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Por Juan Carlos Guardela
Cuando uno de los tres poderes del Estado adopta una postura sistemática de obstrucción frente a las reformas propuestas por un gobierno, se convierte en un obstáculo insalvable para el progreso y la implementación de políticas públicas. Esto paraliza la administración y destruye los principios fundamentales del equilibrio de poderes. Equilibrio que es una verdad demostrada por siglos, desde que el barón de Montesquieu publicó El espíritu de las leyes en 1748.
La propuesta de tres poderes está pensada para asegurar que ninguna de las ramas pueda dominar a las otras. Pero cuando la capacidad del Ejecutivo se ve reducida hay una parálisis gubernamental y se erosiona la confianza pública en las instituciones.
Bruce Ackerman, profesor de Universidad de Yale, destacó que una oposición del Senado puede llevar a una «crisis constitucional» al impedir que el Ejecutivo cumpla con su mandato democrático. El bloqueo persistente de reformas frustra las políticas del gobierno y destruye la legitimidad democrática al ignorar la voluntad popular en las urnas.
Giovanni Sartori, asevera que la obstrucción legislativa intencional es una «usurpación de poder» que distorsiona el sistema de frenos y contrapesos. Este comportamiento lleva a un «empate político» donde ninguna de las ramas puede actuar eficazmente.
El problema es que Montesquieu nunca previó que en nuestro tiempo existiría un Cuarto poder: la prensa. Nunca avizoró que los medios podrían desacreditar al gobierno, a cualquier gobierno. No es que tumben al mandatario, sino que son eficaces en la divulgación de conflictos y denuncias de corrupción falsas (lawfare), tienen siempre el apoyo de sectores judiciales y de inteligencia. Así se resguardan.
No es un secreto que sus dueños establecen la línea editorial sus emisoras, periódicos o canales de tv; y si lo quieren, riegan algo así como “gaslighting” (el término se usa desde la década de 1970 para describir los esfuerzos para manipular el sentido de realidad) en las audiencias.
Hoy esos poderes (incluyendo los medios) están obligados a restaurar el equilibrio, es fundamental que actúen con sentido de responsabilidad y compromiso con el bien común, en lugar de permitir que las luchas políticas paralicen a la nación. Solo a través de la cooperación y el respeto entre las ramas se preserva el espíritu de la democracia. Por ahora, el barón de Montesquieu seguirá revolcándose en su tumba.