Artículo suministrado por Colectivo Traso
Mientras usted desayuna, almuerza, merienda o cena, 651 mil colombianos se preguntan cómo harán para conseguir sentarse al menos una vez a la mesa y 150 mil más se acostarán sin comer una comida completa.
Las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) dan cuenta de los estragos que dejó la pandemia en el país, que pasó de registrar en el 2019 que en el 90% de los hogares se come tres veces al día, a en el 2020 asegurar que solo el 68% están teniendo este “lujo”. Ante la grave situación en el país, a la que no es ajena Cartagena, la Arquidiócesis lideró el espacio “La pandemia del hambre”, un conversatorio moderado por el periodista Juan Gossaín, en el que participaron el padre Elkin Mauricio Acevedo, de la Arquidiócesis de Cartagena; Eliana Salas, directora de Cartagena Cómo Vamos; Alejandra Espinosa, directora de Colectivo Traso; Juan Carlos Buitrago, médico cirujano y líder de proyectos del Banco de alimentos, y la nutricionista Olga Jaimes, quienes desde sus experiencias hablaron del panorama, las apuestas y las soluciones al hambre en Cartagena.
Buitrago arrancó la conversación exponiendo las dimensiones del desperdicio de comida en el país, datos claves para ir construyendo una ruta en la misión de reducir el hambre. “Con lo que botamos al año, podríamos darle de comer tres veces al día durante todo el año a toda la población de Luxemburgo, Panamá y Uruguay. Nosotros tenemos casi 7 millones de colombianos en pobreza extrema, podríamos darles comida y sobraría”, detalló.
Aterrizando la situación de pobreza a Cartagena, la directora de Cartagena Cómo Vamos indicó que antes de la pandemia el 34% de la población estaba en pobreza monetaria, y después del confinamiento los datos aumentaron al 48%, es decir, más de 441 mil cartageneros no tienen recursos suficientes para comida, vivienda, entre otros elementos esenciales. “La inseguridad alimentaria también se disparó, pasamos de decir que el 3% de la población no tenía dinero para cubrir su alimentación, a decir que en esas condiciones está el 12%, es decir, 130 mil cartageneros”.
En medio de la grave situación que enfrentan cientos de hogares cartageneros, el papel del sector privado ha sido y sigue siendo esencial, así lo dejó saber la directora de Traso, quien habló de los esfuerzos que se hicieron durante la pandemia y después del paso de la tormenta Iota. “El COVID nos hizo toparnos de frente con el hambre y tuvimos que reaccionar de una manera muy rápida para poder responder y vincularnos a atacar el desabastecimiento de alimentos en la ciudad. El año pasado, en el 2020, el sector empresarial se activó de manera ágil, incluso más rápido que el público, a movilizar ayudas para todas las personas que lo requerían, y cuando hablo del sector privado incluyo a la Pastoral Social, me refiero a fundaciones empresariales, a las empresas, a los ciudadanos, activamos una campaña que se llamó ‘Entre todos nos protegemos’ y se entregaron más de 10 mil paquetes alimentarios para familias de hasta 5 personas con una duración estimada de 8 días. Fue el aporte de 33 empresas y 134 ciudadanos, pero adicionalmente a eso la ciudad fue golpeada por Iota a final de año y se activó nuevamente la campaña, logrando recaudar ayudas que permitieron brindar la atención, que no solo estuvo en alimentos sino en albergues y recuperación de viviendas”.
El esfuerzo titánico de las empresas y gremios por responder a la crisis en Cartagena, dejó lecciones y aprendizajes que dieron como resultado la creación del grupo Recorrido social por Cartagena. “Nos sentamos a conversar porque necesitamos articular para contribuir de manera más contundente, con mayor impacto. Tenemos un camino recorrido, pero aún tenemos retos sociales y necesitamos más entidades sumándose a poder movilizar las ayudas necesarias para mitigar los problemas de hambre, pero también de calidad educativa, violencia intrafamiliar, temas de fondo que no solo nos ayuden a mitigar el hambre sino que también nos ayude a construir capacidades necesarias parta que podamos tener soluciones que generen capacidad en la gente y posibilidad de sostenerse en el tiempo mejorando su nivel de vida”, indicó Espinosa.
El impacto en los niños
Uno de los mayores impactos del hambre está en la primera infancia. Buitrago aseguró que una de las consecuencias del hambre es la desnutrición crónica, y que, según el Dane, en Colombia hay más de 500 mil niños menores de 5 años con desnutrición, “son niños con 14 puntos menos de coeficiente intelectual, que estudian 5 años menos que el promedio, y tienen en su vida adulta 54% menos ingresos, estamos hablando de que tenemos más de 500 mil niños condenados a la pobreza”.
Y precisamente sobre cómo combatir el hambre no solo desde el proveer alimentos sino desde la educación, fue la tesis planteada por la directora de Traso como un derrotero que debe adherirse a la lucha en contra del hambre y la pobreza en Cartagena. “Hay desperdicio de alimentos, sí, y tenemos que trabajar en ese interrogante que tienen muchas comunidades sobre cómo aprovecharlo. Se viene haciendo un trabajo desde el sector empresarial importante, pero requerimos un trabajo de consumo responsable, desde el sector privado hablamos de economía circular, pero todo esto no va a tener resultado si no tenemos una ciudadanía educada a tiempo en la primera infancia donde se trabajen con los niños esas capacidades neurológicas para ser ciudadanos creativos, innovadores, exitosos. Si no arrancamos desde la educación para tener un ciudadano más consciente, nuestros retos tardarán más en superarse”, indicó.
Espinosa fue enfática en asegurar que “el hambre no es solo alimento, es educación, es trabajo digno. Tenemos altos índices de informalidad, la calidad del empleo es precaria, y en una circunstancia posCOVID las obras públicas son necesarias para mejorar la calidad de vida y generar empleo a esa mano de obra no calificada… el llamado a lo público es ver esta necesidad como una oportunidad de oro para darle un sentido muy social. Hay temas que creemos no tienen nada que ver con el hambre, pero tiene todo que ver, por ejemplo, el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) tiene todo que ver con el hambre, una ciudad que tiene claro hacia dónde va eleva el nivel de calidad de empleo, genera oportunidades… oportunidad de tener más manos ayudando a reducir brechas sociales”.
El párroco de la comunidad San Juan Pablo II, el padre Elkin Mauricio Acevedo, aprovechó el espacio para pedir a gremios, la academia y la institucionalidad pública trabajar en equipo, como un gran colectivo, y ponerse “una mano en el corazón y otra en el bolsillo para invertir, que es lo que se necesita”, y recordó una enseñanza del papa Francisco alrededor de un ejercicio que llamó ‘amistad social’. “Es que entendamos que para una ciudad más humana y justa tenemos que apuntarle a que todos aporten según su capacidad y reciba según su necesidad. Es importante que le apuntemos a la disminución de estas situaciones, que podamos tener este espacio para planear y ejecutar acciones”, señaló.