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Por: Danilo Contreras
El debate, no siempre dialéctico, entre quienes se etiquetan como de izquierda o derecha me parece particularmente llamativo. Tal interés no es nuevo, pero se actualiza cada cierto tiempo, por diversas motivaciones.
Hace unos días mirando documentales sobre la China moderna en youtube, me tropecé con una entrevista cometida por un “influencer” español a una chica inmigrante procedente de aquella descomunal nación, a quien le indagaba sobre las cotidianeidades y arcanos de un país que hoy disputa el poderío mundial. La chica, en un español fluido, respondía y reía con simpatía y buen humor. En algún momento este youtuber le interpelo acerca de las tendencias ideológicas de la juventud de su país a los que demasiados aún califican como “bastión comunista”.
Su respuesta no me sorprendió. Entre risas y bromas sostuvo que su impresión era que la gran mayoría de los jóvenes chinos no profesaban una ideología según los términos tradicionales de “izquierdas o derechas”, y que más bien son “pragmáticos”, empezando por asumir ella misma ese calificativo. No sobrará decir a esta altura que la entrevistada es una empresaria con emprendimientos exitosos referentes a nuevas tecnologías en España.
He dicho que no me asombró la respuesta de la simpática joven, considerando la disrupción que ha tenido la China a partir del gobierno de Deng Xiaoping, líder supremo del partido comunista hasta 1989, pese a haber sido perseguido como “contrarrevolucionario” por el movimiento de la “Revolución Cultural” de Mao Zedong. Todo parece indicar que ya en 1962 ante el comité central del partido comunista y ante el propio Mao, de quien fue leal seguidor, Deng Xiaoping sorprendió al pronunciar esta frase aparentemente coloquial: “gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones”, con lo que resumió en una espléndida y precisa alegoría el pragmatismo que luego ha dominado la escena económica y política del país oriental.
Así pues, la entrevista ha removido mis inquietudes sobre la vigencia de las etiquetas “izquierda” y “derecha”, que en días de marchas y contramarchas parecen estar a flor de piel. Antes, en la campaña presidencial de 2022, escuche en algún discurso del hoy presidente Gustavo Petro afirmar que los tiempos modernos obligan a replantear los paradigmas ideológicos, argumentando, con razón, que los imperativos vitales de la era que corre nos confrontan con desafíos que jamás había experimentado la humanidad y que nos ponen, incluso, al borde de la efectiva y real extinción de las especies, como antes ocurrió con los dinosaurios, siendo que en esta sexta extinción, entre las estirpes condenadas a la destrucción se encuentra la del homo sapiens.
Por una especie de azar ha llegado a mis manos un PDF del Best Seller de Norberto Bobbio, de 1994 titulado “Derecha e Izquierda, razones y significados de una distinción política”, que actualmente devoro con avidez, en la que el propio filósofo y jurista, contradictoriamente, se autocalifica como de “izquierda”, pero “moderado”.
Bobbio inicia su defensa de la “diada” referida, controvirtiendo la conceptualización planteada por Sartre que sostiene que las etiquetas “Izquierda y Derecha” no son válidas ni suficientes para definir el espectro político moderno, partiendo de una denunciada crisis de las ideologías. “Izquierda y Derecha son cajas vacías”, afirmaba Sartre, por cuenta de dicha crisis.
Tengo para mí, y ahora lo expongo a los pocos que cometen la audacia de esta lectura, que el pragmatismo, por regla general, prescinde de la consideración de valores y principios que redimen la condición humana, pues al pragmático todo le es permitido con tal de lograr resultados; de modo que, para este servidor, la discusión acerca de los contenidos y vigencia de las ideologías tiene plena vigencia.
Empero, pongo en cuestión si la deliberación de las ideas puede regirse aún hoy, alcanzando el primer cuarto del siglo XXI, en plena emergencia de la Inteligencia Artificial, por la “diada” defendida por Bobbio y controvertida por Sartre, considerado también como un teórico de “izquierda”.
Lo cierto es que este antagonismo de las ideas planteado de la manera escueta y prosaica como ordinariamente lo agitan las facciones políticas nacionales deviene en indeseable sectarismo que destruye sin remedio el pensamiento crítico, no edifica, ni contribuye a las profundas transformaciones que son necesarias en una sociedad como la nuestra, dominada por una idiosincrasia que hizo suya la cultura traqueta y convirtió en arquetipos a los personajes de las series que repiten y repiten con doble moral los medios de comunicación y recurre a aquella estrofa de cierto “narco corrido” que recita: “Haga plata, vístase chimba…”.