Por: Óscar Borja
Perdonar a los enemigos es un mandato sagrado, presente en la oración modelo que el hijo de Dios dejó a la humanidad. El odio y la sed de venganza consumen a quien las padece.
Los hechos hablan más que las palabras; no es suficiente tener buena intención para lograr buenos resultados. Se requiere disciplina, autocontrol y perseverancia para ganarse el respeto y dar ejemplo.
La ciudad de Cartagena soportó en los últimos cuatro años una de las peores etapas de su historia moderna. El haber elegido a un individuo chabacano, sociópata y narcisista redujo a la ciudad más bella del Caribe Colombiano a un estado de abandono, miseria y ruina. No contento con el nefasto gobierno, William Dau sigue adelante con su campaña de odio contra aquellos que están trabajando para proporcionar un mínimo de calidad de vida a los habitantes de la ciudad.
Mencionar el nombre de William Dau es sinónimo de locura, chabacanería, irrespeto, odio, miseria y pobreza. En verdad, considero que para aquellos que verdaderamente queremos a Cartagena, debemos tener presente que quien le causó tanto daño a la ciudad debería ser declarado persona non grata.
