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Vocación heredada: amor por la Policía y sacrificio familiar

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Por: Emilio Gutiérrez Yance

La historia de Andrés Moreno Cortina comienza mucho antes de que tomara el uniforme de la Policía. Nacido el 18 de marzo de 1989 en el corazón de Bogotá, su destino estaba marcado por una familia con profunda tradición policial. Hijo de Marino Amílcar Moreno Arias, un destacado oficial que se retiró como mayor, y de Liliana Cortina Flores, psicóloga y empresaria, creció inmerso en la cultura del servicio a la comunidad.

La influencia de la Policía no solo llegó a través de su padre, sino también por la herencia familiar, profundamente marcada por el servicio. Su abuelo materno, Fernando José Cortina Turriago, inició su carrera como oficial de policía en 1959, graduado en el Curso 19 de oficiales. Fue un hombre destacado en diversas áreas, incluyendo la vigilancia urbana, y se distinguió por su participación en el campeonato Guantes de Oro de Bogotá, donde alcanzó el segundo lugar. A lo largo de su carrera, fue condecorado en múltiples ocasiones, y su nombre resonó como un ejemplo de entrega y dedicación a la Institución.

Por otro lado, el abuelo paterno, Faustino Moreno Pinzón, también dejó una huella indeleble en la Policía. Especializado en el área rural, fue uno de los primeros carabineros en su región. Su trabajo lo llevó más allá de las fronteras del país, siendo el primer suboficial en ser enviado como agregado de policía al exterior, específicamente a Caracas, Venezuela. Allí se destacó por su labor y fue reconocido por su eficiencia, al punto de ser autorizado para usar botones dorados y uniforme de gala, un honor poco común para la época. Ambos abuelos, con su entrega y logros, fueron verdaderos pioneros en la Policía, y su legado se convirtió en la base sobre la cual Andrés construiría su propio camino.

Desde pequeño, Andrés estuvo rodeado de historias de valentía, sacrificio y honor. Recuerda con cariño sus años en el Colegio San Luis de la Policía, donde comenzó a conocer la importancia del orden y la seguridad. «Desde niño, sentí esa conexión con la Policía», afirma, mientras su rostro refleja el orgullo de una vocación heredada.

La tradición familiar en el servicio a la Policía se extiende a varias generaciones. El padre de Andrés, Marino Amílcar Moreno Arias, fue un oficial destacado que ocupó varios cargos importantes. Fue jefe de la Policía Judicial en Antinarcóticos, maestro de equitación en Chile, comandante de puertos en la región Caribe, subcomandante en San Andrés, y edecán del alcalde mayor de Bogotá, Antanas Mockus. Recuerda con cariño aquellos momentos en que acompañaba a su padre a la alcaldía, una figura muy distinguida en su labor. Tras su retiro, Marino Amílcar continuó su carrera en el INPEC y luego como jefe nacional de Investigaciones del CTI, donde también dejó huella.

Su tío, Yamil Moreno Pinzón, fue otro referente dentro de la familia. Comandante de Operaciones Especiales (Copes) y graduado del Primer Curso Jungla de la Policía, pasó tiempo en Estados Unidos, donde se graduó en la escuela de los Green Berets de Los Rangers. Fue un tirador experto y realizó operaciones especiales durante muchos años. Su trabajo en los bloques de búsqueda lo hizo tan destacado que, incluso, se diseñó una pistola con su nombre. Yamil y su hermano Marino Amílcar fueron condecorados con más de 17 distinciones cada uno antes de retirarse.

Dentro de la familia también destaca la labor de su hermana, Jennifer Patricia Moreno, teniente coronel de la Policía. Jennifer ha sido una excelente oficial, especialmente en el área educativa, y se ha desempeñado como carabinero en varias escuelas, formando nuevos oficiales en la Escuela General Santander. Además, su primo Ricardo Moreno coordina programas en el área de erradicación de cultivos ilícitos, y otros dos primos, Sandra Moreno y su hermano, están por ascender a intendentes.

Este legado ha dado lugar a una tercera generación de policías, con un total de 13 miembros de la familia dedicados al servicio en diferentes facetas dentro de la Institución. Andrés siente un profundo orgullo por esta continuidad en la vocación, reconociendo que el verdadero motor para seguir adelante es el amor por su familia y su país.

Ingresó a la Escuela General Santander en 2007, fue parte de la compañía Holguín, curso 094, y se graduó como subteniente en 2009. Fue asignado al departamento de Santander y luego a la Metropolitana de Bucaramanga. Posteriormente, pasó al departamento de Policía Boyacá, donde fue el primer comandante de la estación de Tunja cuando esta se convirtió en metropolitana. Tras este paso, fue trasladado a la SIJIN, asignado al grupo de homicidios, investigaciones de derechos humanos y derechos contra la vida, antes de pasar al grupo de estupefacientes en Bogotá.

Luego continuó su carrera en el Departamento de Policía Cundinamarca, donde trabajó en Soacha, Flandes y Girardot, para finalmente ingresar a la Dirección de Bienestar Social. Más tarde, se trasladó a la Policía Metropolitana de Bogotá, donde se dedicó al área de Talento Humano tras terminar una especialización en seguridad y salud en el trabajo. Un curso de ascenso lo llevó al grado de mayor, momento en el cual fue asignado al GAULA de Medellín.

