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Tecnócratas y políticos

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Por: Germán Danilo Hernández.

El manejo de las entidades del Estado es complejo y especializado; sus procesos requieren de conocimientos y experticia, que muchas veces escapan al discurso político.

El poder público suele centrarse en enfoques conceptuales e ideológicos, en ocasiones distantes de la dinámica ejecutiva de gobierno, lo que hace que buenas intenciones políticas de campañas, choquen de frente con una realidad adversa a lo imaginado, cundo se convierten en opción de gobierno.

La misma organización del Estado contempla la vinculación de profesionales en diferentes disciplinas, que independientemente de sus afinidades ideológicas, se especializan en la funcionalidad de los diferentes poderes a nivel local, departamental o nacional. Son los llamados “tecnócratas”.

En el poder ejecutivo, brindan asesorías al gobernante o lideran procesos jurídicos, económicos, de infraestructura, salud, educación, deporte, comunicaciones, políticas públicas, entre otros. Muchos de estos personajes son anónimos, hacen parte de las nóminas oficiales como funcionarios de carrera, o rotan de una administración a otra mediante las figuras contractuales de libre nombramiento y remoción, o de las estigmatizadas ordenes de prestación de servicios (OPS).

Todo aspirante a ejercer poder político sabe que la mejor garantía de convertir sus propósitos e ideas en realidades tangibles, es haciéndose rodear de tecnócratas bien intencionados, independientemente de los colores distintivos de los gobiernos a quienes éstos han servido. Pero por diversas circunstancias, algunos tecnócratas locales han sido blanco de cuestionamientos públicos desde el propio poder, y por parte de líderes políticos, no propiamente por sus capacidades o deficiencias, sino por los tiempos en los que han servido al Estado, coincidiendo con determinado gobernante, lo que resulta injustificado y evidencia falta de sindéresis.

Efectivamente, tecnócratas no es sinónimo de pulcros. Algunos sirven a intereses propios, y otros orientan la mejor forma de ejercer lo peor de la política sin afrontar consecuencias, pero ello no puede dar lugar a generalizar de manera indiscriminada, o a medir las capacidades de todos en función de los jefes que tuvieron en el pasado, durante sus servicios al Estado.

Siendo la política “el arte de gobernar a los pueblos”, conviene tener claro que serán los políticos quienes sigan ejerciendo el poder, independientemente de su origen ideológico, que la “tecnocracia” o el gobierno de los tecnócratas en nuestro medio es una quimera, y que la mejor alternativa es elegir buenos políticos, para que estos gobiernen con buenos tecnócratas, valorados por sus experiencias y resultados, y no por las firmas que aparecen en sus previos contratos de trabajo.

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