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A diferencia de las niñas de hoy, jugó con muñecas y juegos tradicionales hasta sus 15 años en medio de una infancia feliz con una madre súper protectora.
Por: Emilio Gutiérrez Yance
En una región marcada por la cruda realidad de la violencia en todas sus manifestaciones, la Subintendente Claudia Patricia Arteaga Ramírez, emerge como una figura indispensable en la lucha contra los delitos sexuales, consumo de sustancias alucinógenas, violencia intrafamiliar y reclutamiento forzado. Con 15 años de servicio en la Policía Nacional, su trayectoria está tejida con experiencias enriquecedoras y momentos desafiantes.
Procedente de Antioquia, Claudia Patricia, encontró su motivación en el departamento de Bolívar al enfrentarse a las consecuencias devastadoras de estos delitos en una población víctima de la guerra entre paramilitares, guerrilla y gobierno. Este impacto la impulsó a estudiar psicología, buscando ofrecer ayuda más profunda a aquellos que acuden en busca de auxilio.
Para la subintendente es dura la realidad que enfrenta la niñez y la adolescencia de la región. Un 95% de los abusadores están en el núcleo familiar, y la violencia sexual contra menores es un problema alarmante. «Es muy triste conocer esta realidad», expresó con firmeza, al tiempo que empuñando sus manos reiteró el compromiso de seguir trabajando en la prevención del delito.
Madre de dos niñas de 9 y 6 años, Claudia Patricia, revela que la maternidad intensifica su compromiso con la protección de los más vulnerables. «Pienso mucho en ellas cuando conozco casos de violencia sexual, y le pido a Dios que las cuide». Destacó la importancia del autocuidado y la concientización de empoderar a las jóvenes y protegerlas.
La subintendente subrayó la complejidad de cada caso y la necesidad de prevenir la escalada de estas situaciones. «Hay que hablar de la prevención del abuso sexual y decirles a los niños, niñas y adolescentes que sus cuerpos son sagrados y que en caso de ser abusados no deben ocultarlo», enfatizó.
Uno de los casos que más impactó a Claudia Patricia y que aún resuena en su mente y le parte el corazón en mil pedazos, fue el de una adolescente que dio a luz y escapó de su abusador. La confianza generada por la subintendente hacía la indefensa joven, permitió intervenir a tiempo.
La historia se desplegó cuando un desesperado padre de familia se presentó en su oficina, implorando auxilio para su hija recién convertida en madre. Sin embargo, la angustia inicial se desvaneció abruptamente cuando se descubrió que este mismo hombre, con gesto lastimero, era el oscuro autor de los abusos que asolaban a la joven de 15 años, a quien ostentaba la custodia.
El relato se tornó más cruel al conocer de primera mano la situación. El bebé, fruto de esta lamentable conexión, yacía en condiciones desesperantes, una realidad que llevó a Claudia Patricia a actuar con urgencia. Su empatía y la confianza que logró generar con la adolescente, permitieron destapar la brutalidad del padre, quien no sólo abusaba de ella, sino que también la sometía a toda clase de vejámenes y le negaba hasta la comida.
El estremecimiento que recorrió el cuerpo de la subintendente Claudia Patricia se tradujo en una acción inmediata: denunciar el caso ante el defensor de familia. Este acto desencadenó una serie de medidas protectoras que involucraron la intervención del ICBF y la asignación de una madre sustituta, una luz en medio de la oscuridad para la joven que, además, enfrentaba desafíos cognitivos que exacerbaban su ya crítica situación.
El hombre, desesperado por escapar de las consecuencias de sus actos, llegó al extremo de amenazar con el poder del Clan del Golfo. Pero la verdad, inquebrantable, emergió con la contundencia de una prueba de ADN que señalaba su paternidad. La investigación que siguió resultó en la cárcel como destino final para el perpetrador, marcando un hito en la incansable búsqueda de Claudia Patricia por la verdad y la protección de los más vulnerables.
