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10 septiembre 2023
Tomado de la Revista Diners
Por: Adriana Macias
Hace un par de meses hice unas sesiones de coaching financiero con dos mujeres totalmente distintas, que solo tienen una cosa en común: están hartas de sus deudas. Liliana tiene 26 años, es soltera, vive en Bogotá en la casa de sus padres, le gusta bailar y disfruta de hacer viajes con amigos y familiares; su salario mensual es de tres millones de pesos. Por su parte, Isabella acaba de cumplir 30 años, está casada, tiene dos hijas pequeñas en edad escolar, vive con su esposo en un apartamento alquilado en Ibagué, les gusta salir a comer y viajan algunas veces al año a la finca de sus suegros en el Meta; los ingresos familiares son de cinco millones de pesos mensuales.
Liliana sufre porque cerca del 80 % de su sueldo se le va para el pago de deudas varias, aunque la principal es la cuota del Icetex y la segunda en importancia es la de la tarjeta de crédito. “A ese ritmo, siento que nunca voy a poder independizarme de mis papás o hacer una especialización”, me dijo entre lágrimas de angustia.
Isabella y su esposo gastan el 40 % de su ingreso en pagar la deuda del carro que compraron hace dos años, y además están reportados en centrales de riesgo porque hace algunos meses dejaron de cumplir sus obligaciones con cinco bancos. “Nuestro sueño es comprar un apartamento para dejarles algo a las niñas, pero tenemos tantas deudas vencidas que cada vez lo vemos más lejano”, reconoció en la primera sesión.
A la pregunta de cómo llegaron allí, ninguna pudo responder con claridad. Pero lo que realmente me preocupó fue la cara de yo no fui de las dos cuando les pedí que me hicieran un recuento de cuánto debían, a quién, a qué tasa, cuánto pagaban de seguro y cuántos años les faltaban por pagar. La única información que tenían más o menos clara era el valor de la cuota, porque era la cuchillada que les sacaba de la billetera su preciado dinero.
Eso le ocurre al 99 % de quienes están endeudados. ¿Por qué pasa esto? El cerebro está diseñado para protegernos de amenazas reales o imaginarias, y dado que la deuda nos va a producir dolor y malestar emocional, nuestro comportamiento es evitar leer el extracto o hablar del tema con la familia; incluso muchos se enojan cuando les mencionan el asunto.
Así que la famosa escena de película en la que una persona con problemas económicos acumula las notificaciones de los bancos sin abrirlas es totalmente real. Y muchas deciden incluso quemarlas y seguir su vida como si nada fuera a pasar.
La mala noticia es que sí pueden suceder cosas peores que no tener acceso al sistema financiero por los reportes negativos. Una de las consecuencias más extremas es perder la vida por deudas con los infames “gota a gota”, como le ocurrió a un cantante de salsa en Cali hace algunos años, o incluso llegar al suicidio, como se ha reportado algunas veces en los medios de comunicación.
Lo usual es que quienes tienen deudas, al día o vencidas, sienten que esa situación no los deja progresar en la vida; esa sensación de estar atascados es muy frustrante, hasta el punto de que muchas veces los mantiene en un estado de zozobra y estrés permanente. ¿Qué hacen algunos para olvidarse de esa pena? Pues irse de shopping o vivir experiencias con más deuda.
El problema de no pagar las deudas
Endeudarse se convierte así en un hábito, en un estilo de vida en el que nos anestesiamos comprando cosas o experiencias con dinero plástico o con crédito rotativo para olvidarnos del dolor que nos ocasiona deshacernos de nuestro dinero cuando llega el salario. Es como la famosa carrera de la rata en la rueda: corre y corre sin lograr ir a ninguna parte. Lo único que puede suceder es que, después de dar su máximo esfuerzo, colapse y caiga rendida… o muerta.
