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¿Y si cambiamos de verdad?

Por: Germán Danilo Hernández

El inicio de un nuevo año trae consigo reflexiones y propósitos, soportados en los balances individuales que dejó el anterior. Se asume el fortalecimiento de los logros, la superación de  derrotas, la conquista de nuevas metas, y la voluntad de cambiar en lo que no fue bueno.

Pero a medida que nos vamos incorporando a la cotidianidad del nuevo calendario, algunos de esos propósitos, especialmente los relacionados con la voluntad de cambio, comienzan a diluirse y procedemos a transferir, de manera voluntaria o involuntaria, esas responsabilidades a otros. Es decir, asumimos que quienes deben cambiar son los demás.

Eso ocurre en todos los niveles de relacionamiento, desde los personales, en pareja, familiares, laborales, en círculos de estudios, religiosos, de afinidades, hasta económicos, políticos y sociales. Las elevadas dosis de egocentrismo, pretendida superioridad moral, hipocresía, envidia, intolerancia y dogmatismos, son factores que impiden moldear pensamientos y actitudes nocivas, a pesar de los auto cuestionamientos hechos en tiempos de reflexión.

En 2023 se sentirá una vez más la conjugación de nobles propósitos y de bajas pasiones en materia política; a nivel nacional, por ejemplo es muy probable que se profundicen las diferencias entre quienes promueven el cambio desde las instituciones y los que se resisten a que pueda haber opciones mejores a las del pasado; entre los gestores de la paz total y quienes la perciben como una insulsa quimera; aunque en cada bando existan intenciones no siempre manifiestas, por dar al otro un voto de confianza, que conlleve a la concertación.

Un año político, en el que para el caso de Cartagena y Bolívar,  habrá múltiples  opciones para elegir, casi todas rotuladas desde ya con propósitos de cambio, pero con evidentes negaciones a la búsqueda de consensos, que busquen anteponer los intereses del territorio y de su gente, a nombres o ideologías.

“Para cambiar el mundo debo comenzar por mí”, dicen los adalides de la superación personal. Si esas teorías se aplicaran a la dinámica política y social, habría que concluir que las voluntades de cambio a nivel individual, serán las que determinen las transformaciones. Llegar a ser mejor esposo y padre,  buen hijo,  amigo sincero, jefe justo y comprensible, subalterno responsable, profesional honesto, entre otras opciones, nos hará mejores ciudadanos. ¿Qué tal si cambiamos de verdad?