Carlos Pizarro Leongómez, un nombre que evoca valor y transformación, fue un líder cuya vida fue truncada antes de que pudiera completar su misión. Como candidato presidencial, Pizarro simbolizaba una promesa de cambio que muchos colombianos anhelaban. Sin embargo, su camino fue abruptamente interrumpido, y su legado quedó en manos de quienes, como sus hijos, claman por la verdad y la justicia.
El reciente reconocimiento de la responsabilidad en su pérdida es un paso crucial hacia la verdad. Sin embargo, no es suficiente. La familia de Pizarro, junto con muchos otros, espera que lo sucedido se esclarezca completamente y que la verdad sea revelada en su totalidad. Es un llamado a no olvidar, a no permitir que las sombras del pasado oculten las lecciones que debemos aprender para evitar la repetición de tales tragedias.
Las palabras «justicia» y «no repetición» resuenan con una urgencia que no podemos ignorar. No se trata solo de honrar la memoria de Carlos Pizarro, sino de garantizar un futuro en el que tales eventos no se repitan. Es un recordatorio de que las promesas de cambio deben ser respaldadas por acciones concretas y un compromiso con la verdad.