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De la Constituyente al Referendo

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Por: Danilo Contreras

Debo confesar que la idea de una Constituyente propuesta por el presidente Petro hace un par de meses no me pareció apropiada por dos razones, cuando menos: Una de orden ético-político y otra práctica.

En cuanto al cuestionamiento ético-político, me pareció una salida en falso frente a compromisos de campaña que el candidato Petro celebró, con gran despliegue en medios de comunicación, con sectores de centro representados, entre otros, por el profesor Antanas Mockus, con quienes simbólicamente firmó en “piedra de mármol” que durante su mandato no convocaría a una Constituyente. Mi razonamiento podría ser juzgado como anacrónico en los tiempos que corren, pero soy de los que aún creen que en la vida y en la política hay que hacer todos los esfuerzos posibles por mantenerse firme en la palabra y las promesas de campaña, aunque eso pueda resultar complejo por momentos.

La divergencia de orden práctico estaba referida no solo a las dificultades que tal iniciativa representaba por cuenta de su tránsito por el Congreso para su aprobación, sino por el riesgo que significaba que por un giro caprichoso de las mayorías nacionales favorecido por los fenómenos de las fake news y la manipulación mediática, resultaran elegidos de manera predominante como constituyentes los representantes de los sectores más extremistas y retardatarios, o solo youtuber o tiktokers, que pondrían en peligro avances de la Constitución de 1991, como la tutela, por solo mencionar un ejemplo de lo que pretenden algunos dirigentes políticos; a lo que se suma que las experiencias de Asambleas Constituyentes en países vecinos, no son del todo alentadoras.

Confieso además que veía en el llamado a la Constituyente un dejo sectario que parecía abandonar todo esfuerzo por construir “un pacto histórico” con las fuerzas democráticas del país, que fue la promesa que se agitó en la campaña presidencial. Tanto es así, que lo viví en carne propia al intentar exponer estas opiniones en algún chat o tertulia política de viernes, cuando uno que otro amigo no vacilaron en sentenciar que los medios de comunicación me habían embrutecido y que mis simpatías ahora estaban del lado del ex presidente Uribe. En fin, gajes de la reflexión crítica.

Hoy, poco antes de escribir esta nota, escucho del presidente Petro, en una especie de reorientación, proponer al país un acuerdo nacional para que el pueblo diga si o no a las reformas que permanecen empantanadas en el Congreso; pero en esta ocasión, aún sin tener detalles de la iniciativa, debo decir que el referendo me suena más que la Constituyente. De la misma manera expongo un par de razones.

Lo primero es que la regla democrática de las mayorías, aún cuando estas correspondan a unos cuantos puntos porcentuales, le da legitimidad al primer mandatario para recurrir a los mecanismos legales y constitucionales vigentes para lograr el propósito de los cambios prometidos. Luego, ante la recia oposición de sectores del establecimiento económico y político que se expresa en el Congreso y en los medios de comunicación, que olvidaron su vocación periodística para asumir los trajines de verdaderos partidos en campaña, es absolutamente democrático que el pueblo mediante el voto ratifique o no su decisión de transformación nacional a través de las reformas que están en la palestra.

De otra parte, el referendo, a diferencia de la constituyente representa menor riesgo político, como aquel de “…invocar un etéreo poder constituyente para una asamblea por fuera de los procedimientos constitucionales”, pues “sería simplemente una ruptura antidemocrática”, como lo expuso el profesor Rodrigo Uprimny en una columna publicada en el portal Dejusticia bajo el título “A favor del cambio y en contra de la constituyente”.

A primera vista parecería que el referendo es un mecanismo democrático adecuado para dar salida a las tensiones que hasta ahora se han manifestado en concurridas movilizaciones callejeras, aún pacíficas, tanto de las fuerzas sociales que acompañan al gobierno, como de los sectores que apuestan por el statu quo. Con el referendo la movilización seria hacia las urnas y los resultados serían más concretos que la manipulación de señalar si en tal o cual marcha hubo más o menos gente.

Reformas al sistema de justicia que incluya la desaparición de la Procuraduría y la Contraloría, para que los procuradores se integren a la labor de resolver tanto proceso judicial en mora y la Contraloría pase a ser una corte de cuentas despolitizada; el restablecimiento y garantía de los derechos laborales arrebatados a los trabajadores y un sistema de jubilación justo que de veras pensione; o la salud como derecho antes que negocio; o la constitucionalización de la lucha contra el cambio climático, por la transición energética y la descarbonización de la economía, son asuntos que bien vale la pena que sean decididos ordenadamente por el pueblo, en democracia.

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