Por: Freddy Machado
Después de tantas noticias, quejas y testimonios nefastos sobre conductas de acoso laboral al interior de la Rama Judicial, se me ocurre que si buscamos una imagen que nos permita dimensionar qué ocurre en los distintos sitios de trabajo (Fiscalías y Juzgados), esa fotografía corresponde al ambiente hostil que se vivía en el lejano oeste americano.
En estos tiempos también se hace vigente la filosofía elemental de “sálvese quien pueda”. Es la experiencia en tiempo real de la ley del más fuerte o del “si no puedes con este ritmo de trabajo, renuncia”. Es el reino del miedo. Los sindicatos de la justicia, de manera consecuente, hemos exigido a los gerentes tanto de la Fiscalía como del Consejo Superior de la Judicatura que fijen directrices para no seguir siendo indiferentes ante tanto abuso.
Es identificar la raíz de la problemática. No se trata de imponer metas sino que las metas sean concertadas.
Es más, consideramos que el compañero de trabajo que hace de espectador cuando se acosa a un servidor, termina siendo cómplice y en el futuro, otra eventual víctima sino reacciona en su momento contra las conductas de acoso.
En el fondo, la medición del trabajo a través de las estadísticas genera cierta competencia y el asunto se agrava cuando el empleador no amplía las plantas de personal ni contribuye con mejores equipos e infraestructura para un rendimiento óptimo en el ejercicio de la misión encomendada.
La Ley de Acoso Laboral -Ley 1010 de 2006- no ha sido un instrumento eficaz para la protección de las víctimas y estamos descuidando y desconociendo que la dignidad humana es fuente y pilar de nuestro Estado de Derecho.
Los comités de convivencia en vez de ser externos, objetivos y proactivos, se limitan es a invitar a conciliar sin entrar a analizar a fondo cuál es el contexto de la situación que ha dado lugar al conflicto.
Y desde luego, la falta de dientes de ese comité de convivencia, la aprovecha el agresor desde su posición dominante pues, una vez advierte que no existen sanciones reales, asume equivocadamente que actúa de manera legítima.
En el lejano oeste la comunidad se organizó a su manera y por garantizar el orden echaban mano al nombramiento de un “Sheriff”, que se encargaba de proteger la convivencia pacífica. Sin duda, ante tanta agresividad en las oficinas, se necesita crear una autoridad (no un policía) que frene tanto abuso por parte de algunos jefes o coordinadores.
La idea es garantizar la armonía laboral y evitar escenarios hostiles. Es imprescindible que las cargas de trabajo resulten razonables. En especial, se necesita neutralizar las prácticas de matoneo que afectan la salud mental de los servidores.
La razón de ser de esa “autoridad” estará en propender por la optimización del trabajo en equipo y para ello debe primar la solidaridad. Es una pena que el acoso laboral se asome y conviva en la administración de justicia.
¡Basta ya!