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Por: Germán Danilo Hernández
El pasado 30 de julio se cumplieron en Cartagena diferentes actividades que buscan visibilizar las acciones para contrarrestar la trata de personas, delito que crece escalonadamente en el mundo. Sin pretender cuestionar los esfuerzos que desde varias entidades públicas y privadas de la ciudad se realizan por proteger los derechos de las mujeres víctimas, hay un discurso interpretativo, que en mi opinión debería decantarse para hacer más efectivo el combate contra ese flagelo.
De manera deliberada o involuntaria, expertos y neófitos identifican por igual la trata y la prostitución, argumentando que buena parte de las mujeres que se dedican al mercado del sexo no lo hacen por voluntad propia, sino que son explotadas por terceros. Esa premisa ha conllevado a que un sector cuestione abiertamente el concepto de “trabajadoras sexuales”, admitido por la propia Corte Constitucional en Colombia, lo que les sirve como fundamento para enarbolar la consigna “No podemos normalizar que la explotación sea un trabajo”.
Así las cosas el desafío que emprenden es tan amplio y general, que sus metas van desde intervenir las causas socioeconómicas que hacen proclives a muchas personas a convertirse en víctimas de los “tratantes”, hasta eliminar la demanda para que no existan más compradores de sexo. Noble propósito, sin duda, pero ¿Qué tan efectivo o alcanzable sería que erradicar ese delito dependa de la eliminación de la pobreza, o de que desaparezca la demanda comercial de sexo?
La gran diferencia entre la trata y la prostitución radica en que la primera es un crimen, en el que unas personas son captadas por otras mediante engaños o a la fuerza, con fines de explotación sexual, mientras que en la segunda la persona decide voluntariamente ejercerla. En el caso de Cartagena, donde se mezclan esas dos modalidades de manera dramática, lo que corresponde es priorizar las acciones contundentes contra el delito, por encima de conceptualizaciones discursivas.
Uno de los primeros espacios de intervención efectiva por parte de las autoridades, debería ser el centro histórico, algunas de cuyas plazas y calles lucen en las noches como escandalosos prostíbulos bajo la luna, mientras que los proxenetas o tratantes hacen parte del “paisaje turístico”. Cuanta falta hacen acciones de inteligencia policial que logren identificar donde hay explotación y donde trabajo sexual, para poder liberar a las víctimas, castigar a sus verdugos, y regular el oficio de la prostitución conforme a la Ley.
Para contribuir al debate sobre este tema, pregunto públicamente a los 13 hombres y dos mujeres oficialmente inscritos como candidatos (as) a la alcaldía de Cartagena, ¿Bajo qué enfoques y con qué acciones” combatirán la trata de personas en la ciudad, en caso de ser elegidos?