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Por: Freddy Machado
En medio del goce, a algún artista se le ocurrió nombrar a un amigo, bien como una invitación a compartir o como una señal de complicidad. Luego, el hallazgo se repitió en las grabaciones de las disqueras y en ese momento nació la “Coba” con “b” y que según el diccionario de la RAE, significa: “halago o adulación fingidos” La Coba es un momento de recreo del músico en el que nos muestra toda su autenticidad.
Sin embargo, la coba no sólo es un saludo, también puede ser un referente de calidad. Es más, puede emplearse como un mensaje de agradecimiento o para crear un sello distintivo. Los saludos pueden hacerse con ánimo de lucro o para sorprender a un amigo y hasta a manera de chanza.
Unas veces la coba se hace como un reconocimiento y otras veces el saludo termina siendo un amuleto que se repite por intuición. La coba puede ser forzada o puede surgir en forma espontánea y, precisamente, estos últimos son los saludos más sentidos.
Sin duda, en la canción El Preso de Fruko nos resulta refrescante e inigualable evocar esa voz que se auto nombra y que anuncia “Te hablo desde la prisión: Wilson Manyoma”.
Lo mismo sucede con “Maelo Ruiz” que repetidamente musicaliza su nombre para reafirma su estilo y sello de origen.
Es posible que los destinatarios de una coba prefiera el anonimato y no gusten de mención alguna pero esa no es la regla general pues la mayoría prefiere que se les resalte sus nombres e incluso, muchos fanáticos se desviven porque su artista favorito los tenga en cuenta y hasta reclaman que se anuncie su ciudad para evitar equívocos u homónimos.
Y sí que se generan complicidades pues en muchas canciones se escuchan cobas y casi siempre desconocemos tanto al destinatario como la razón del saludo pero, a medida que la canción se populariza, esos nombres se nos vuelven familiares.
El impacto de una coba produce efectos e historias extraordinarias. Por ello, a manera de ejemplo, me permito citar dos crónicas, las que guardan relación con la música jíbara muy de moda en los años 70 en Cartagena y sobre la vida y obra de Diomedes Díaz (1.- https://aceraizquierda.wordpress.com/2012/11/14/oye-cartagena-lo-mucho-que-yo-te-quiero/ y 2.-
En los años 70’s, cuando la música jíbara estaban en todo su esplendor en Cartagena, nos cuenta el escritor Frank Patiño que el cantante German Rosario en la canción “Debajo de un mosquitero” expresó con exactitud : “Oye, Cartagena, lo mucho que yo te quiero” y en nuestra ciudad se juraba -y se rejuraba- que tal mención correspondía a un saludo a los nativos del “corralito de piedra”. Pero no, el mensaje estaba dirigido al intérprete del güiro Paquito Cartagena. A su vez, muy sentida es la anécdota de Claudio Mendoza cuyo relato realiza Fabio Fernando Mendoza y que nos muestra la gratitud de un artista hacia su mecenas de provincia.
Un apellido muy “pegado” en la música popular es el de Quessep y que se impuso con el auge de la música Champeta, especialmente por el empuje del genial Sayayin. Todo empezó con Paola, esa fémina que se juraba la última Coca-Cola y que “la vieron con Quessep”, ciudadano del que se dice “la pone donde es…”
Pero también se abusa y se derrocha de los saludos, como sucede con tantos Vallenatos. Es tan exagerado y tan forzoso ese ejercicio que muchos hemos llegado a considerar que una canción vallenato que no incluya un saludo, no tiene vocación de éxito. Lo mismo sucede con la Champeta, género musical donde se saluda, con el mismo impulso, hasta tres personas al tiempo y ni que decir de las menciones que se hacen en los bailes de pikó, esos bailes son una fiesta de saludos y de hermandad desde que inicia el “Aquí suenaaaaa” de Mike Char.
En fin, no podemos juzgar ni prejuzgar la fortaleza o la intrascendencia de la coba pero, admitimos que nos produce envidia de la buena cuando un artista hace un guiño y menciona aún desconocido. José Quessep ha dicho: “lo malo no es la coba sino que no te mencionen”, y puede que tenga razón. Eso va…