“¡Adiós a las deudas!”. Así se llama un programa que hace poco más de tres años tomó Ana María Neiza, mentora y coach financiera. Su crisis se detonó durante el proceso de divorcio. “Hasta ese momento, yo pensaba que mi vida era normal: tenía un buen sueldo, pero me endeudaba para viajar y comprar cosas, cuando en realidad lo que hacía era ocultar mi insatisfacción personal y compensar con cosas materiales lo que no me gustaba de mi vida”, reconoce hoy con sinceridad.
Aun cuando su situación no era crítica y podía honrar sus obligaciones cada mes, Ana María se percató de que el problema se podía complicar si no le ponía coto. “Con el curso que tomé, me di cuenta de que no administraba bien mi dinero y decidí hacer algo al respecto. Simplifiqué mi estilo de vida, pero sin sacrificar calidad; comencé a ahorrar y apliqué varias metodologías para empezar a saldar mis deudas más rápido”.
Durante el proceso, también tomó el curso “Dinero consciente”, que dicta la coach e influencer Nathalia Barón, en el que se conecta la vida financiera de las personas con sus creencias y sus historias familiares para encontrar las raíces del hábito de endeudarse. ¿Suena muy esotérico? Puede que sí, pero en el curso y en su libro, que se llama igual, Barón explica una metodología muy efectiva para el pago de deudas que se llama bola de nieve. “Esta metodología ha sido avalada por la Universidad de Harvard como la más efectiva para pagar nuestras obligaciones”, sentencia la coach en su cuenta de Instagram.
Aproveche la bola de nieve para pagar las deudas
Jaiber Pérez es experto en finanzas personales e inversiones, dicta el curso “La ciencia oculta del dinero” en Hotmart y tiene cerca de 270.000 seguidores en Instagram. Él afirma que los mayores problemas financieros de las personas se derivan del mal manejo de las tarjetas de crédito. “No todo es malo en las tarjetas, porque podemos acumular puntos o acceder a algunos beneficios, pero no podemos ser emocionales con ellas”, advierte.
Nathalia y Jaiber coinciden en afirmar que el primer paso para mejorar la vida financiera es conocer cuál es el estado actual de todas las deudas: banco o nombre de la deuda, saldo total de la deuda, cuota mensual mínima y cuotas pendientes. ¿Duele? Claro que sí, pero es necesario enfrentar ese dolor para reconocer que se tiene un problema, concientizarse de ello y hacerse cargo de resolverlo.
Con la información de los extractos en la mano, se organiza una lista en Excel teniendo en cuenta el valor del saldo por pagar de cada deuda, organizándolo de menor a mayor. Con todo el panorama claro, es clave revisar la manera de generar flujo de caja adicional para apalancar el plan de pagos que se va a ejecutar, para lo cual es vital evaluar opciones de compra de cartera que permitan obtener unas tasas más bajas, por ejemplo, así como también generar ingresos adicionales e implementar estrategias de simplificación que no afecten la calidad de vida de la familia.
Con más efectivo disponible, ya es viable iniciar el proceso de aceleración de pago de deuda. “La bola de nieve se organiza con base en el monto adeudado, con el propósito de programar el pago acelerado; lo ideal es empezar por las deudas con el saldo más bajo, no por las cuotas más pequeñas”, dice Pérez.
Para comenzar, el influencer sugiere pagar el doble del valor de la cuota de esa deuda más baja, con el fin de disminuir a la mitad el tiempo que se tomará pagarla si solo se abona el saldo mínimo. “Si el saldo de la deuda más pequeña es de dos millones, la cuota mínima es de $200.000 y faltan doce cuotas por pagar, lo que se debe hacer es pagar una cuota de $400.000 para bajar a seis meses el tiempo. Esto también permite ahorrar intereses, que son los más costosos, porque en las tarjetas de crédito están pegados a la tasa de usura”, explica Pérez.
A su vez, Ana María Neiza señala que esta metodología produce un impacto psicológico importante porque ayuda a tener victorias tempranas, que le generan sensación de logro a la persona empeñada en salir de deudas y la motivan a continuar en su plan de pago acelerado de deuda. “Arrancar con una meta muy alta puede desmotivar más rápido; en cambio, comenzar pagando una deuda pequeña produce empoderamiento, sin tanto sacrificio”, explica.
