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Los judicantes

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Por: Freddy Machado

Un sencillo homenaje a quienes son -o han sido- judicantes en la rama judicial.

Un judicante es un empleado más: i) Cumple horarios; ii) Tiene carga laboral; iii) Inicia -si no lo ha hecho- su adicción por el café; iv) Es consultor obligado en temas de tecnología y v) Por lo general, se estresa y sufre con la congestión laboral, como lo hacen los servidores judiciales en el ejercicio de su misión.

La judicatura está en mora de reconocer (y compensar económicamente) esa loable labor que realizan estos abnegados “jóvenes” que apenas se asoman al derecho y que llegan con todos sus bríos a los tribunales, juzgados y fiscalías.

La nostalgia nos embarga siempre que posesionamos a un judicante pues nos reencontramos en cada uno de sus asombros, en sus limitaciones y en la dinámica de las tareas encomendadas (¿qué es eso del efecto de las apelaciones?; ¿por qué con la imputación se interrumpe el término de prescripción de la acción penal?; ¿cómo así que en casos de prórroga de competencia el juez penal especializado es superior al juez penal del circuito?; ¿por qué el recurso de reposición no procede en caso de las sentencias?; ¿quién recibió ese memorial y no lo tramitó?, etc.)

Y es que siempre terminamos reencontrándonos en cada judicante pues ellos llegan con las mismas ilusiones y con las mismas expectativas con las que en su momento nosotros también experimentamos. Ellos son un “retrato” exacto de esos días cuando egresamos de la facultad y cuando también solíamos ser necios e irreverentes “contra el mundo” y en especial, porque subestimábamos -sin mayores elementos de juicio- a esos servidores con un prestigio consolidado, aunque después termináramos reculando, a la mejor manera de Radbruch.

Si existe algo que caracteriza a un judicante es que tienen muchos parágrafos, numerales, literales e incisos dando vueltas en su cabeza sin articular todo ese mar de conocimientos con la práctica judicial y por el hecho de deambulan muy ansiosos con ganas de enfrentar ese monstruo de mil cabezas que es el ejercicio profesional.

En el desempeño de sus labores, el judicante le inyecta al despacho escogido para sus prácticas, no solo su energía y su positivismo, sino también, esas ganas de hacer bien las cosas. Su sentido de pertenencia y su compromiso, son cosas de admirar. Incluso, muchas veces se llega a abusar de su nobleza y se les recarga de trabajo.

La mejor cualidad de un judicante es “la prudencia”, esa misma que “hace verdaderos sabios” pues un practicante locuaz e indiscreto, está llamado a perder el voto de confianza del equipo de trabajo. La judicatura es la más excelente oportunidad para crecer, madurar, tener conciencia que la congestión judicial no es ciencia ficción y convertirse en un buen abogado.

La judicatura es la mejor escuela para un profesional del derecho…

Un buen abogado es aquel que no es mezquino en divulgar sus conocimientos, porque cree y está convencido que la suficiencia y la evolución de la ciencia del buen Justiniano, está determinada por el flujo y reflujo de los conceptos. Un abogado tiene la obligación de estudiar y actualizarse, no para jactarse de ello ante sus colegas sino para prestar un mejor servicio. Es más: un buen abogado ambiciona tener excelentes contradictores para dar más de sí y afinar en su argumentación.

Este sencillo homenaje, me permite decirles: adelante señores judicantes… Su labor es relevante y solo hasta ahora han podido conocer a plenitud que en ninguna facultad de derecho te enseñan a interactuar con los usuarios ni a experimentar teniendo como referentes las audiencias en vivo -nada de simulacros- y menos, a trabajar al límite ante la inminencia de un vencimiento de términos.

La judicatura te atrapa y es capaz de hacer nacer en tí esa pasión por el quehacer de la rama judicial y de todas esas inquietudes, surge la vocación que te lleva a aspirar en un mañana, a convertirte en un servidor judicial. Entonces, en tu rol de servidor judicial, serás intensamente feliz, recordando que tu sueño empezó en esa época lejana en la que despectivamente todo el mundo te llamaba : “el judicante”.

 

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