Por: Fernando Ruiz
Quienes amamos a Cartagena esperamos que su gestión sea el inicio de un periodo de crecimiento y oportunidades para los cartageneros.
No recuerdo haber tenido la oportunidad de conocer personalmente al actual alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, y tampoco tuve grandes expectativas con su elección. La verdad, desde hace años algunos colombianos padecemos una amnesia protectora, frente a sucesivas administraciones desastrosas que han dejado en el más completo abandono a nuestra emblemática ciudad amurallada.
Politiquería, corrupción y demagogia son todas las plagas que puede afrontar un territorio, y que también, le han acaecido a Cartagena. En consecuencia, La Heroica también fue objeto de los peores indicadores como el desempleo, la pobreza y la marginación. Lo anterior, además de fenómenos sociales muy complejos, desemboca en la prostitución, la informalidad y el desempleo. Durante las últimas décadas -quienes pasamos parte de nuestro tiempo en esta entrañable ciudad- nos duele esa mezcla infame de opulencia de pocos y deterioro de muchos que ha caracterizado a Cartagena.
Sin embargo, cuando menos se espera, puede renacer la esperanza. Al alcalde Dumek se le está notando su gestión y los propios cartageneros lo expresan en sus calles. De un momento a otro la ciudad se nota más limpia; disminuyó significativamente la exhibición de tráfico sexual y se evidencia -una incipiente pero positiva percepción- de mayor seguridad. Existe una sensación de liderazgo que se destila desde la alcaldía. Hay la disposición de lograr algo de orden (si, el orden es básico en cualquier sociedad y de manera alguna condiciona la libertad) y una convivencia que permita el disfrute de una ciudad donde miles de colombianos y extranjeros llegan atraídos por sus encantos.
Varios son los problemas de Cartagena, pero el mayor de ellos es la inequidad y falta de oportunidades para la población más vulnerable. Es una trágica cantera que alimenta la explotación de menores, la inseguridad y una autodestructiva expoliación del turismo, su gran activo.
El plan de desarrollo cartagenero parece bien concebido. Fue muy importante el aval que el concejo le dio la semana anterior, para que la capital de Bolívar tenga la posibilidad de contratar los créditos necesarios para adelantar las obras más importantes que -hace años espera la ciudad-, como lo son los cuatro intercambiadores viales y la culminación de la vía perimetral para mejorar la movilidad citadina.
No obstante, más relevante y de impacto social para la calidad de vida de los cartageneros más vulnerables, son las actualizaciones y ampliaciones de los acueductos de Barú, Bocachica, zona norte, zona conurbada de Turbaco, Pasacaballo y otras siete zonas de la ciudad. Todos estos dirigidos a cubrir las necesidades de los asentamientos más pobres y cuya intervención se verá reflejada, particularmente, en la salud de los niños que tendrán acceso a agua potable y, en general, en la salud pública de dichas comunidades.
Una fuerte responsabilidad recaerá sobre los hombros del alcalde Dumek porque tendrá que asegurar y garantizar que los viejos vicios de la contratación estatal no afloren y terminen afectando los planes de transformación de la ciudad. Cartagena no aguanta más desilusiones y todas las miradas estarán sobre su ejecución, empezando por el propio gobierno nacional que – dadas las demostraciones de la vicepresidenta Márquez al no invitarlo a la visita de los duques de Sussex a la ciudad- dejó entrever tanto ese sentimiento, como falta de conocimiento de las elementales reglas de deferencia frente a un burgomaestre.
Pero como alcalde, está para responsabilidades mayores. Quienes amamos a Cartagena esperamos que su gestión sea el inicio de un periodo de crecimiento y oportunidades para los cartageneros. En especial, para poder cerrar el sino de las pasadas generaciones -tantos niños que han llegado a adultos y viejos- en el mayor abandono de sus gobernantes.
Columna del exministro Fernando Ruiz, publicada en la Revista Semana.