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Los discursos del odio

Por: Germán Danilo Hernández 

El concepto “discurso del odio” hace referencia a la acción comunicativa a través de la cual se propone posicionar un dogma o ideología, sobre la base del descrédito y discriminación de otras personas o grupos, mediante la estigmatización o estereotipos por razones de origen, “raza” , color,  edad, discapacidad, lengua, religión  creencias, género,  orientación sexual o afinidades políticas;  procurando incidir de manera deliberada en los interlocutores, para que  ejecuten acciones destructivas contra éstos.

A nivel universal se ha avanzado algo en el intento de regulación legal en el uso de este discurso, del cual se han apropiado líderes de diferentes tendencias ideológicas, sin admitir públicamente su propósito, y que por el contrario acusan a otros sectores de ser sus promotores. No obstante, la vigencia de derechos universales, incluyendo el de la libertad de expresión, hace casi imposible establecer controles a la difusión de arremetidas discursivas que sientan las bases para confrontación y violencia de diverso origen.

Por su larga historia de conflictos políticos y sociales, Colombia es territorio fértil para la construcción de discursos de odio y paz, pero desafortunadamente prevalecen los primeros, lo que ha motivado en buena parte la condición cíclica de la violencia en nuestro territorio. Éstos han propiciado guerras, masacres, desplazamientos forzados y todo tipo de atentados contra la vida y la dignidad humana. 

La proximidad de la contienda electoral exacerba las intenciones de algunos grupos de aniquilar a otros, y cada uno de ellos encuentra razones para sentirse con suficiente autoridad para imponer su doctrina, Desde orillas ideológicas opuestas, hacen énfasis en recordar las “atrocidades” que representan el pasado de algunos de sus protagonistas, sus públicas o inéditas acciones legales o inmorales, a lo que los señalados  responden que son víctimas del  “discurso del odio”. Como las acusaciones y señalamientos van en varias direcciones, nos encontramos  entonces no frente a uno, sino ante múltiples discursos de odios.

La derecha acusa a la izquierda de promover el odio, la izquierda le devuelve el calificativo acusándole no solo de promoverlo sino de practicarlo de manera recurrente; los del centro acusan a los dos sectores de odiarse demasiado, mientras los independientes acusan al centro de tener afinidades con algunos odios, y éstos  también reciben sus dosis de señalamientos.

Como antecedente al énfasis discursivo de esta campaña, Colombia exhibe la “estrategia del miedo”; a pesar de sus hilos conectores, ésta resulta un tanto menos peligrosa, en la medida en que la primera apuntaba a un voto preventivo, mientras que el discurso del odio pretende de manera velada o soterrada, llamar a la aniquilación del contrario, no solamente mediante el ejercicio del voto.

Ojalá el elector pensante, comprenda la dimensión del riesgo que ese ejercicio discursivo implica, y que no caiga en su seducción, independientemente de quienes sean sus promotores.