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Periodistas vs. informadores

Por Juan Carlos Guardela

En la era de la información, el periodismo desempeña un papel fundamental en la construcción de una sociedad informada y participativa. Sin embargo, nos encontramos con una preocupante realidad: el periodismo que depende de las directrices de las alcaldías y de las gobernaciones. Este fenómeno no solo amenaza la integridad del oficio, sino que genera una peligrosa brecha entre aquellos que aceptan regalos y aquellos que se esfuerzan por mantener su independencia editorial.

Es común observar cómo algunos medios de comunicación dependen de las pautas. Este matrimonio entre prensa y poder tiene consecuencias nefastas para la imparcialidad y la integridad del periodismo. Es una costumbre generalizada, pero no está bien que los periodistas (graduados o no) mendiguen, o que ocupen puestos en oficinas de prensa. Cuando un periodista ingresa a ellas, se convierte en un comunicador, es un divulgador más; es un perífono más.

Está bien que asuman estos cargos para garantizar su supervivencia, pero no deberían esgrimir el fuero de periodista, pues sin darse cuenta son, ni más ni menos, la ficha más endeble de una administración; una ficha que puede ser cambiada de la noche al día. Sé que a ellos les importa un pepino convertirse en portavoces de las agendas municipales, al contrario, buscan esos puestos y se inquietan cuando hay cambios de gobiernos.

Lo peor es que se autoproclaman en figuras de mayor importancia que sus colegas independientes. Esta percepción de superioridad desencadena tensiones innecesarias en el gremio. El menosprecio hacia aquellos que optan por la independencia editorial fragmenta la cohesión necesaria para mantener una prensa fuerte y vigilante.

El periodismo de calidad es esencial para el funcionamiento saludable de una democracia, y su integridad no debe comprometerse en aras de la conveniencia económica o la búsqueda de reconocimiento personal.

Es hora de que periodistas y ciudadanos exijan un periodismo libre, crítico y sin ataduras, ya que solo así podremos construir una sociedad informada y empoderada. No hay que olvidar que por mucho que se elogie una mentira, jamás será verdad.