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Por: Emilio Gutiérrez Yance
Con una sonrisa de felicidad, niña con parálisis cerebral recibió a uniformados de Talaigua Nuevo, quienes le hicieron entrega de una silla de ruedas neurológica
Pese a los altibajos emocionales en los que se ha sentido en una montaña rusa, siente que su fe en Dios ha hecho que todo sea más llevadero, aprendió a cómo cuidarla, como atenderla, como cargarla, es una experta en el tema y conoce de primera mano cualquier movimiento o seña que su hija haga para pedirle o decirle algo.
Puede ser una frase trillada decir qué “los hijos son el motor de los padres”, pero ni las máquinas más grandes pueden andar solas si no es con un motor que las haga encenderse y andar. Y sí, los hijos además de ser el motor de una familia, son el motivo esencial para el desarrollo y crecimiento personal de un padre, que quiere hacer de sus hijos personas de bien.
Pero más allá de eso, la vida, las circunstancias, quizás el mismo Dios y hasta la misma naturaleza, se encargan de poner en cada familia a un ser especial, un ser que se convierte en el significado más puro de amor. Ese que llega a cambiarlo todo, a transformar, fortalecer y hacer los días de sus padres más intensos y al mismo tiempo, los más hermosos.
Es el caso de Cristina Domínguez Rivera, una mujer que conoció su talante y descubrió esa fuerza que caracteriza a una mujer el 29 de Julio de 2010, el año en que nació Lorena Patricia Castrillo Domínguez, su segunda hija. Ella, llegó a este mundo y de inmediato llenó mucho más de amor el corazón de sus padres y engrandeció su fe en Dios. Como dijimos, llegó a cambiarlo todo.
Lorena nació con parálisis cerebral espástica y síndrome convulsivos, una enfermedad que afecta al movimiento y al control de los músculos, lo que la ha mantenido en cama durante sus 13 añitos de vida. Muy a pesar que los médicos aseguraban que Lorena no viviría más de dos años.
“Dejé de creerle a los médicos que decían que mi hija iba a vivir hasta los dos años y mira, hoy mi hija tiene 13. Y sé que estará conmigo, con sus hermanos y su papá, por muchos años más, porque si Dios me la mandó así, así vivirá conmigo hasta que él mismo decida”, dice Cristina con tanto entusiasmo y tanta fe, que su hija se ha convertido en su ángel, en su mejor amiga, es su todo, mejor dicho, como dijo ella, “somos uña y mugre”.
Lorena es la segunda de cuatro hermanos, es la más risueña, la más cariñosa, la más amiguera y como toda niña, celosa con su mamá. Junto a su familia, viven en una casa propia en el corregimiento de Vesubio, en el municipio de Talaigua Nuevo y hasta allá, llegaron uniformados de la estación de Policía para entregarle una silla de ruedas neurológica, que facilitaría su movilidad y desplazamiento.