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Del vallenato

(Una aproximación personalísima de un amante de la música de Escalona, Gutiérrez, Huertas, Molina, Pacheco Anillo y Zuleta)

Por: Freddy Machado.-

 

“Hace tiempo, que en mi mente existía

un viejo compromiso de componer un son

se trataba, de hacer una melodía

con unos cuantos versos, con todo el corazón” [1]

Parodiando a Emilianito, y más exactamente al verso que le dedicara a Poncho, su hermano, también a mí desde hace ratos me mortificaba no escribir algo honesto y sentido en relación con el Vallenato. Una música  -y me referiré al Vallenato sin distingo-, que llevó prendida en mi ser costeño.

De entrada hay que decir que el Vallenato es esencialmente volátil. Así lo anuncia ese estribillo que dice:

“Los aires musicales de esta bella acordeón

son notas melodiosas que alegran el corazón” [2] 

Y, obviamente, empiezo a sentir a esta altura de mi escrito, lo mismo que experimentara Rosendo Romero en uno de sus paseos…

“Ahora siento que en el aire

van flotando los cantares

de Escalona y de Molina” [3]

En verdad, el acordeón es ajeno a nuestros orígenes e identidad. Sin embargo, se arraigó tanto en nuestra provincia caribe  –como y con el contrabando-   que se quedó en el gusto de los abuelos, de nuestros padres y de las nuevas generaciones. A propósito del contrabando, entiendo que Escalona lo ubicó geográficamente de la siguiente manera:

 “Allá en la Guajira arriba

donde nace el contrabando

el Almirante Padilla

barrio Puerto López

y lo dejó arruinado” [4]

Una característica que todos le reconocemos al vallenato es su fuerza sentimental y nostálgica. Quizás, y esto se ha dicho antes, al colgarse el acordeón al pecho, el acordeonero no hace otra cosa que juntarse el instrumento al corazón y entonces, de esta manera, se compenetran pecho y acordeón en una sola cosa. Al extender el acordeón, al comprimirlo (recogerlo), al escuchar sus pitos y sus bajos, el músico se deja guiar de sus sentimientos. Lo decía el Gran Alejo:

“Este pedazo de acordeón

donde tengo el alma mía” [5]

Y, resulta el acordeón un instrumento complicado. Posee cualquier cantidad de botones de lado y lado a los que hay que digitar al compás del abrir y cerrar de su fuelle. Ello exige al intérprete, oído musical y plasticidad al mismo tiempo.

Y brota de él, sabiendo hacerlo, una música generosa que embriaga más que el mismo ron que se degusta en las parrandas. Y son los parranderos seres sentimentales como lo anuncia Poncho en “Mi Canto Sentimental”. Oigámoslo:

“A través de tanto tiempo he podido comprender

que los hombres parranderos somos muy sentimentales

este sentimiento que llevamos en la sangre

lo manifestamos a manera de cantar” [6] 

Los dejos, con sus notas altisonantes, hacen más nostálgica a nuestra música. La nostalgia siempre es concebida como una punzada a los recuerdos. A su vez, son los recuerdos, una cinta grabada en la mente de cada ser con sucesos pretéritos impactantes que al proyectársenos en el presente, por su contraste, iluminan nuestras vivencias y nos friegan.

En “Nostalgia de Poncho” podemos apreciar mejor este fenómeno difícil de definir. Allí Escalona nos recrea con:

“De las lejanas

sabanas de Manaure

de las bonitas

sabanas manaureras

se viene Poncho

 lunes por la mañana

llorando de nostalgia

por su querida tierra” [7]

Esta es una composición capaz de transmitirnos el guayabo de un hombre al dejar su terruño.

