Por: Rafael Castillo, sacerdote.
La visita del papa Francisco con los nuevos cardenales a Benedicto XVI, nos permite volver sobre este pastor anciano que continúa a cruzar el umbral de la esperanza. Quienes visitaron al Papa emérito vieron en él al gran teólogo del Concilio Vaticano II y Pastor de la Iglesia Universal. El cardenal Mario Grech nos dijo: “El Papa emérito tiene una nueva limitación física y nos confesó: El Señor me quitó la palabra para hacerme apreciar el silencio”.
Permítame remontarme al 24 de diciembre del año 1969, cuando el profesor Josef Ratzinger, a través de la Radiodifusión de Hesse, en las conclusiones del ciclo de lecciones sobre eclesiología hizo un presagio conocido como ‘la profecía olvidada’. Profetizó lo que hoy acontece en algunas naciones de Europa: “La Iglesia se hará pequeña y deberá partir de los inicios. No estará más en grado de habitar los edificios que ha construido en tiempos de prosperidad. Con el disminuir de sus fieles, perderá también gran parte de los privilegios sociales”. Pero también anunció su resurgir: “Reiniciará de pequeños grupos, de movimientos y de una minoría que colocará la fe al centro de la experiencia. Será una Iglesia más espiritual, que no se arrogará un mandato político apuntado con la Izquierda o con la Derecha. Será pobre y se hará la Iglesia de los indigentes. Será un proceso largo, pero cuando todo el trabajo pase, emergerá un gran poder espiritual de una Iglesia simplificada. En aquel punto los hombres descubrirán que habitan un mundo de indescriptible soledad y habiendo perdido de vista a Dios, advertirán el horror de su pobreza. Entonces, y solo entonces, verán aquel pequeño rebaño de creyentes como algo totalmente nuevo: lo descubrirán como una esperanza para sí mismos, la respuesta que habían siempre buscado en secreto”.
Muchos años después, el 25 de octubre de 2016, en la Eucaristía celebrada en Santa Marta, el papa Francisco predicándonos sobre la Iglesia, levadura de Santidad, retoma el camino de la transformación silenciosa: “La levadura no se mantiene levadura, porque al final se estropea; se mezcla con la harina para ‘hacer’ algo. Luego añadirá: ¿Cuál es la actitud que el Señor pretende de nosotros, para que el reino de Dios crezca y sea pan para todos? Ser dóciles al Espíritu Santo”.
¿Qué hay detrás del sueño de Benedicto y de Francisco? Muy seguramente una Iglesia más libre para sembrar el Evangelio y más humilde para vivir, en medio de la gente, como fermento de una vida más fraterna. En el futuro viviremos siendo minoría en medio del secularismo y del pluralismo. El camino acertado son las pequeñas comunidades de Benedicto, capaces de producir el efecto levadura de Francisco. Gente muy sencilla que, atraída por el Evangelio, se reúne en torno a Jesús promoviendo la solidaridad y los anhelos de verdad y de justicia.
*Director del PDP Canal del Dique.