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El águila descalza

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Por: Orlando Díaz Atehortúa

“La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero … ¡que importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo. Hay que sentirse dotado para realizar alguna cosa y que esa cosa hay que alcanzarla, cueste lo que cueste” Marie Curie.

Conocí a Carlos Mario Aguirre, en los años 80’s, en el claustro de la Universidad de Antioquia, mientras él laboraba como profesor de la Escuela de Artes Representativas, yo estudiaba derecho en la misma Alma Mater.
El “Medallo” de esa época, era mucho más seguro y los Barrios de tolerancia, eran dos: “Lovaina y Guayaquil”. La ciudad de la “eterna primavera”, tenía un aire fresco y sin los registros negativos de contaminación ambiental, que tanto afecta, hoy en día, el Valle de Aburrá. Los marihuaneros no abundaban y la cocaína era de consumo exclusivo de las clases altas.

En 1980, el “negro” Aguirre, con su cara de árabe, sus ojos desorbitados -de loco-, su nariz y mentón muy prominentes, creó sus personajes en el “Águila Descalza” (hace cuarenta y tres años). Este acontecimiento se produjo en el Barrio “Laureles” (Medellín), en un apartamento, con capacidad para siete personas. Luego, se integra Cristina Toro, en 1985, aportando ese tono femenino, a veces, de matrona, otras, de mujer regañona, unas más de cantaletosa, pero siempre sin perder su vena de poetisa, destacándose en esos diálogos, a veces controversiales, con su compañero de faenas. La pareja brilla con luz propia. Posteriormente se trasladan a otra sede, con una capacidad para unos veinticinco espectadores, hasta que llegan a ocupar el Teatro del “Águila Descalza”, ubicado en el Barrio “Prado”, cerca del centro de “Medallo”.

En este momento rememoramos obras llenas de humor y de mucha profundidad filosófica: “país paisa”, “Gringolandia”, “El sueño del paisa”, etc, etc. Es un hecho que desde muy joven, a Carlos Mario Aguirre, lo marcó al consejo que Polonio, le dio a su hijo Leartes, en la víspera de su viaje: “pero sobre todo sé sincero contigo mismo, y de eso derivará, como la noche sigue al día, que no podrás ser falso con los demás”. Esa sentencia más que un lema, es una declaración de principios.

La capacidad y el potencial creativo del “Negro” Aguirre, es sorprendente, su gran talento anda suelto, por encima de los fuertes vientos y mareas por las que el artista ha navegado. Hace poco (finales de abril) me deleité con su última obra “Luna de mier”. Su puesta en escena me hizo reír a carcajada batiente y destaco las importantes reflexiones filosóficas que nos compartieron (entre ellas la Sociedad Liquida- Bauman).

En realidad, lo que más me llamó la atención, es la forma como se desenvuelve “Aguirre”, a la manera de un “águila”, derrochando vitalidad y corriendo en forma rauda por el teatro. Tiene fuerza interior el “Negro” Aguirre, pues al momento de actuar, emana de él una luz, que lo realza, y a la que se suma su potente voz, signos de su histrionismo, destacándose por la flexibilidad de sus músculos. Aguirre, bien supera los setenta años y ejerce con suficiencia ese difícil arte de hacer reír y, al tiempo -es un plus-, nos pone a reflexionar.

En un mundo cada vez más frívolo, más baladí, el poder asistir a una obra teatral, en la que se nos permite participar, es un descanso refrescante para el alma. “Luna de mier”, la resumo en pocas palabras, Domingo y Hielena, no recuerdan el día en que se casaron y la eterna compañera no está segura si tuvieron o no luna de miel. Ella desea, en contra de toda argumentación de Domingo, realizar un viaje, cumpliendo con ese sueño femenino. Para no contarles toda la trama, debo decirles que en esta comedia, se entrecruzan muchos temas cotidianos, tales como la rutina, la soledad, la perdurabilidad del amor y sus sinsabores. A veces, muchas de estas circunstancias nos llevan a cuestionarnos sobre la terminación de una relación infeliz, por culpa de ilusiones truncadas y hasta frecuentes peleas. Sin embargo, estos desencuentros, en algunos momentos conllevan a ciertas reconciliaciones en la cama y todo hace parte del “teatro de lo absurdo”, algunos espectadores han vivido estas experiencias y las recrean en ese instante feliz.

No se trata de hacerle propaganda a la obra citada, como tampoco a la organización teatral del “Águila Descalza” qué tanto nos gusta. Es importante realizar un aplauso cerrado, y un reconocimiento a la labor abnegada del “negro” Aguirre, por su constancia y porque a pesar del paso de los años, se mantiene vigente y con mucha coherencia mental. Una vez estando en el escenario, El “Negro” Aguirre derrocha bríos, fortaleza física y una confianza en sí mismo desafiante.

El “Negro” Aguirre tiene una extraordinaria pasión por lo que hace (del latín passio- padecer- sufrir con una emoción o interés desmedido con sus obras teatrales). A esa visión Aguirre, se le debe sumar su excelente disciplina, su autocontrol y en especial, ese compromiso ineludible para dar lo mejor. Nuestro artista se entrega con plenitud, sin que exista la más mínima posibilidad de abandonar las metas trazadas y mucho menos preferir caminos fáciles. Y, si bien, esta nota, procura una afirmación pública de cariño y agradecimiento a Carlos Mario Aguirre, por ser un hombre en extremo perseverante; también, lo sabemos, en alguna oportunidad de su vida, debió escuchar un tema interpretado por Sinatra, en la década de los 60´s, deleitémonos: “Ahora bien, nada es imposible, he encontrado que cuando caigo de bruces puedo ponerme de pie, sacudirme el polvo y comenzar de nuevo (…) No pierdas la confianza en ti mismo si resbalas, se agradecido por todo lo que ocurre y ponte de pie, sacúdete el polvo y comienza de nuevo (…) Trabaja como un alma inspirada, hasta que llegue el día que ganes la batalla (…) Quizá te encuentres enfermo y cansado, pero tienes que comportarte como un hombre hijo mío (…) Recuerda los hombres famosos que han tenido que caer y levantarse de nuevo (…) Así que respira profundo, ponte de pie, y comienza una vez más”.

Nos deja entonces el testimonio de vida del “Negro” Aguirre, enseñanzas, como que debemos creer en nuestro potencial, con mucha pasión y constancia en lo que hacemos. Es la manera más eficaz para tomar decisiones de transcendencia en nuestras vidas. En ese ejercicio, es imprescindible “sacar el viejo gruñón que llevamos adentro” y entonces iremos como una sombra que busca la luz o el mar que regresa a la playa, pues su majestad la “voluntad-disciplina”, nos permite volar tan alto como lo hacen las águilas.

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