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Las infames y peligrosas deep fakes

Por: José Consuegra

Nos corresponde aprender a evaluarlas de manera crítica, analizar todos los puntos de vista y, aunque no sea un ejercicio infalible, siempre tratar de buscar las fuentes más confiables. De la misma forma, es mejor no replicarlas si su autenticidad está en duda. Más allá de lo que pueda hacer la opinión pública, a los gobiernos y a los administradores responsables de las plataformas digitales y las redes sociales les corresponde dilucidar a fondo la problemática e implementar los controles requeridos.

Ya no solamente están a la orden del día los fake news, esos contenidos noticiosos falsos a través de los cuales se engaña sobre cualquier tema a la opinión pública y que son divulgados y replicados sin ningún control en las redes sociales. Además, en los últimos años también se han popularizado las peligrosas deep fakes, imágenes fotográficas o de video ficticias, generadas con inteligencia artificial, —ahora, incluso, a partir de instrucciones de texto—, que pueden ser hiperrealistas, a tal punto que resulta casi imposible discernir su veracidad.

El futbolista Luis Díaz es una de las recientes víctimas famosas de los usos malintencionados de estas tecnologías. En las últimas semanas circuló en redes sociales un video en el que se usa su imagen y su voz, suplantando su identidad, para promover un proyecto social que, en realidad, se trataba de una estafa.

Otro caso reciente fue la divulgación masiva de imágenes pornográficas falsas de la artista estadounidense Taylor Swift, creadas a partir de un reto en un foro de un sitio web y que terminaron viralizadas en redes sociales. Reconocidos personajes públicos como la ex primera dama de EE. UU., Michelle Obama; la cantante española Rosalía, entre otras, también han sido objeto de estas manipulaciones, exponiéndolas a supuestas actividades de carácter sexual.

Hoy, por la altísima velocidad y la carencia de control de veracidad con las que circulan las informaciones a través de las plataformas digitales y las redes sociales, los contenidos de cualquier índole, bien sean veraces o falsos, llegan a la ciudadanía sin filtros, con el riesgo de avasallar la honra de personas o instituciones.

“La gente ya no sabe lo que es real y lo que es falso, muchos han dejado de creer. Y eso es incluso más peligroso». Esta sentencia vehemente y tajante es de la activista contra las noticias falsas Olga Yurkova, quien ha venido alertando acerca de los riesgos de la información ficticia para la democracia y la sociedad en general.

Por ello, como receptores de este mare magnum de informaciones, nos corresponde aprender a evaluarlas de manera crítica, analizar todos los puntos de vista y, aunque no sea un ejercicio infalible, siempre tratar de buscar las fuentes más confiables. De la misma forma, es mejor no replicarlas si su autenticidad está en duda. Más allá de lo que pueda hacer la opinión pública, a los gobiernos y a los administradores responsables de las plataformas digitales y las redes sociales les corresponde dilucidar a fondo la problemática e implementar los controles requeridos.