Ahora bien, antes de proseguir con el análisis de las composiciones, debemos hacer mención de quiénes son los cantantes. En esencia, los cantantes están provistos de voces privilegiadas, de variados registros, con las que le imprimen a sus cantos esa gama de tonos que nos son difíciles de imitar y que llevan a suponer a quienes no gustan de nuestro folclor, que son gritos. Hay que entender que el Vallenato es sentir, y el sentimiento es espontáneo y la espontaneidad ni se amarra ni se modula.

Ese tono imposible de igualar lo alcanza Jorge Oñate en:

“Hace dos años que te entregué todo mi cariño

en una noche igualita a esta llena de estrellas” [8]

Lo mismo podemos decir de esa otra canción que narra…

“Mole del cerro Morillo

que vistes a los españoles

conquistar Valledupar” [9]

En las grabaciones, los cantantes improvisan dichos: “prepárate grapa vieja que vas pa´ guayacán”; conversan: “A qué te sabe esto Poncho… A suero salao con ñame”; envían saludos y hasta guapirrean lo mismo que en una parranda.

Alfonso “Poncho” Zuleta señaló alguna vez que:

“Se me ocurre pensar que si yo algún día

dejara de cantar como ahora canto

seguiré componiendo mis canciones

para no retirarme de éste arte” [10]

En la primera composición citada –Mi Hermano y Yo-, refiriéndose al retiro de  “éste arte”  Poncho sentenció: “…Cuando mi hermano le corten los dedos y a mi me corten la lengua”.

¿Y quiénes son los poetas?

Poeta es ese ser virtuoso, poseedor de una alta sensibilidad que le hace vibrar con las cosas que le llenan y él a nosotros con sus obras, como el Verano en Leandro:

“Ay yo les digo compañeros míos

llegó el verano, llegó el verano” [11]

Ese mismo invidente nos contó también que:

“Un mediodía que estuve pensando

un mediodía que estuve pensando

en la mujer que me hace soñar

las aguas claras del río Tocaimo

me dieron fuerzas para cantar

llegó de pronto a mi pensamiento

esta bella melodía

y como nada tenía

la aproveché en el momento” [12]

Poeta es Rosendo con:

“Yo que creí ser un hombre de paciencia

pero que va si hasta reír me desespera

yo no pensaba equivocarme en mi existencia

pero los errores siempre me condenan” [13]

De la cosecha de Rosendo encontramos además:

“Quiero robarle los minutos a las horas

pa´ que mis padres nunca se me pongan viejos

quiero espantar la mirla por la medianoche

y remplazar su nido por un gajo de luceros” [14]

  

El mismo Rosendo concibe el símil exacto del color de las aguas turbias:

“El río crecido con sus aguas de panela

quebrando palos arrastrando el pajonal” [15]

Del  vallenato  clásico  son  originarias  composiciones  menos  complicadas- dialécticamente hablando- y más repentinas, producto de la improvisación al calor de una piquería. Del viejo Emilianito Zuleta Baquero tenemos dos joyas…

Una,

“Una noche en Villanueva se quiso Toño lucir conmigo

pero a veces me imagino que es la gente que lo aconseja

díganle a Toño, a Toño mi hermano

que él esta´muy pollo ¡ay!

Y Yo estoy muy gallo” [16]

 

Y dos,

“Yo tengo un recao grosero

para Lorenzo miguel

el me trató de embustero

y más embustero es él” [17]

 

La primera composición es El Gallo Viejo y la segunda, es la archiconocida Gota Fría, canciones en las que brilla la chispa, la ponderación y la valía del buen verseador.

Más del sentir del campo y  de sus gentes es la recia filosofía de la legendaria caja negra de la autoría de Rafael Valencia pero ejemplarmente cantada por  Enrique Díaz.

“El hombre que trabaja y bebe

déjenlo gozar la vida»[18]

 Aquí el trovador se atreve a afirmar valerosamente la elemental consigna que se alza como un ruego, un canto a la esperanza del hombre trabajador y su cuestionado comportamiento parrandero.

