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A sangre fría…

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Por: Freddy Machado

“Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto”
-Proverbio Chino-

Qué hacían peleando dos personas a las afueras de los juzgados penales de Cartagena, no sabemos y mucho menos su motivación. Tampoco se sabe porqué un tercero interviene y desequilibra la contienda. Lo que sí sabemos es que la pelea quedó documentada y que los alrededores de los juzgados son más peligrosos de lo que suponíamos.

El video de esa batalla desigual, es muy revelador e impactante, y mucho más, una vez se tiene noticia de que uno de los protagonistas en la riña, perdió la vida con ocasión de las heridas recibidas.

Todos experimentamos, a medida que deambulamos por la existencia, que el odio es un sentimiento muy fuerte y que tiene la capacidad de enceguecernos. El odio se hizo presente en esa reyerta y mostró el estado de degradación de la humanidad. Morir protagonizando una riña absurda y frente a los juzgados penales, nos muestra los altos índices de intolerancia que se registran en una ciudad, donde las cifras de homicidio están disparadas.

Lo peor es la percepción de inseguridad y el abandono de las autoridades en sus tareas de vigilancia: ni un agente de policía en la sede de los juzgados penales de Cartagena para neutralizar una riña a plena luz del día.

Siempre nos han dicho que la traición es como una puñalada por la espalda y el video de los hombres peleando a las afueras de los juzgados de Cartagena, registra -e ilustra- a la perfección lo que es la alevosía.

Y decía William Shakespeare: “Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son más sangrientos”.

Esa imagen de la puñalada a traición se mantendrá por muchos días en nuestra memoria: es una mano certera, endemoniada y fugaz que arrastra un puñal que se clava en la ancha espalda de aquel oponente descuidado. Es una mano que aparece de no sé dónde, y que logra desequilibrar la contienda.

El hombre que “da esa mano”, no solo rompe el equilibrio del conflicto sino que ahora será un procesado más de los juzgados con un singular código único de investigación. Esa puñalada cobarde, en su momento, dejó en el piso y mal herido al oponente. Luego, el sujeto que recibe la ayuda, continúa en la acción de agresión sin importar que su rival ha quedado en el piso y desprotegido.

Sin prisa, y con muchos testigos, la pelea se disuelve con un hombre herido de muerte y al que la vida -como su sangre- empieza a escapársele. Son hombres criados en la calle y como es su deber ser guapos, imperturbable, se pasea herido tratando de minimizar su derrota.

Y los empleados de los juzgados nos ha quedado una tristeza infinita, las buenas intenciones de elevar una oración por el alma de la víctima y una reflexión: los juzgados están llenos de expedientes de homicidios pero pocas veces son hechos tan cercanos, tan bien documentados y tan dolorosos.

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