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El maestro de la red: Northon Madrid Picott, un legado que desafió estereotipos

Autora: Laura Bermúdez González,  coautores: Cindy Altamar y Maira Aguirre

En las bulliciosas calles de la ciudad de Cartagena de Indias se teje la intrigante historia de un hombre que desafió las expectativas y dejó una huella imborrable en el mundo del voleibol, Northon Madrid Picott un visionario cuyos pasos
resonaron en las canchas de Bolívar, aunque paradójicamente, nunca se colocó unos zapatos para entrar a una cancha y hacer un remate o un voleo.

“Yo pensaba que para el voleibol era muy pequeño, entonces me fui a estudiar a la Universidad de Antioquia, licenciatura en
Educación Física”

Northon, mejor conocido como “El profe”, nació y se crió en el departamento de Bolívar, especialmente en la ciudad de Cartagena. Famosa por sus deportes tradicionales como el boxeo, béisbol y softbol, dejando por fuera el voleibol ya que
había poco conocimiento sobre este en la ciudad y era considerado un deporte solo para personas blancas, durante los años 60’ y 70’.

Madrid, no encajaba en el estereotipo de jugador de voleibol. Su piel morena y raíz costeña no coincidían con la imagen clásica de los atletas de este deporte.

Debido a esto el decide irse a estudiar a la Universidad de Antioquia, Licenciatura en Educación Física y conoce a Michelle Cavendiel. “Allá conocí a este profesor belga y me especialicé en voleibol con él, yo dije: ¡No puedo quedarme así! Fue cuando me gané una beca para estudiar a Cuba, dónde duré dos años para especializarme en voleibol.” Dijo Northon Madrid sin pensar que se le presentaría más adelante otra oportunidad.

Intrépido y decidido, estaba dispuesto a cruzar océanos y fronteras para seguir estudiando y preparándose. “Al graduarme tuve las mejores calificaciones y me gané otra beca para ir a estudiar en la Unión Soviética y allá conocí a los mejores entrenadores y especialistas en voleibol”, mencionó Madrid. Allí no solo adquirió conocimientos técnicos, sino también cultivó una visión única para el voleibol. Su regreso a Bolívar marcó el inicio de una revolución silenciosa en el deporte regional.

Cómo bien sabemos, todas las carreteras no son rectas, siempre encuentras piedras, huecos, grietas y más, así es la vida, llena de obstáculos que hay que aprender a manejarlos. Así como lo hizo Northon, su familia, la comunidad y sus amigos de carrera, no podían entender cómo un hombre descendiente de raíces negras e indígenas, costeño, cartagenero, de una estatura que no supera los 1,75 mt, se dedicara al voleibol, cuando debería estar practicando deportes “más acordes” a su apariencia. Le decían que debería estar lanzando ganchos en el ring o haciendo home run en un diamante de béisbol.

“Mis amigos de carrera decían que: ¿Cómo un negro costeño entrará a un deporte que era blanco en ese tiempo?
Resonaba el escepticismo. Pero Madrid respondió con una sinfonía de victorias que silenciaron a los incrédulos. “Ellos decían:¿cómo era posible que yo pudiera ganarles? que yo era para que estuviera practicando boxeo o béisbol, que es
para negros.” No necesitaba guantes de boxeo o un bate de béisbol. Madrid Picott tenía el voleibol, y lo tenía bajo control. “Esas palabras resonaron en mi cabeza y yo me echaba a reír. Pero una vez recordé que un maestro mío en Rusia me decía: Tú vas a ser grande en tu país, pero vas a tener muchos enemigos, ¡pero no te preocupes!, para eso estás preparado para vencerlos.” Agregó Madrid, las miradas escépticas y los murmullos no fueron obstáculos suficientes para frenar su pasión.

El sabía que el voleibol no discriminaba, y él tampoco lo haría.
A pesar de no haber sido jugador, Northon se convirtió en un estratega maestro, moldeando talentos y guiando a equipos hacia la grandeza como la Liga de Voleibol de Bolívar. Su dedicación y habilidades excepcionales lo llevaron a ser reconocido como el arquitecto del éxito del voleibol en Bolívar. Logró conquistar títulos, ganarse el respeto de la comunidad voleibolística y desafiar las percepciones arraigadas.

La sorpresa y humildad se mezclaron cuando el coliseo de voleibol en Cartagena, ubicado en el barrio Zaragocilla fue inaugurado en su honor con el nombre de Northon Madrid Picott “El mayor logro ha sido que el coliseo de voleibol llevara mi nombre, ¡jamás pensé en eso!, y eso me causó muchos problemas psicológicos, ¡porque no estaba preparado para recibir ese nombre!, duré dos meses que no salía de mi casa porque en la calle era… ¡Ahí va Northon Madrid, ahí va Northon Madrid!, y eso me ponía mal” refiere el hombre que nunca aspiró a la fama, su objetivo era demostrar que el trabajo más el talento se llegaba al éxito y no solo lo puso a prueba en su vida personal, sino como profesional del voleibol, dejando un legado que desafió estereotipos en el departamento de Bolívar.

“Dos palabras, trabajo, más talento”
Eran las palabras claves que Norton Madrid siempre tenía presente al momento de trabajar con un equipo y él las describe de la siguiente manera: “trabajo es el entrenador, talento es saber escoger la gente que te va a servir. Sí, el trabajo es malo y el talento es bueno, ¡fracasas!, si el talento es malo y el trabajo es bueno, ¡fracasas!… Para triunfar yo: buen trabajo y buenos
talentos, esa es la clave del éxito”.

Este gran precursor del voleibol, aunque algunos lo den por muerto, no por su ausencia física, sino porque su energía incansable y su espíritu pionero ya no se ven en las canchas de voleibol. “Una vez iba en un bus y delante de mí iba una señora leyendo: Hoy microfútbol en el Coliseo Northon Madrid, y el hijo decía: Ese man debe estar más muerto que el
carajo… Yo saqué mi cédula y le dije al niño: ¡Mira ve!, y el niño pegó un salto del susto y dijo: ¡Anda como es posible!”, refiere
Northon entre risas.

Picott ya es un señor que se encuentra en la tercera edad, pero aún se mantiene firme y actualizándose en esta era digital, compartiendo sus conocimientos con expertos del voleibol y otros deportes de Colombia y otros países que acuden a él a
través de la red social WhatsApp.

La historia de Northon Madrid Picott no es solo la de un entrenador, sino la de un visionario que desafió las barreras culturales y dejó un impacto imborrable en la historia del voleibol bolivarense. Su vida es un recordatorio de que la grandeza
puede provenir de los lugares menos esperados, y que el voleibol en Bolívar lleva consigo la huella indeleble de un hombre que desafió todas las probabilidades.