Al dolor también se le ha cantado, mirado a la manera provinciana, con espléndido sosiego e impotencia. Ello se marca en “Rosa  Jardinera”…

“Hay grandes penas que hacen llorar a los hombres

a mi en la vida me ha tocado de pasarlas”[19]

Más marcado y personal con Valencia:

“Se murió mi compañera que tristeza

se murió mi compañera que dolor

y solamente a Valencia ay hombe

el guayabo le dejó” [20]

Las composiciones clásicas se caracterizan por la sencillez de los versos, por lo diciente de sus construcciones filosóficas y por carecer de pretensiones estilísticas y grandilocuencias, las que sí hallamos en un compositor de gran estima llamado Carlos Huertas, hombre capaz  de llevarnos a partir de un interrogante necio, a desempolvar sus orígenes y lo que él representa para el folclor. Escuchémoslo:

“Alguien me dijo de dónde es UD

alguien me dijo de dónde es UD

que toca tan bonito esa parranda

si es tan amable tóquela otra vez

quiero escuchar de nuevo su guitarra

óigame compa UD no es del Valle,

del Magdalena ni de Bolívar

pues se me antoja que sus cantares

son de una tierra desconocida”[21]

Igualmente, Huertas nos anuncia con delicia la llegada de un festival que se percibe con sólo oír, oler, ver y saborear el paisaje…

“Hoy se nota en la floresta

un ambiente de alegría

y el rumor del Ranchería

es más dulce y sabe a fiesta

claro si es que están en Fonseca,

el pueblo y San Agustín

conmemorando el festín

de esta tierra de cantores

 en donde los acordeones

saben llorar y reír”[22]

Si, así de espléndida es la música de acordeón. A muchos nos hace presas del éxtasis cuando en una tonada se refunden y se marcan momentos precisos de nuestras vivencias. Seguramente a UD. le habrá sucedido, amigo lector, que una canción puede llevarlo a un recuerdo (en un pueblo, en una fiesta, haber conocido a una persona, haber estado en una parranda etc.) o lo que es lo mismo, que una canción le sirva de punto de referencia de algo (del bachillerato, de la estadía en un lugar y hasta de nuestra infancia).

He visto a personas que se emocionan de tal forma al escuchar un vallenato que no dudan en hacer tambor lo que tengan a su alcance (el fondo de un taburete, una mesa y hasta las piernas).

En fin, muchos se identificarán con mis conceptos y a otros se les dará por distanciarse pero la gran mayoría nos podremos poner de acuerdo en que mientras haya parranda habrá vallenato pues el vallenato renace en cada parranda.

Lo eterno del cuestionamiento de las parrandas y los seres parranderos lo descifró Lenín Bueno Suárez (Leabus) en su magnífica exposición o padre nuestro:

“Muchas personas me preguntan la razón

qué tiene un hombre para ser un parrandero

y lo critican si lo ven tomando ron

pa emborracharse y olvidar su desespero.

Yo vivo tomando para poder olvidar

Porque soy consciente que los efectos del ron

Me turban la mente y me obligan a mitigar

Todas esas cosas que son del corazón

Ay caramba…

Yo no puedo aceptar que digan

Que el que toma pa olvidar es cobarde

Porque para olvidar en la vida

Cualquier cosa que uno haga se vale

Solo quiero que tengan presente

Que trabajo y que a nadie le pido”[23]

 

El coro es ejemplarizante:

“Yo soy parrandero y qué

a nadie le importa

si hago mi parranda es porque

la vida es bien corta”[24]

La parranda, sostuve en mi Libro “Marica El Último”, no debe malinterpretarse pues “…no es como la entienden los que no la conocen: una reunión donde unos amigos amanecen tomando trago sin dejar dormir al resto del vecindario. La parranda es el reino de la anécdota de las parrandas anteriores” [25].

 

La parranda resume los instantes de satisfacción de un grupo de amigos que giran en torno a un núcleo común: la familia, la escuela, el trabajo, el barrio, entre otros.

