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“Ser Policía, una decisión acertada”

Por: Emilio Gutiérrez Yance

Su pasión siempre fue el estudio, su mejor decisión ser Policía y su gran anhelo convertirse en educador. En 1998 Luis Hemel López Ortega, fue catalogado como uno de los mejores profesores de la Escuela de Carabineros Eduardo Cuevas de Villavicencio.

En una fría población boyacense comenzó a forjarse su sueño profesional, nunca imaginó que llegaría tan lejos, después de varias opciones, hoy está seguro que tomó la mejor decisión de su vida; ser Policía.

A sus 18 años, llegó a la Escuela General Rafael Reyes de la Villa Republicana de Santa Rosa de Viterbo, en donde casi se frustra la intención de ser agente profesional por lo duro que resultó separarse de su familia, pero su fortaleza y espíritu de superación le permitieron convertirse en Sargento Mayor de la Policía Nacional.

Nació del vientre de doña Angelina Ortega en 1967 bajo un cielo gris y una tarde fría de Semana Santa en una finca ubicada en los alrededores del municipio de Sardinata. Creció en un caserío llamado El Carmen y con el correr de los años se convirtió en un ejemplo de superación en esa apartada zona de Norte de Santander. Se convirtió en un destacado estudiante y hoy un reconocido y condecorado docente en la Policía Nacional.

Cuenta emocionado que a los ocho años de edad, conoció los cubos de hielo, como el coronel Aureliano Buendía en aquella icónica novela del nobel Gabriel García Márquez, también vio por primera vez la luz eléctrica y la televisión en blanco y negro donde comenzó a seguir las hazañas del “Rey Pelé”.

Ese mismo asombro por aquellas cosas novedosas que descubría a medida que crecía, lo sintió también cuando sorpresivamente llegó a la pequeña población un circo con acróbatas, payasos, adivinos, comediantes y hasta el “enterrado vivo” que resucitaba luego de que le echaban mil puñados de tierra.

Su padre un hombre de campo que alternaba las labores agrícolas con el comercio de víveres y venta de carnes, noble de corazón, le enseñó el valor de la honestidad y la responsabilidad, su madre una mujer dedicada a las labores del hogar, le inculcó los principios de humildad y el respeto por Dios y por el prójimo. “El mejor legado para mí fueron los valores que me transmitieron”.

Cuenta que una de sus peores frustraciones fue no poder acompañar a sus padres en el momento de su muerte por razones laborales. Pero su recuerdo y enseñanzas perduran en su mente y en su corazón.

Ya en edad escolar, aquel niño motivado por el estudio, observaba a través de las ventanas de un colegio las clases que impartía con mucho entusiasmo la profesora Irma de Ascencio, fue ella misma quien le pidió a sus padres que lo enviaran a la Escuela porque había visto en él un deseo inmenso de aprender.

Ingresó como asistente y eran tantas las ganas de aprender que en menos de dos meses fue promovido al grado primero, fue entonces cuando su papá, Antonio López, decidió formalizar su ingreso al colegio e inició su proceso de formación con todas las de la ley. Con el paso de los años, Luis Hemel, se convirtió en un estudiante brillante destacándose en las letras y en las áreas de las ciencias sociales y humanas.

En el bachillerato que cursó en el Colegio Nuestra Señora de las Mercedes del municipio de Sardinata, su tierra natal, comenzó a mostrar la artillería de conocimientos que tenía en su mente y fue catalogado por sus maestros de literatura, Carmenza Mantilla, Gloria Suárez y Víctor Hugo Mogollón, como “un futuro hombre de letras”, no estaban lejos de la realidad. Con ese calificativo era la cabeza visible en los eventos literarios y para entonces ya redactaba para el periódico estudiantil con mucho éxito.

Con todos los honores y el orgullo de sus padres, terminó la secundaria en 1985, para esa fecha quería convertirse en “Subteniente de la Reserva”. Tenía como propósito regresar de la formación militar e iniciar sus estudios de licenciatura en la Universidad de Pamplona, donde se formaban la mayoría de institutores del departamento.

