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Y yo asombroso…

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Por: Freddy Machado

“Un hombre que está más sucio que un rancho solo/
Se viene a limpiar las uñas con mi honradez”.

-Isabel Martínez-composición de Germán Serna

Muchos de los administradores de justicia empiezan a ejercer sus cargos en la provincia. Esa experiencia resulta muy impactante pues no solo se adquieren habilidades para resolver los casos desde lo jurídico sino también es una excelente oportunidad para comprender la necesidad de compenetrarse con la idiosincrasia de los usuarios.

Es una interelación maravillosa. Dicho de otra manera: es un ejercicio en el que se aprende y se crece profesionalmente desde la Colombia rural.

En la provincia, los usuarios del servicio judicial, en su mayoría, son hombres de campo, dueños de verdades elementales y con una suficiencia sobre lo básico.

En especial, y es el tema del presente artículo, los campesinos suelen fascinar a los citadinos con su lenguaje arcaico y por la manera como construyen sus oraciones, lo mismo que por su ingenio para reinventar los verbos.

En una oportunidad, estando como judicial desde los territorios, un hombre me consultó por su situación laboral y cuando pregunté lo obvio, es decir, que cuál era su oficio, me reveló que él era “fontanero”.

– Caramba! -Me dije. Ese término suele emplearse en los subtítulos de los doblajes de películas extranjeras.

Es decir, el ciudadano laboraba para el acueducto municipal pero a mi gusto, lo de “fontanero”, hacía lucir su misión como más elegante y sofisticada.Máxime cuando en Cartagena seguimos hablando de “plomero” siendo que en las instalaciones hidráulicas lo que abunda es el PVC.

Pues bien, una de las grandes enseñanzas sobre el asombro y las diferencias culturales, me la proporcionó un noble campesino de monteadentro. Todo porque consideré que los frutos que vendía eran muy económicos y debía proponerlo a los grandes supermercados. Este me respondió así:

– “Docto, lo que pasa es que yo estoy en lo oscuro y UD. está en lo claro”

Acto seguido, casi  rogándome, me dijo:

-“¡¡¡Ilumíneme docto, ilumíname!!!”.

Es claro que renuncié a la gestión solidaria porque existen autorizaciones, códigos e intermediarios que impiden que los grandes supermercados asistan a los campesinos y les compren sus productos. Malas prácticas propias del capitalismo salvaje…

Lo importante es que desde ese día, cada vez que confirmo que discuto con esos seres prepotentes que se consideran los dueños de la verdad absoluta, reacciono como me lo enseñó el célebre campesino y les hago saber: “lo qué pasa es que yo estoy en lo oscuro y UD. está en lo claro”

Y, pido excusa por la supuesta falta de nivel…

Eso no es todo. Es triste y desconsolador narrar esta anécdota pero le ocurrió a una víctima de una violación -una campesina- que denunció la manera como el delincuente le había asaltado sexualmente…

– “Dotor, el hombre me arrecostó a la pared, me alzó la falda y me metió la naturaleza…”

Es un ejemplo doloroso y que evidencia la perversidad y la falta de humanidad de los depredadores sexuales.

Otra mujer, bastante molesta e indignada ante la noticia de que se había despenalizado el estupro (acceso carnal, mediante engaño con mujeres entre catorce y dieciocho años), definió con sabiduría la actitud de su hija enamorada, así:

– “Yo malicié la cosa porque mi hija andaba con la pensadera, y la pensadera, y la pensadera…”

Lo más curioso es que los compañeros de trabajo cuando observaban a un judicial víctima de las ocurrencias de “cupido”, parodiando, le advertían de los riesgo de andar “pensando” tanto.

En los pueblos del caribe existe la creencia (cierta sabiduría ancestral) de que en los delitos sexuales debe incluirse una causal excluyente de responsabilidad, que podría llamarse… “eso fue gusto a gusto”. Por ello, el día en que le pregunté a un padre por la suerte de su hija que ya no lo acompañaba en su labor de vendedor ambulante, me expresó…

– “Doctor mi hija se destinó…”.

Lo interrogué por el significado de tal vocablo y me aclaró:

– “cogió “destino” con un muchacho de río arriba”

Y se asegura que las mujeres de provincia no terminan de hacerse “mujeres” cuando ya son pretendidas por hombres mayores y “añosos”.

Estas féminas. avergûenzan y desaniman a sus progenitores, y esas mismas hijas los excusan por no cumplir con las citaciones judiciales (las antiguas ratificaciones de denuncia)…

– “Doctor, mi papá no vino porque estaba “sucedido”.

La última anotación me la regaló un hombre de río abajo que trataba de explicarme el anormal comportamiento de su hijo que había sido vinculado a una investigación penal.

– “Cuando yo vi al muchacho, yo “asombroso”, porque el hijo mío no es así…”

Estas voces, briosas y  ariscas son las que recrean y refrescan nuestro lenguaje en estos tiempos de Internet, cajeros electrónicos, televisión por cable e inteligencia artificial.

Muchas deben ser las anécdotas y vivencias generadas con ocasión del interactuar con nuestros hombres de campo pero siempre nos impresiona ese esplendor verbal inagotable. Estamos en mora de intentar una antología de voces provincianas raizales e insuperables antes que la universalización de la tecnología nos integre e imponga la anunciada aldea global.

* Reedición de una columna de 2003, época en la que laboré como Fiscal en Magangué. Los tiempos han cambiado pero sigue vigente la propuesta.

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