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Machado murió en septiembre (1938 – 2023)

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Por: Freddy Machado

In memoriam.

El número 15 del BIC, en los campeonatos de softbol interbancarios, ya no está. Se fue en el mes de septiembre de 2023, justo dos meses antes de su cumpleaños. Papá era un auténtico y verdadero escorpión, y como todo un escorpión de raza, se caracterizaba por su temperamento fuerte. Con los años, el viejo se fue atemperando hasta el punto de que los nietos, no conocieron esa faceta del abuelo. Un abuelo excepcional.

El viejo era un hombre muy inteligente y metódico, a la manera del jugador de dominó que conoce a plenitud la mecánica y los secretos de ese juego. Incluso, era un jugador capaz de asumir en una partida -con audacia-, el riesgo de acumular sus “dobles” para contribuir con el triunfo de su compañero de juego.

La mesa de dominó en las noches, en la esquina de los Fragoso, era una tradición. Era el club de los fundadores del Alto Bosque. De niño, los miembros del club nos veían llegar y su saludo era: “Silencio. El dominó lo inventó un mudo”. Les decía que el viejo se fue en ese septiembre negro del 2023 y era un sobreviviente de la pandemia de COVID-19. Con la noticia de su partida, lo lloré en silencio -y en solitario- pues como el vallenato de Camilo Namén: “El día de su muerte yo estaba tan lejos que no pude verlo ni cómo moría”. Qué cosas: antes vivía cuestionando a esos seres que suelen llorar en los lugares públicos pero, ahora los entiendo, después de experimentar el llanto “a moco tendido” encaramado en un Avianca y a más de 10. 000 pies de altura.

La muerte de papá me sorprendió en Bogotá.

El viejo Machado era mi amigo y un excelente cómplice. Me unía, con el viejo, toda una vida de admiración y muchos momentos juntos. A su vez, Machado se sentía orgulloso de sus hijos (Los Machaditos) y exageraba, jactándose del éxito de los suyos y de su buena crianza. Era feliz pues con mucho esfuerzo, los había hecho profesionales a pesar de sus limitados ingresos como empleado bancario. Incluso, creo que papá abusaba de ese orgullo. El viejo festejaba su logro con fervor y ante sus amigos, y recuerdo que le vivía diciendo: – “bájale a eso”. Se lo decía pues en muchos diciembres la casa del Alto Bosque se quedaba sin pintar y eso no hablaba bien de sus “profesionales”.

En el Caribe, arreglar la casa al final de año, es una tradición.

Lo único cierto es que la casa del Alto Bosque siempre ha sido un “barril sin fondo” en materia de gastos para su mantenimiento. El ingeniero de suelos, Antonio Marimón, asegura que el barrio se construyó en terrenos muy arcillosos y que eso explica el por qué el terreno cede con frecuencia y abundan las grietas en las paredes de las viviendas. Además, la casa del Alto Bosque es una construcción con muros de carga -la casa no tienen columnas- y sobre esos muros descansa un pesado plafón que hace las veces de techo. Esa “gracia” de las casas del antiguo Inscredial, imponía que cada cuatro años, el viejo Machado liquidara sus cesantías, para impermeabilizar el techo.

Qué ironía: en Colombia los trabajadores acostumbran a reclamar sus cesantías para pagar cualquier deuda, simulando que hacen mantenimientos a sus viviendas o que compran inmuebles o lotes. Esa excusa -parampampán- es de conocimiento público. En cambio, lo de Machado se constituyó en una obligación pues liquidaba sus cesantías para liberarse de esa agonía de la impermeabilización. Desde muy niño, recuerdo la ceremonia de la quema de la brea y ya de adolescente aparecieron las nuevas formas de proteger los techos de la humedad. Es por eso que cuando se habla de cesantías, siempre se me viene a la mente la casa del Alto Bosque, el olor de la quema de la brea y los meses de diciembre con la casa llena de obreros adelantando reparaciones.

La casa del Alto Bosque, con todo y sus circunstancias, era el territorio sagrado de papá. Era tanto su “don de mando” sobre ese inmueble que, hasta para la puesta de un clavo se requería su autorización. Me sorprendo riéndome en solitario, y hasta me encuentro en las terquedades de papá, con solo recordar sus discusiones con los vecinos que osaban parquear frente a su vivienda pues alegaba con ahínco -ante propios y extraños- que ese sitio de la calle era exclusivo para que sus hijos parquearan cuando venían a visitarle. Siempre se mantuvo vigilante y muy concentrado en hacer valer su territorio.

Y, el viejo murió en su casa del Alto Bosque. Murió en su mundo. Se nos fue una mañana del 15 de septiembre de 2023. El viejo era fuerte como un toro y murió buscando reposo para un corazón desgastado por los años y resistiendo a los calores de la tierra que escogió para criar a sus hijos. Seguramente a la llegada de la parca, lo encontró sin camisa, como le gustaba estar, y echándose fresco mientras disfrutaba en la tv un partido de los Yankees o una novela turca.

Paz en su tumba, don Félix.

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