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El oficio de ser mamá

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Por: María Fernanda Martínez

La sociedad nos ha llevado a romantizar tanto la maternidad que si nos piden pensar en la figura de madre ideal, traemos a nuestra mente una mujer perfectamente arreglada, con su bebé quietecito en brazos mamando de sus pechos, mientras el viento ondea sus largos cabellos y una música de cuna suena de fondo para completar la escena idílica.

Pero la realidad es tan diferente. La maternidad es hermosa sí, pero también es sufrida, dolorosa física y emocionalmente, amarga cuando todos te sindican y te dicen qué hacer, es no saber qué tiene el bebé cuando llora incansablemente, es una montaña rusa de emociones y un despojarse de uno mismo para dedicar toda su atención y amor a esa delicada criatura que llegó para cambiarlo todo.

Para empezar, aquellas madres que trabajan de forma independiente deben volver a sus trabajos en el menor tiempo posible para no desestabilizarse económicamente -he conocido casos de algunas que antes del mes postparto ya están en pie de lucha-; y aquellas que sí tienen licencia de maternidad solo cuentan con 18 semanas para recuperarse del puerperio y su multitud de cambios fisiológicos, cimentar las bases de la crianza de su bebé, emprender la travesía de la lactancia materna que para muchas es una misión imposible y aquellas que no cuentan con alguien de su familia, encontrar la persona idónea para dejar al cuidado de su bebé una vez termine este tiempo.

Simultáneamente aprender a conocer esa nueva versión de sí que nació con el bebé. De construirse, hallarse nuevamente. Amarse y recuperarse para poder entregarlo todo por esa nueva vida, por la familia.

Levantarse con determinación luego de noches enteras sin dormir para cumplir con sus deberes. A las que le toca salir de casa estar en el trabajo pensando en qué estará haciendo el bebé, las videollamadas para que recuerde la figura de mamá, dar instrucciones a larga distancia, lidiar con los pechos cargados que “lloran” cuando el niño en casa llora, extraerse leche escondida en el baño de la oficina…

Y las que trabajan en casa es un tratar de concentrarse en los deberes teniendo al bebé cerca llorando, jugando, riendo, haciendo travesuras. Una tarea dificilísima ya que independientemente de con quién estén, siempre van a querer estar con mamá, y no entenderán por qué si está en casa, no la pueden tener solo para ellos.

El oficio de ser mamá es el más sacrificado, pero a la vez hermoso del mundo. El que no tiene retribución económica pero sí el pago más dulce: la sonrisa, los besos y abrazos de ese pequeño que pueden curarlo todo.

Hay muchas maneras de ejercerlo. Lo importante es elegir una que nos permita realizarnos como mujeres y enfocarnos en ser felices. Una mamá feliz le entrega a la sociedad un hijo feliz y útil, capaz de cambiar el mundo, como cambió el de sus padres al nacer.

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