Por: Bernardo Romero Parra.
De la labor pedagógica que hemos realizado durante años en instituciones educativas a través de la Secretaria de Educación, la Escuela de Gobierno y Liderazgo, donde fui su director 2013-2015, en la Secretarias del Interior o Participación y Desarrollo Social como asesor externo en temas de cultura y competencias ciudadanas recordamos una escena en un grupo de 11° cuando para crear ambiente de aprendizaje hicimos preguntas previas que nos llevaran al análisis del tema a tratar, al interrogar sobre ¿quién era y que significaba para esta ciudad Pedro Romero?, los estudiantes mostraron rostros de sorpresa, después de varios minutos de murmullos intensos, alguien alzo la mano y dijo: “Profe, Pedro Romero el personaje a que Usted se refiere debe ser abuelo o tío suyo, ya que tiene su mismo apellido” , lo cual provoco una carcajada al unísono. Debo confesar que esa pregunta y otras de la situación actual las he repetido en instituciones de educación superior y las respuestas no han sido iguales, pero no satisfactorias.
Lo anterior devela la necesidad de dar a conocer nuestra historia y la orientación para que los habitantes de esta ciudad, en especial los jóvenes tengan pleno dominio sobre el territorio y la comunidad donde viven, para que deje de pasar lo que dijo hace varios años el urbanista español Toni Puig en el teatro Adolfo Mejía: “Quien no conoce a su ciudad, no la puede querer” y eso es lo que sucede en Cartagena como origen a la falta de sentido de pertenencia e indiferencia de muchos conciudadanos por nuestro terruño.
La tarea de la construcción de una nueva ciudadanía que tenga una visión, compromiso y comportamiento solidario de respeto a los derechos de los demás que conviven en el mismo territorio no es fácil, se requiere de la intervención individual y colectiva; desde la casa, la comunidad, las empresas, pero sobre todo de las autoridades, del sector educativo y los medios de comunicación como factores decisivos en el proceso de desaprender las costumbres negativas y reaprender nuevas y mejores formas de convivencia, donde; el respeto sea el común denominador en las relaciones interpersonales; reine la decencia en el actuar, pero también en el hablar; la solidaridad se riegue en la comunidad como la grama en el jardín; se enseñe a trabajar para la superación personal; y se castigue al ladrón que se roba el erario público con la misma severidad con que se castiga a quien se roba un jabón. En la práctica educativa me han preguntado, ¿Pero eso como lo hacemos? Y respondo, iniciemos por nosotros mismos, por ejemplo hoy digámosle a quien podamos porque hoy celebramos un año más de la fundación de nuestra querida ciudad.