Ahora bien, dentro de la temática de las composiciones vallenatas se ha trabajado el conflicto padre-hijos desde diferentes ángulos. Unas veces, mostrándose como dos generaciones que se comprenden y en otras, aceptando su distanciamiento. Camilo Namén compuso el tristísimo lamento…

“Tan bueno y tan noble como era mi padre

y la muerte infame me lo arrebató

estos son los tormentos y las penas bien grandes

que sufrir en este mundo le puso a uno Dios”[26]

Quienes mantenemos ese afecto indescriptible hacia nuestros progenitores se nos parte el alma cada vez que escuchamos esta pieza musical que habla de la ausencia de un “viejo”. Igual duele a un padre, admitir que su hijo ya creció. Entonces el cantor se queja como en:

“ay,ay,ay,ay,ya mi niño se creció

por el patio ya no está

por la calle se alejó” [27]

Es más:

“…Y entraba en discusión con mi vieja

porque la pobre le reclamaba

que porque diablos me maltrataba

que dejara al muchacho tranquilo

y hoy veo en Rafael Santos mi hijo

todavía las costumbres aquellas”[28]

En la anterior composición, Diomedes Díaz narra sus vivencias infantiles al lado de sus seres queridos. Sin duda, la relación padres-hijos es de las cosas más complejas de la naturaleza humana.

La vejez, entendida como esa sombra larga que opaca nuestros días, ha sido también motivo de inspiración del compositor vallenato. La llegada de la vejez se aprecia en:

“Como pasan los años

y nisiquiera, nos damos cuenta

cuando el hombre vegeta

no es el mismo parrandero

que aunque tenga dinero

la mujeres lo desprecian” [29]

La  soledad del viejo –la más cruel de las soledades-, la enmarcó Adolfo pacheco Anillo con su “Viejo Miguel” quien:

“Buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad

el Viejo miguel del pueblo se fue desconsolado

yo me desespero y me da dolor porque la ciudad

tiene su destino y tiene su mal para el provinciano” [30]

 

Pero a la vejez también se le puede sacar partido. Hay quienes se resisten ante lo imperioso. Lo vemos en:

“Ahora después de viejo

me encontré una muchachita

pero que cosa tan curiosita

Le gusta que le mime

Y que le diga cositas…[31]

Y a lo definitivo, la muerte, también se le ha cantado. Ella arrebató a éste folclor a dos de sus más consagrados hijos, los que legaron piezas musicales excelsas. El uno daba la sensación de estar embebido en las reflexiones de Descartes y el otro, parecía nutrirse del romanticismo de Bécquer. Son ellos Fredy Molina y Octavio Daza, respectivamente.

De Molina nos quedan “Los Tiempos de la Cometa” canción que me ata a mi infancia y que me remite a ese tiempo feliz e imborrable que enguayaba de sólo ponerse a pensar…

“No volverán

los tiempos de la cometa

cuando Yo niño

brisas pedía a San Lorenzo

mariposa en La Malena

revoletean son recuerdos

y el profesor que me pega

por llegar tarde al colegio

Esos momentos los viví

Al fin y al cabo tristes son

No volverán nunca a existir

Y eso me parte el corazón” [32]

De Daza reconocemos “Nido de Amor” en la que consagra dos verdades estudiantiles.

Por un lado:

“Porque tu sabes que cuando llueve

nunca hay clases en el colegio” [33]

Y por otro, aquello de:

“Cuando me beses no tengas miedo

que eso no se aprende en el colegio…” [34]

Daza hace ver como obvio que el amor es la única materia que ningún estudiante reprueba a su paso por la  secundaria y que no requiere ni de habilitaciones ni de refuerzos.