Sin embargo, el plan no para allí. Una vez que se ha pagado la deuda más pequeña en la mitad del tiempo establecido, el valor de la cuota que se pagó se debe sumar a la cuota de la siguiente deuda presente en la lista. Entonces, de acuerdo con el ejemplo citado, los $400.000 que se pagaban se deben sumar a la cuota de la siguiente deuda más pequeña en la lista. Si suponemos que la deuda es de $3 millones y la cuota mínima de esa deuda es de $250.000, con un plazo de catorce meses, se deberían comenzar a abonar $650.000 mensuales, lo que permitiría pagar esa obligación en un periodo promedio de seis meses.
El término bola de nieve surge del efecto multiplicador que se produce cuando se van sumando los montos que ayudaron a pagar las deudas más pequeñas. “Para que la metodología funcione es fundamental que la persona vaya cancelando las tarjetas que ya pagó, o que cierre los créditos que tenía o les baje el cupo, porque no hace nada si libera cupo y vuelve a endeudarse”, advierte Pérez.
Pilas con la avalancha
Existe un segundo método, mucho más racional, para cortarles de una vez la cabeza a las deudas: se llama avalancha. Esta opción es más conveniente para quienes ya empezaron la ruta de la bola de nieve, están motivados, han liberado flujo de caja y están dispuestos a hacer lo necesario para cambiar su situación financiera.
“Si la persona tiene deudas diversas, a tasas muy altas y plazos largos, debería pensar en incorporar la avalancha porque este va a ser el camino que le permitirá cortar el desangre de los intereses, aunque no tiene la recompensa psicológica que sí aporta la bola de nieve”, dice Ana María Neiza.
En este caso, se debe comenzar también con el extracto de todas las deudas, pero el orden se asigna según la tasa de interés, dándoles prioridad a las obligaciones que tienen los intereses más altos. Generalmente, son las tarjetas de crédito las que aparecen primero, luego los créditos de libre inversión y después vendrán los créditos hipotecarios, que suelen tener tasas más bajas.
La deuda más cara recibirá toda la atención; si tiene dos créditos con la misma tasa, debe darle prioridad al que tiene el mayor capital pendiente de pago y luego al de mayor monto. Con la lista clara, establezca la capacidad de abonos extraordinarios mensuales que puede hacer a esa primera deuda, buscando por lo menos triplicar el valor de la cuota mínima.
Durante el proceso de avalancha solamente se abonan las cuotas mínimas a las demás deudas para liberar flujo de caja y canalizarlo al crédito priorizado. Una vez saneada esa primera obligación, se pasa a la segunda, procurando mantener el mismo monto extraordinario que se dedicó a pagar la primera deuda más la cuota mínima, de tal modo que se multiplique el efecto.
¿Será complejo? Claro, va a exigir mucha disciplina para no desfallecer en el proceso, pero si se tienen claras las motivaciones y las metas financieras será un poco más sencillo avanzar.
Neiza reconoce que la técnica suena simple, pero ejecutarla es todo un desafío. “Yo conocía la teoría de la bola de nieve y sabía cómo hacerlo, pero manejar la emoción para avanzar en el plan de pagos y evitar volver a tomar deudas cuando liberaba los cupos era complicado, todo un reto”, sostiene.
¿Cómo dar el primer paso? Como ocurre con las adicciones, lo primordial es reconocer que se tiene un problema, especialmente cuando el mismo día que recibimos el sueldo tenemos claro que no nos va a alcanzar lo que quedó para cubrir los gastos de vida porque las obligaciones financieras se llevaron más del 50 % de nuestros ingresos.
“Yo tenía la creencia de que me merecía las cosas que compraba o los viajes que hacía, pero cuando revalué lo que estaba pasando me di cuenta de que no merecía vivir pagándole intereses a un banco por algo que ya había consumido tres o cuatro años atrás”, puntualiza la coach.