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El mes de junio sus hijos le hacen doble celebración, lo homenajean en el día del padre y le celebran otro año más como Policía.
Por: Emilio Gutiérrez Yance
Acompañando a su padre en un viejo camión Mac que transportaba ganado por polvorientas vías de las sabanas de Bogotá, desde muy temprana edad, Pedro Salcedo Ramos, aprendió a conducir. Lejos estaba de imaginar que años más tarde sería uno de los conductores más antiguos de la Policía Nacional.
Es un bogotano con corazón costeño, tiene 72 años de edad, de los cuales, 42 ha dedicado a la Institución con verdadera vocación de servicio. Hoy está adscrito al Departamento de Policía Bolívar. Además, sus hijos y compañeros le celebran en el mes de junio por partida doble, por un lado, es homenajeado en el día del padre, y por el otro, le celebran un año más como Policía.
Cuenta que comenzó a trabajar desde que tenía 14 años en un taller donde fabricaban neveras, y antes de ser Policía, ya había trabajado como repartidor de gaseosas en Cartagena de Indias a donde llegó para quedarse. Cuando estudiaba primaria, se escapaba de clases para ir a jugar billar y otras veces fútbol, aún lo hace en sus ratos libres.
Con el correr de los años ha sido testigo de la transformación de la Policía, está convencido que, en la Institución, pese a situaciones donde ha estado en riesgo su vida, ha pasado sus mejores momentos, “mientras Dios y la Virgen del Carmen me den licencia seguiré cumpliéndole a mi Policía”, dice el agente Salcedo a quien sus compañeros de manera cariñosa lo llaman “Cumbamba”, por aquello de tener una mandíbula pronunciada.
Don Pedro, se define como una persona alegre, descomplicada, comprometida, solidaria, responsable, disciplinada y cumplidora de sus deberes. Recuerda que Ingresó a la Policía en junio de 1983, se presentó en Bogotá, de allá se vino para Cartagena y recorrió varias poblaciones de los Montes de María cuando la violencia comenzaba a recrudecerse por cuenta de las acciones terroristas de la extinta guerrilla de las FARC, escalada en la que vio morir a varios de sus compañeros.
Su vocación, constancia y perseverancia, son ejemplo para las nuevas generaciones y le ha valido muchos reconocimientos. Tiene tres hijos, uno de ellos, le siguió los pasos y se convirtió en Policía, pero para su tristeza tiró la toalla en San Jacinto, Bolívar, después de 12 años de servicio, ahora trabaja en seguridad en una empresa privada.
El agente es devoto de la Virgen del Carmen y un católico agradecido con Dios por todas las bendiciones. Todos los días al salir se encomienda al altísimo y al terminar la jornada agradece por un día más de vida y de servicio policial.
Hace cinco años perdió a su compañera de vida con quien contrajo matrimonio antes de enfilarse en la Policía, Cuenta que de ella tiene grandes y gratos recuerdos y que todo el tiempo fue un apoyo decidido para su ejercicio policial.
En sus canas y en su rostro se ve el paso de los años, pero aún camina firme y le sonríe a la vida, asegura que tiene gasolina para ratos. “Por ahora mi objetivo es seguir en la Institución que es mi orgullo y echar pa’lante”.
El veterano Policía está lleno de anécdotas, recuerda el día que burló a la guerrilla haciéndose pasar por un conductor del común, “yo transportaba agua para la Policía, ellos tenían un retén, me pararon y me dijeron que para donde iba con esa caldereta, refiriéndose al camión, les dije que trabajaba con una empresa privada me revisaron, yo andaba en abarcas con una gorrita y ropa sencilla, Me dejaron pasar, gracias a Dios”.
La Costa Caribe ha sido su segundo hogar, aprendió el “costeñol” y a comer yuca, ñame, mote de queso, pescado y toda la rica gastronomía que hoy no cambia por nada, es amante de la Chepacorina, esa que venden y exportan desde El Carmen de Bolívar donde prestó por varios meses su servicio y se ganó el cariño de la gente. “Donde voy me va bien”, dice con la mano en el corazón y mirando al cielo en señal de agradecimiento por todas las bendiciones recibidas.
De las anécdotas negativas recuerda una investigación por mala interpretación de un proceso con la entrega de un vehículo que al final le costó diez días de sueldo y una acusación de un periodista que trabajaba en la desaparecida Radio Miramar de Cartagena, quien sin pruebas, dijo que el camión de la Policía estaba vendiendo el agua en Santa Rosa de Lima cuando en realidad la estaba era regalando a los más necesitados. “Fue una mala pasada. Me tocó recoger firmas que testificaran que efectivamente el agua se estaba regalando. Al final el periodista cuyo nombre no recuerdo, tuvo que rectificar la información”.
Su cara parece de esos policías malos que salen en las películas, pero es un hombre noble y bondadoso, el viejo “Cumbamba”, como lo llaman sus amigos Policías y quien porta con orgullo el uniforme verde oliva, es de la época cuando aún la televisión era en blanco y negro, recuerda que veía películas de Cantinflas, Capulina, El Santo y el Llanero Solitario. Desde esa época, le gusta escuchar la música de Leonardo Fabio, Leo Dan, entre otros reconocidos artistas de la época que lo ponen a soñar y evocar el pasado, ese tiempo que como dice la canción vallenata, se ha convertido en su peor enemigo, porque al final, se está llevando hasta su propia vida. “Si me toca, moriré Feliz portando mi uniforme verde”.