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Los amores, los penalistas, la reforma penitenciaría y Macondo siempre presentes

Por: Freddy Machado

“…una multa de cemento mañana vas a pagar/ por intento de homicidio a la primera autoridad” -Adolfo Pacheco (1940-2023)-

En estos días, en un auditorio de jóvenes estudiantes de derecho, me preguntaba: ¿El derecho penal te escoge o eres tu quien escoge la especialidad? .Es más, como sucede en los eventos de dolo eventual, esa selección la dejamos al azar o son probabilidades de la culpa con representación, por aquello de que no existe la intención pero terminamos involucrados….

En ese ejercicio, de manera provisional, concluyo que es una relación semejante al noviazgo, y desde el inicio, de modo imperceptible, está presente cierta “química”. Esa conexión con el derecho penal, muchos estudiantes ya la traen desde que se matriculan en la facultad de derecho porque en su imaginario están esas grandes películas de Hollywood, las series de televisión y hasta nuestra macondiana realidad nacional en la que últimamente abundan tantos procesos mediáticos en los que se popularizan los abogados protagonistas y hasta los señores fiscales y jueces.

En todo caso, quien se inicia en el derecho penal debe tener un buen porcentaje de confianza en sí mismo pues son muy complejos sus roles (acusar, defender o juzgar) en atención a todos los efectos y el impacto que tal gestión genera para el disfrute efectivo de los derechos fundamentales del acusado. Esa confianza de la que hablamos, es la misma que habita en el valiente enamorado que en un momento de audacia se le da por poner una primera cita a su anhelada dama y luego deberá soportar esa deliciosa espera en la que una vez llegado el día, podrá saber si su amada cumple con la convocatoria.

Y el derecho penal, que es cómplice, siempre nos cumple la cita.

La ciencia de Carrara, como muchos noviazgos, se conecta de tres maneras… La primera, en forma de amor a primera vista. La segunda, con el paso de los días pues poco a poco, sin darnos cuenta, nos seduce y nos gana por puntos pues de manera flamante se posiciona en el tribunal supremo de nuestras preferencias y la tercera, por antojo, capricho o por una excelente referencia. Esto último se presenta cuando tenemos el privilegio de asistir a clases o a una conferencia donde una voz autorizada despliega y nos muestra toda su magia -desde Beccaria hasta los alemanes- como lo suele hacer el gran Nodier Agudelo.

En Colombia contamos con excelentes maestros de derecho penal y otros, como Reyes Echandía, tristemente desaparecido en los nefastos sucesos del Palacio de Justicia en 1985.

Y, a la mejor manera de la comunicabilidad de las circunstancias personales que se predican del autor, recibimos ese influjo potente que te conecta con el espíritu de los sabedores de esta especialidad. Entonces fluye esa ambición o esas ganas por indagar y conocer las mejores jurisprudencias, asi como ese afán por asistir a los foros donde se discutan temas relevantes para el derecho penal. Es obvio que toda esa información se debe complementar con escenarios donde la ciencia penal se pone en practica como son esos juicios orales u otras audiencias en las que brilla la chispa de un excelente interrogatorio/contrainterrogatorio o de unos alegatos que desbaraten, de principio a fin, la exposición del colega adversario con razonamientos lógicos y ponderados.

Desde luego que no podemos perder de vista que, el derecho penal lleva implícito la tragedia del procesado, de quien se tenía noticias era el único protagonista conocido, pero que hoy, con el paso de los años, ese protagonismo lo comparte con las víctimas, las que también viven otra sin igual tragedia. Quizás por eso el penalista tiene un plus dado que sus estudios se centran en el comportamiento y la condición humana.

Y nunca un penalista deja de indagar el porqué si existe una motivación para no delinquir (Código Penal) se desatiende flagrantemente. Este conflicto es muy antiguo y se remonta a los origen de la civilización. Lo peor es que en nuestra evolución social, muy a pesar de los significativos avances tecnológicos, la cárcel se mantiene vigente como el método mas óptimo para castigar a los infractores de la ley penal.

Desde la antigüedad la cárcel se tenía como castigo.

A propósito del presente contexto, en estos días el Ministro Osuna viene tramitando una reforma al sistema penitenciario y los penalistas venimos haciendo un seguimiento a este nuevo orden de cosas pues somos conscientes que nuestras cárceles no están resocializando a los internos y poco o nada ha importado a los gobiernos anteriores el estado de cosas inconstitucionales en nuestros centros penitenciarios. Muchas veces, en la cotidianidad, el juez se asusta más que los procesados cuando se los encuentran en los semáforos en sus labores de “limpiavidrios -o en otras tareas-, sin observar que están cobijados con una medida de detención domiciliaria.

Sin duda, todos estos desencuentros son la expresión de un macondo profundo que se hace presente pero, independientemente de ello, los penalistas estamos en el deber de tomar posiciones respecto al tema penitenciario. El futuro no está muy claro en esa materia y se hace urgente entrar a “limpiar el vidrio” o hacer aportes importantes para depurar un proyecto de ley que tiene una visión más audaz respecto a una propuesta de humanización de la política penitenciaria. El país se merece una mejor suerte en esta causa.