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Más filosofía y menos hipocresía

Por: Orlando Díaz

No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.
-Krishnamurti-

Las cuentas alegres de nuestro Presidente fijaban el inicio del cronograma de vacunación para comienzos del 2021. Llegado febrero, la única vacuna que se está cocinando y que está casi lista, es la reforma tributaria (incluye IVA para más productos de la canasta familiar).

El prestigioso periódico The economist, hablando de cuentas, nos anuncia que la población adulta de países desarrollados estaría vacunada contra el virus a mediados del 2022 y países con presupuestos más bajos, como Colombia, el cronograma se extendería a principios de 2023.

En medio de los estragos del Covid-19, los muertos también se multiplican, y así lo ha ha dado a conocer, la oficina del alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos… En Colombia, desde el año 2016, se han asesinado más de 400 defensores de derechos humanos.

Y, a medida que aumentan escandalosamente los reportes de los muertos, la ansiedad y el temor aumenta. ¿Qué hacer entonces? Hace más de dos mil años, la escuela estoica nos daba unas pautas para enfrentar momentos difíciles, no desde las orillas facilistas de la sociedad de consumo (satisfacción rápida y light del deseo) o de la sociedad del cansancio (que nos lleva a trabajar más de 8 horas diarias, incluyendo sábados y domingos de una forma inclemente).

Un primer aspecto a tener en cuenta en plena situación de anormalidad, es la necesidad de asumir con objetividad que somos vulnerables, la muerte nos ronda, está presente y es inevitable.

En segundo lugar, podríamos también intentar ver las cosas como en un caleidoscopio, desde diferentes puntos de vistas y ordenando nuestros pensamientos. Por ello, ante la muerte de un ser querido, pensar, por ejemplo, con gratitud, el tiempo que disfrutamos de ese ser corpóreo e inclusive, evocarlo como un ser etéreo y cercano a nuestros sentimientos.

Seneca, conocido como “el joven”, de carácter práctico, nos enseñaba que “un mal futuro puede ser verosímil, no quiere decir que sea certero. ¡Cuánto lo esperado llegó! ¡Cuánto lo muy esperado no compareció nunca. Incluso, si un mal futuro debe necesariamente acontecer ¿Quién te obliga a sufrir su dolor ahora? Suficientemente vas a sufrir cuando llegue, mientras tanto preságiate mejorar la cosas”.

El estoicismo, fundado en el siglo III a.C. por Zeno, rico comerciante que perdió todo lo que tenía en un naufragio, tenía en Epitecto a un extraordinario seguidor y su buen discípulo así razonaba: “no eres lo que pretendes ser, así que reflexiona y decide: ¿esto es para ti? Si no es así, prepárate para decir: para mí eso no tiene importancia (intenta trabajar duro en lo que puedes controlar).

Y sigue diciendo Epitecto: “No esperar que el mundo sea como deseas, si no como es realmente, de esa manera tendrás una vida pacífica”. Esta visión, de alguna manera, es la aceptación de las cosas que están fuera de nuestro control y que ya sucedieron.

También nos dijo Epitecto: “Si voy a morir, moriré cuando llegue el momento. Como me parece que aún no es la hora, comeré porque tengo hambre”.

Pues bien, es un equívoco esperar que el mundo sea a semejanza de nuestros deseos y razón tenia Marco Aurelio, cuando nos advertía: “No dejes que el futuro te inquiete pues te encontrarás con él, de ser preciso, con la misma razón que ahora utilizas para luchar contra el presente”

En todo caso, resulta evidente que las personas que más han aprovechado el aislamiento social preventivo con ocasión de la pandemia, son esos seres que más han cultivado la espiritualidad pues se han reencontrado en la comodidad de la lectura y en la búsqueda de respuestas a partir de sus creencias.

Lo dijo Confucio: “cultiva el espíritu pues obstáculos no te faltarán”. Mientras tanto, seguiremos atentos a la llegada de las vacunas y a la espera de mejores días, anhelando que se nos informe que han cesado las masacres en las regiones más apartadas del país.