A lo largo de su carrera, ha sido testigo de tragedias que han dejado una marca en su vida. «Cuando era subteniente, un compañero llamado Mateo, recién graduado, fue asesinado en un procedimiento en Bucaramanga. Recuerdo que estaba descansando cuando me enteré de lo sucedido. Su muerte fue un impacto profundo», recuerda con tristeza. La necesidad de enfrentarse a la familia del fallecido y darle la noticia se convirtió en uno de los momentos más difíciles de su carrera. «La esposa y la madre de Mateo se quedaron sin palabras. Fue difícil porque, aunque uno les da consuelo, la realidad es que nada puede traer de vuelta a un ser querido», agrega, visiblemente conmovido.

Otro de los momentos más dolorosos fue la pérdida de compañeros durante protestas sociales. «Uno de ellos fue el Capitán Solano, quien falleció en Soacha, y otro, el Capitán Suárez, quien fue asesinado en la isla Gorgona tratando de salvar a su personal. En el proceso investigativo se estableció que alguien dentro de la institución había filtrado información, lo que permitió que la guerrilla lo atacara», cuenta, haciendo una reflexión sobre los sacrificios que los policías hacen, incluso cuando los riesgos van más allá de la acción directa con el enemigo.

Sin embargo, como todo hombre que dedica su vida al servicio, los sacrificios personales no tardaron en llegar. A lo largo de su carrera, ha ocupado importantes cargos y ha servido en diversas unidades de la Policía, trabajo que le exige estar lejos de su familia en momentos claves.

Aunque reconoce que, en ocasiones, no pudo estar presente en los eventos importantes de sus hijos, no pierde la esperanza de encontrar un equilibrio entre su amor por la familia y su vocación de servicio. «La familia es todo», dice con la voz entrecortada. A pesar de los sacrificios y las ausencias, ha contado con el apoyo incondicional de su esposa, quien ha sido fundamental en su viaje. “Ella ha dejado atrás trabajos y oportunidades para mantener unida a la familia, adaptándose con valentía a cada cambio, y la fortaleza de mis hijos, quienes han tenido que hacer sacrificios en muchas ocasiones al lado de mi esposa”.

En medio de los sacrificios, también enfrenta desafíos personales fuera del uniforme. A lo largo de su carrera, ha luchado con la frustración de no poder terminar su carrera en Administración de Empresas, pues le falta un semestre para culminarla. «Hace un año estaba a punto de terminar. Me faltan solo dos materias, pero la institución y los compromisos familiares no me lo han permitido», comparte con cierto pesar. No obstante, ve este pendiente como un reto para el año siguiente. «Es una frustración, pero es un reto que tengo que superar. Espero poder terminar mi carrera y luego continuar con otra especialización», asegura con determinación.

Más allá de los estudios, también ha tenido que enfrentarse a momentos difíciles en la confrontación directa con el enemigo. «Recuerdo una vez en Medellín, entrando al Barrio la Sierra, con fuerte influencia de grupos de delincuencia organizada. Fue un momento que me hizo pensar profundamente sobre lo que implica estar siempre en alerta», relata. Aunque la planificación y el entrenamiento lo han preparado para muchos de estos momentos, reconoce que hay situaciones en las que no hay tiempo para reaccionar. «A veces, el enfrentamiento llega sin previo aviso y es ahí donde uno debe estar preparado para reaccionar, a pesar de los riesgos”.

Se define como una persona que trata de tomar decisiones con calma, calculando los movimientos y buscando siempre resolver los problemas de la manera más eficiente posible. «El lema del GAULA, ‘vencer sin combatir’, me representa en muchos aspectos de mi vida. Para mí, la mejor victoria es la que no requiere un enfrentamiento. Siempre trato de anticiparme al problema y de manejar las situaciones de la mejor manera», explica, mientras enfatiza la importancia de la planificación y la lealtad dentro de la institución. «La lealtad es un principio fundamental. La institución está por encima de todo, porque las personas pasan, pero la Policía siempre permanece».

A lo largo de su carrera, se enfrentó a desafíos que fueron mucho más allá de portar un uniforme. «Recuerdo mi primer caso de secuestro. Fue muy desafiante y complejo, pero la satisfacción de devolver la libertad a una persona es indescriptible», relata. En cada rescate, en cada operativo, sentía la fuerza de una tradición familiar que le brindaba el valor necesario para seguir adelante.

Hoy, como jefe del GAULA del departamento de Bolívar, con 17 condecoraciones y 145 felicitaciones, sigue luchando contra el secuestro y la extorsión. Pero más allá de su trabajo en la institución, también pelea por el bienestar de su familia, consciente de que el mayor logro no es solo el trabajo bien hecho, sino el legado de amor y sacrificio que ha dejado en su hogar. Porque, al final del día, la Policía puede salvar vidas, pero es la familia la que da la verdadera fuerza para seguir luchando.

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