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Grandeza en la victoria, gallardía en la derrota

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Por: Germán Danilo Hernández

Independientemente de las altisonantes reacciones de algunos, con desmedidos cuestionamientos a quienes eligieron el domingo pasado al nuevo presidente de los colombianos, Gustavo Petro,  y de aisladas demostraciones de triunfalismo revanchista, la dirigencia política del país está mostrando grandeza tanto en la victoria como en la derrota.

Contrario a lo que esperaban muchos de sus detractores, los discursos del Presidente electo y de la Vicepresidenta Francia Márquez fueron marcados de principio a fin por un ánimo conciliador e incluyente, desprovistos de arrogancias o de anuncios apocalípticos.  En el mismo sentido de prudencia y cordura reaccionaron los principales perdedores de la jornada: el Ingeniero Rodolfo Hernández, quien reconoció tempranamente en los mejores términos el triunfo de su oponente, y  el expresidente Álvaro Uribe, quien admitió sin ambages  que “Para defender la democracia es menester acatarla. Gustavo Petro es el Presidente. Que nos guíe un sentimiento: primero Colombia”.

Pronunciamientos similares circularon en redes sociales por parte de congresistas y mandatarios departamentales y municipales, incluyendo al Gobernador de Bolívar Vicente Blel y a su hermana la Senadora Nadia, quienes estando en corrientes políticamente adversas al ganador, lo felicitaron por su triunfo e hicieron llamados al respeto y unión de los ciudadanos.

Es eso lo que corresponde en el ejercicio de una democracia. Los actos de cordura y de sensatez contribuyen a decantar el ambiente enrarecido que vivió el país por cuenta de interpretaciones genuinas, pero también por miedos infundados y  prefabricados anuncios sobre hecatombe económica y social por la eventual llegada de un supuesto modelo comunista que arrasaría con el país.

A riesgo de seguir siendo calificado por algunos amigos contradictores como “ingenuo”, tengo la certeza de que el nuevo Presidente, con sus defectos y virtudes, representa un ala de la izquierda moderada, que respeta y cree en la democracia; que no sacará en estampida a los empresarios, que no será un expropiador, y que seguirá una línea similar a las de Ignacio Lula en Brasil, Rafael Correa  en Ecuador, Pepe Mujica en Uruguay, o de Gabriel Boric en Chile,  apartándose de las experiencias de poder en Venezuela y Nicaragua.

Petro no tendrá un camino fácil, son tantas y acumuladas las necesidades y problemáticas sociales del país, que hace falta mucho más que buena voluntad para superarlas. Necesitará del concurso de múltiples sectores, de prudencia, moderación, y de construcción de puentes con esa otra mitad del país que no confía en él. Su primera declaración como mandatario electo fue la mejor señal: “el cambio consiste precisamente en dejar el odio y el sectarismo atrás”. Se necesita gallardía para decirlo y para comprenderlo.

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