Su infancia, marcada por la protección de su madre y los abuelos paternos, fue feliz, aunque tuvo que enfrentar la violencia de los grupos armados en la región. A pesar de los desafíos, ingresó a la Policía en 2009 y ya graduada llegó al corazón de los Montes de María en medio de la incertidumbre sin saber a lo que se enfrentaba, pero convencida que para servir hay poner alma, corazón y vida.
Desde muy pequeña Claudia Patricia, descubrió el anhelo de servir a la comunidad a través de la Policía. La semilla de su vocación se plantó en la infancia, cuando se sumergía con entusiasmo en las filas de la Policía Infantil. Sin embargo, sus aspiraciones se vieron eclipsadas por una época marcada por la violencia, donde las oportunidades para avanzar y hacer realidad sus sueños eran limitadas.
En medio de un entorno hostil, la presencia de mujeres policías se convertía en un motivo de admiración. Aunque las circunstancias no le permitieron avanzar tan rápidamente como hubiera deseado en su temprana aspiración, la semilla de servicio y valentía germinó en su interior.
Finalmente, en 2009, logró cruzar el umbral y hacer realidad su sueño al ingresar a la institución policial, donde su compromiso y dedicación florecieron en el servicio a la comunidad. La historia de Claudia Patricia se entreteje con la tenacidad de una niña que nunca renunció a sus sueños, incluso cuando las sombras de la violencia amenazaban con oscurecerlos.
El auge del «Plan Pistola» en El Carmen de Bolívar donde presta sus servicios, se convirtió en un capítulo angustiante, marcado por la pérdida de dos valiosos compañeros de la Policía. Meses de zozobra y temor a ataques pusieron a prueba la resiliencia del equipo, siempre encomendándose a la divina protección, sin abandonar su misión crucial de salvaguardar a las comunidades vulnerables.
La llegada del Covid-19 introdujo un nuevo capítulo de desafíos. La imposibilidad de visitar colegios, lugares claves para la labor preventiva, no detuvo a Claudia Patricia ni a su equipo. En cambio, implementaron la «Patrulla en Casa», tocando puertas con mensajes de prevención en medio de una situación que amenazaba la salud y seguridad de la región. En estos meses difíciles, la subintendente experimentó personalmente la fragilidad de la vida, sintiendo la proximidad de la muerte. Sin embargo, lejos de desistir, canalizó esa experiencia para fortalecer su compromiso con la protección y la prevención, aún en las circunstancias más adversas.
La subintendente también destacó su labor durante la pandemia por el Covid-19, con patrullas en casa para abordar la violencia intrafamiliar, un tema que aumentó con el confinamiento. Su mensaje para las mujeres es claro: «Empodérate y libérate de la violencia; no normalices el maltrato».
Claudia Patricia, junto con su esposo, también subintendente de la Policía, se enorgullece de la labor que desempeña. Las cifras de su patrulla hablan por sí mismas: 56 denuncias de delitos sexuales en 2024, evidenciando la efectividad de su incansable labor.
Delitos Sexuales:
Capturas: 2023: 13, 2024: 14
Denuncias: 2023: 38, 2024: 56
Violencia Intrafamiliar:
Capturas: 2023: 15, 2024: 15 (Sin cambios)
Denuncias: 2023: 84, 2024: 122 (Aumento del 45%)
Ha liderado 200 campañas de prevención relacionadas con la violencia de género, reclutamiento forzado, drogadicción y vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes en temas sexuales. También ha impulsado 10 campañas de impacto y sensibilizado a 1.250 personas en la prevención contra el reclutamiento.
La labor que desarrolla, sumada a su dedicación y valentía, la convierten en una mujer clave en la protección y empoderamiento de las comunidades vulnerables en su incansable lucha contra la violencia en la convulsionada zona de los Montes de María en Bolívar.
Claudia ha desafiado los estereotipos, demostrando que ser mujer, madre, esposa y policía no solo es posible, sino un acto de valentía. Ingresó al grupo de Protección Infancia y Adolescencia de la Policía de Bolívar, donde su enfoque apasionado la ha llevado a obtener reconocimientos significativos dentro y fuera de la Institución.