Sin embargo, volviendo a lo trágico de la muerte, y a la ausencia irreparable de Molina, es irrebatible que una de las canciones más sentidas del folclor vallenato es precisamente esa en la que el compositor se compromete con aquello de:

“No voy a Patillal

porque me mata la tristeza

al ver que ene se pueblo

fue donde murió un amigo mío

era compositor

como lo es Zabaleta

y era lo más querido

de ese caserío” [35]

La melancolía embarga a quien es testigo de que la muerte habita en nosotros y en nuestros amigos.

Y, cuando se buscan explicaciones en cuanto a cómo se popularizó la música vallenata en toda Colombia, coincidimos con Daniel Samper Pizano (co-guionista de la serie Escalona  cuyo éxito rebasó nuestras fronteras  y quien desde siempre ha sido un seguidor incondicional del buen vallenato).

A juicio de Samper Pizano, lo definitivo para tal expansión se debe  precisamente al lenguaje sencillo de sus composiciones y nos llega a la mente ese personaje que se enseñorea expresando…

“Yo soy el campesino parrandero

que voy el domingo al pueblo a buscar mi diversión

para sacarme un poco este sudor…”[36]

En Colombia, de Norte a Sur y de Oriente a Occidente, podemos apreciarlo, la gente del campo se identifica con el campesino de la canción pues después del semanal trajín del agro, el cuerpo le exige ir al pueblo a divertirse.

La segunda canción a tener en cuenta es “La Casa”, composición de Carlos Huertas en la que se plantea que la única alternativa que nos queda ante el amor frustrado es desembarazarnos de las cosas que nos atan a su recuerdo aunque su presencia viva en nosotros.

“Tendré que vender la casa

porque todo aquel que pasa

me pregunta por la dueña

la voy a vender barata

porque a mi no me hace falta

porque yo tengo vivienda” [37]

De los temas mundanos pasemos a los divinos, enigmáticos y complejos que asedian al Hombre y que también han sido tratados con la profundidad que el tema exige. Basta mirar “Lucero Espiritual” canción de un trovador analfabeta y de humilde raigambre quien conjugó tres elementos metafísicos en un universo maravilloso: El mundo, el hombre y la historia.

En efecto, Juancho Polo Valencia reza e implora a un Dios despersonificado si así lo podemos llamar…

“Lucero Espiritual…

eres más grande que el Hombre

yo no se donde te escondes

en este mundo historial” [38]

La construcción “Mundo Historial”, sin querer pasar de listos, es preciosa. Es el mundo de ese ser que hace la historia y el Lucero, que se sitúa por encima de ese mundo de los Hombres, nos ilumina sin dejar de ser ignoto.

En “Alicia Adorada” insiste en lo mismo, continua en la búsqueda de Dios, lo indaga y termina justificando su comportamiento ausentista  (“yo no se donde te escondes”).

“Como Dios en la tierra no tiene amigos

como no tiene amigos anda en el aire

Tanto le pido y le pido, ay hombe

Y siempre me manda mis males” [39]

Arrimamos a una conclusión contundente: el vallenato se encuentra huérfano de un estudio serio en cuanto a la temática de las canciones, las mismas que reflejan el comportamiento social del grupo de habitantes de la Costa Norte.

En todo caso, si hemos de ser honestos tendremos que pedirle en estos momentos al cardiólogo surafricano especializado en trasplantes de corazón que nos cambie el nuestro por uno fuerte e indolente, capaz de resistir a algunos necios que en nombre del vallenato componen “cancioncillas” con fórmulas fáciles en las que se procura rimar de manera ineludible calma con alma y cariño con niño y así sucesivamente.

“Cristian Barnard que me haga el favor

de cambiarme el corazón

por otro que sea más fuerte”[40].