Sor Celeste del Espíritu Santo y Sor Ofelia, rectoras de aquel colegio religioso, le habían inculcado a él y todos sus compañeros de grado, el llamado a la vida clerical, pues estaba en una región extremadamente católica, ya le tocaba decidir entre ser educador o entregarse por completo a Dios desde un sacerdocio. Estaba indeciso, pues en su cabeza comenzó a rondar la idea de ingresar a la Policía Nacional, quería seguir los pasos de su hermano Fernando, quien se había formado en la Escuela de Suboficiales Gonzalo Jiménez de Quesada, en Sibaté, Cundinamarca. El impecable uniforme que con gallardía lucían los agentes que patrullaban las polvorientas calles de su pueblo, lo hizo desistir de ir al Ejército y tomó lo que para él fue la mejor decisión de su vida.

En enero de 1986, debía presentarse a las filas del servicio militar pero no lo hizo, desistió de esta idea y decidió aceptar las sugerencias de Fernando, su hermano, quien para la época se desempeñaba como Comandante de la Subestación de Policía La Reinera, en la entonces intendencia de Arauca.

Fue a comienzos de febrero cuando se enroló en las filas policiales, iniciando su formación en la Escuela General Rafael Reyes de la Villa Republicana de Santa Rosa de Viterbo. Pasaron los meses y el primero de septiembre se gradúo como agente para iniciar su periplo por diversas regiones del país, esta vez, en una especialidad denominada Policía de Vigilancia Portuaria, y fue Buenaventura su primer sitio de trabajo.

Por concurso de méritos fue escogido para hacer parte de la carrera de suboficial y durante seis meses estuvo en la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada, de donde egresó en diciembre de 1990, adscrito al curso 059 de promoción de agentes a cabo segundo, destinado a prestar sus servicios al Departamento de Policía Meta y Llanos Orientales. Muy joven fue Comandante de varias Estaciones y Subestaciones en municipios y corregimientos, así como Comandante de CAI en la capital del Meta. Su carrera ya iba en ascenso.
En esa tierra conoció a la mujer con la que compartiría felizmente su vida, con Fanny, una maestra oficial, contrajo matrimonio y de esa unión nacieron Harold y Fanny Brigeth, quienes como buenos hijos de tigre salieron con pinta de excelentes estudiantes, él es abogado de la Universidad Militar y se está especializando en la Universidad del Rosario y ella es Odontóloga y Ortodoncista egresada del Colegio Odontológico Colombiano.

Tras cuatro años y medio en aquella Unidad y tras sortear con éxito varias situaciones de orden público, donde resultó herido en dos oportunidades, fue trasladado a la Escuela de Carabineros Eduardo Cuevas de Villavicencio, donde encontró su vocación como maestro, desempeñándose desde Comandante de sección y Comandante de guardia, hasta llegar a ser jefe de asuntos jurídicos y disciplinarios, y por supuesto un reconocido docente.

Inició su formación académica y se gradúo como licenciado en Filosofía y Letras, su tesis la basó en “ética y filosofía policial como fundamentos de un sólido servicio a la comunidad”, siendo uno de los mejores calificados, su afán por el estudio no paró ahí, se hizo abogado y psicólogo, además de especialista y magíster en educación.

En el grado de sargento mayor, se desempeñó como Suboficial de Comando de la Policía Metropolitana de Villavicencio, en donde se destacó por su humanismo y excelentes relaciones con el personal de suboficiales, miembros del nivel ejecutivo, agentes y auxiliares de Policía, a quienes a diario daba consejos de cómo ser un buen Policía y un líder comunitario, recalcando la doctrina policial como eje central de la profesión.

