y jactándose siempre de sus éxitos. Una persona prepotente es un ser solitario, por eso no le apuesta al trabajo en equipo ni acepta las críticas.

Una persona prepotente usa y abusa de las estrategias para posicionarse. Es un arribista de tiempo completo. Él se aprovecha de los demás. Incluso, pasa por encima de sus semejantes y jamás se detiene a reparar sobre el daño que hace ni está interesado en pedir disculpas pues esas “diplomacias” no hacen parte de su esencia.

Y, con frecuencia deambulan con una mueca en su rostro -a manera de sonrisa- pues disfrutan del daño que ejercen y derrotan a cualquiera que los ponga en evidencia.

Son muy vacíos y tristes las personas prepotentes. De manera frecuente suelen ignorar a quienes son humildes pues sus aires de grandeza los envenenan, por eso no caminan sino que levitan.

Esos que dicen que la prepotencia está de moda y que a algunos les luce, desconocen en verdad de lo que hablan. La prepotencia es una máscara -y un anti valor- que termina asfixiando al “personaje” de marras. Todo aquel que justifica la prepotencia es porque seguramente desea imitar y seguir ese grotesco camino.

Todos tenemos algo de prepotentes pero es que algunos se pasan…

Les confieso que escribí esta cantaleta un sábado en la tarde en Bogotá en un Juan Valdez. Solo me resta decir que reprendo a todo prepotente que pretenda atribuirse esta inspiración y si se requiere un culpable, echémosle la culpa al buen café de Juan Valdez.