Al final, volveré sobre mi tesis del principio, lo volátil del vallenato. Y me ayudaré apoyándome en ese bello canto que anuncia:

-“Nació mi poesía

como las madrugadas de mi pueblo

ardiente y puras y majestuosas

Mis versos

Viajeros y libres como el viento

Cual astro fugaz del firmamento

en la noche oscura” [41]

Si Alejo Durán pidió que lo enterraran con su pedazo de acordeón, a mi, en cambio, deberán enterrarme con mi colección básica de música Vallenata la que en nada se parece a las “antologías” que nos imponen las casas disqueras del interior del país sin considerar ni tener en cuenta el gusto de los habitantes de la Costa Norte. Entonces perduraré en el aire  –como las buenas canciones-  y seré feliz.

[1] Canción: Mi hermano y yo. Compositor: Emiliano Zuleta.

[2] Canción: Despertar de un acordeón. Compositor: Antonio Serrano Zúñiga.

[3] Canción: Romanza. Compositor: Rosendo Romero.

[4] Canción: El Almirante Padilla. Compositor: Rafael Escalona.

[5] Canción: Pedazo de Acordeón. Compositor: Alejandro Durán.

[6] Canción: Mi Canto Sentimental. Compositor: Alfonso Zuleta.

[7] Canción: Nostalgia de Poncho. Compositor: Rafael Escalona.

[8] Canción: Igual que aquella noche. Compositor: Emiro Zuleta.

[9] Canción: Cerro Murillo. Compositor: Santander Durán.

[10] Canción: Muero con mi arte. Compositor: Alfonso Zuleta.

[11] Canción: El Verano. Compositor: Leandro Diaz.

[12] Canción: Matilde Lina. Compositor: Leandro Diaz.

[13] Canción: Cadenas. Compositor: Rosendo Romero.

[14] Canción: Beso de Luna. Compositor: Rosendo Romero.

[15] Canción: Noche sin Lucero. Compositor: Rosendo Romero.

[16] Canción: El Gallo y El Pollo. Compositor: Emiliano Zuleta.

[17] Canción: la Gota Fría. Compositor: Emiliano Zuleta.

[18] Canción: La Caja Negra. Compositor: Rafael Valencia.

[19] Canción: Rosa Jardinera. Compositor: Idelfonso Ramírez.

[20] Canción: Alicia Adorada. Compositor: Juancho Polo Valencia.

[21] Canción: El Cantor de Fonseca. Compositor: Carlos Huertas.

[22] Canción: Tierra de Cantores. Compositor: Carlos Huertas

[23] Canción: ¿Yo soy parrandero y qué…? Compositor: Lenín Bueno Suárez.

[24] Canción: ¿Yo soy parrandero y qué…? Compositor: Lenín Bueno Suárez.

[25] MARICA EL ÚLTIMO. CRONICAS DEL BARRIO ALTO BOSQUE. Editorial Lealón. 2001.

[26] Canción: Mi gran amigo. Compositor: Camilo Namen.

[27] Canción: Mi niño se creció. Compositor: Gustavo Gutiérrez.

[28] Canción: Mi Muchacho. Compositor: Diomedes Díaz.

[29] Canción: Los tiempos cambian. Compositor: Tomas Alfonso Zuleta.

[30] Canción: El Viejo Miguel. Autor: Adolfo Pacheco.

[31] Canción: Después de viejo. Autor: Alberto “Beto” Murgas.

[32] Canción: Los tiempos de la cometa. Autor: Fredy Molina.

[33] Canción: Mi nido de amor. Autor: Octavio Daza.

[34] Canción: Mi Nido de amor. Autor: Octavio Daza.

[35] Canción: No voy a Patillal. Autor: Armando Zabaleta.

[36] Canción: El Campesino Parrandero. Autor: Máximo Móvil

[37] Canción: La casa. Autor: Carlos Huertas.

[38] Canción: Lucero Espiritual. Autor: Juancho Polo Valencia.

[39] Canción: Alicia Adorada. Autor: Juancho Polo Valencia.

[40] Canción: Aunque sufriendo te olvido. Autor: Máximo Móvil.

[41] Canción: nació mi poesía. Autor: Fernando Dangond  Castro.

Cartagena, 1992.