Durante sus treinta años de servicio, ha sido condecorado infinidades de veces, ha recibido la Orden Estrella de la Policía, Orden Ciudad de Villavicencio “Categoría Oro”, Distintivo “Reservista de Honor”, Distintivo al Mérito Docente “Gabriel González”, Distintivo Escuela de Suboficiales “Gonzalo Jiménez de Quesada”, Distintivo Especial “Al Valor”, Distintivo de Buena Conducta “Novena Vez”, Medalla de Servicios “Clase 25 años” y Escudo de la Policía Nacional otorgado por la Policía Metropolitana de Villavicencio.

Por sugerencia de sus antiguos subalternos, el casino de suboficiales y mandos del nivel ejecutivo de la Policía Metropolitana de Villavicencio, lleva su nombre como reconocimiento a su labor ejemplarizante en aquella su última Unidad Policial.

A mediados de 2015, alcanzó el tiempo límite para lograr el porcentaje más alto para la asignación de retiro, se quitó aquel preciado uniforme y desde entonces está en las aulas con un estilo único que motiva a sus alumnos, los Policías, a ser mejores personas. A sus estudiantes los trata con firmeza pero con mucho humanismo, es un defensor de la labor policial y cuando ya no esté, quiere que lo recuerden como un incansable educador policial.

Luis Hemel, es amante del vallenato, canciones como “Soy Amigo” “El tiempo”, “Mi poema”, “Enamórate” y “Camino largo”, entre otras que considera como verdaderas joyas del folclor, le traen gratos recuerdos que le enamoran el alma y lo transportan a bellas épocas. Con ese sentimiento que le producen esos poemas hechos canciones, asegura que si volviera a nacer tomaría la misma decisión de ser Policía.

En 2017 ingresa como catedrático a su alma mater ESJIM, donde es nombrado como docente del programa profesional Licenciatura en Educación y Convivencia para el Desarrollo Humano (hoy Licenciatura en Educación Comunitaria).

Luego en 2018 y hasta la fecha, hace parte de la nómina de educadores que forman los mandos del nivel ejecutivo, en donde ha orientado con éxito asignaturas como habilidades comunicativas, técnicas de redacción, investigación social y psicología del desarrollo humano.

“Mi compromiso ahora no sólo es formar en el campo humanístico y social a los mandos del nivel ejecutivo, sino aportar desde mi conocimiento y experiencia policial, a la consolidación de la nueva malla curricular para que los cursos de ascenso en los diferentes grados hagan parte de programas universitarios que profesionalicen al mando medio policial en búsqueda de una convivencia y seguridad ciudadana con estándares de alta calidad. Pienso que un subintendente o mando en cualquier nivel, mientras más preparación académica ostente será un mejor funcionario. De igual forma, los patrulleros y demás hombres de la base policial, se sentirán motivados y respaldados cuando su comandante o líder, no sólo es un servidor público ético y responsable, sino que se ha formado en un pensamiento crítico y reflexivo, pero que además es proactivo en todos los procesos que desarrolla”.
Ahora sabe y está seguro que, “estamos frente a un proceso de transformación cultural integral, donde las escuelas de formación policial serán fundamentales para lograr ese cambio, para que podamos tener una Policía más próxima al ciudadano y más humanizadora”.

Ha logrado escribir libros de temas policiales, en especial, del conflicto armado interno, suma siete obras literarias, dos en conjunto con otros suboficiales y mandos del nivel ejecutivo, y cinco de su propia autoría.

Participó con éxito en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo 2022), en donde presentó los libros “Héroes colombianos en la Guerra de Corea” y “Era un miércoles de ceniza”, siendo objeto de buenos comentarios por parte de asistentes internacionales. También hace parte del colectivo Escritores Militares y Policiales “Héroes de la Nación”, quienes desde hace un tiempo están escribiendo las huellas del conflicto y otros temas liberales.

El Sargento Mayor, en retiro, Luis Hemel López Ortega, es un hombre agradecido con Dios y con sus padres que le permitieron una buena formación. Tiene la certeza y tranquilidad de que ellos descansan en paz porque en esta tierra dejaron buenos frutos.