Por: Orlando Díaz, Abogado.
“Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven”. Oscar Wilde
Nos causa mucha alegría el saber que un colombiano, a quien le correspondió vivenciar dos guerras mundiales (que dejaron más de sesenta millones de personas muertas), que luego sobrevivió a la gripe española (donde solo en Estados Unidos murieron más de seiscientos setenta y cinco mil personas), haya logrado llegar salvo y sano a sus ciento cuatro (104) años.
El personaje de la historia, además, es un sobreviviente de esa violencia fratricida que azota nuestro país desde hace varias décadas, con decenas de guerras libradas entre delincuentes, grupos terroristas, crímenes de Estado, etc, que han dejado también miles de muertos.
Se trata del longevo Luis Chiquillo, quien en este momento está esperando los resultados de la evaluación de su tesis, para graduarse en un doctorado en ingeniería de la Universidad de Manchester, con una intrincada monografía sobre un tema de hidráulica. A este colombiano, nada le queda grande… a los dos años de haber obtenido su título, viajó en barco desde New York a Inglaterra por más de veinte días, cruzando el Atlántico en plena guerra mundial.
Con luchadores como don Luis, los que ya nos aproximamos la tercera edad, mantenemos la esperanza pues no todo está perdido, en un mundo cada día más desigual e inequitativo, donde se privilegia la economía, por encima de la salud y la vida misma.
Nos causa grima también el hecho de que muchas personas longevas son recluidas en asilos, a pesar de su resistencia. Muy válidas y oportunas las palabras del papa Francisco, cuando señala: “ningún anciano debe estar exiliado de vuestra familia, los ancianos son un tesoro para la sociedad”. En muchas ocasiones los mayores son vilipendiados, o tratados como ciudadanos de tercera categoría. Se impone la reflexión: cualquier cultura que ponga como principio la dignidad humana, debe tratar con respeto a las personas de la tercera edad, solo así, existiría también un buen futuro para los jóvenes.
Sin embargo, en la última década se observa pasmosamente la arremetida de ciertos políticos, de leyes y decretos que se están expidiendo con la misión de promover una clara vulneración de los derechos de los que ahora no estamos tan jóvenes, ataques que se vislumbra, cuando por ejemplo el ministro japonés de finanzas Taro Aso, dio cuenta con una sola frase cuál es el pensamiento de muchos líderes, en los relacionado con las personas mayores, con eso de “deben darse prisa y morir” para aliviar los gastos del Estado en su atención médica.
Debemos insistir en que la condición de veteranos nos proporciona un horizonte más amplio de nuestra realidad, la observación se torna más tranquila y serena, a pesar de las voces de algunos comunicadores y sus insulsas reseñas sobre qué se debe privilegiar a los más jóvenes.
Somos conscientes que con un buen plan resistiremos, ante estas nefandas posiciones, debiendo estar en el primer orden del día la oración, la meditación, e incluso, la practica del yoga; se debe dormir mínimo ocho horas, aprender con disciplina algo nuevo cada día, entrenar la memoria, sacar de la mente los pensamientos negativos; es indispensable realizar mínimo cuarenta minutos de ejercicio diario, el baile debe ser una de las mejores opciones -una opción muy especial-; igualmente se deberá incluir una dieta saludable y balanceada, no nos podemos olvidar la práctica de charlas frecuentes y amenas con nuestra familia y los amigos.
Que no se nos ocurra pensar, ni de charla, en negarnos a ponernos la vacuna contra el virus COVID pues es un privilegio de las naciones civilizadas responsables y en ese sentido, se deben atender las enseñanzas expuestas en la sentencia T- 252 de 2017, donde se resalta que los adultos mayores, son un grupo vulnerables, y por tanto, catalogados como sujetos de especial protección constitucional (…) esto puede obedecer a maltrato y abandono, a los que puede estar sometidos la población mayor, dada las condiciones física, económicas o sociológicas, que la diferencia de los otros tipos de colectivos o sujetos”
Por último, la calidad de vida debe ser inherente a esas personas que ahora llamamos “adultos mayores” y que tienen el don de ser fuente de sensatez, reposo, prudencia y de verdadera sabiduría.