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Amistad y política

Por: Germán Danilo Hernández

La amistad es uno de los sentimientos más nobles y fuertes que caracteriza al ser humano en su interacción social; Por su parte la política, definida como “ciencia del poder”, remite a la capacidad de una persona o  grupo de influir sobre la voluntad de los demás.

La relación entre individuos, cuando se entrecruzan estos dos conceptos, ha bordeado siempre las fronteras de gustos y disgustos. La conservación de la amistad, por encima de ideologías y controversias de poder debería ser esencial, si se tiene en cuenta que el fin último de la política es el bien común. No obstante, en los tiempos actuales esa interacción afronta una profunda crisis.

El fenómeno tiene características universales y su mayor degradación se evidencia cuando pueblos hermanos sucumben ante la violencia demencial, motivados en insuperables discrepancias políticas. No sé si existen estudios confiables que demuestren con cifras estadísticas  la incidencia de la política en la ruptura de amistades, pero de existir en Colombia, creo que  podrían superar de lejos los niveles de la inflación.

Históricamente nuestro país se ha trenzado en disputas intestinas y violencias fratricidas de origen político, pero a pesar de ello ha existido también coincidencia en el rechazo mayoritario  a esas prácticas, por parte de personas con diferentes tendencias ideológicas. La amistad  y el amor han superado  también las barreras de banderas políticas. No obstante en tiempos más recientes, mediados por el “estado de opinión”, potenciado por las redes sociales se libran confrontaciones en las que la verdad y la amistad son las primeras víctimas.

Los bombardeos con misiles políticos a la amistad recrudecieron en las épocas del uribismo y antiurbismo, por la incondicional defensa del caudillo por parte de algunos  y la intolerancia absoluta de otros a sus acciones. En ese contexto cada bando se atrincheró en sus posiciones del “sí” y el “no”, cuando se realizó el plebiscito por la paz. Las brechas sociales y entre amigos se resquebrajaron fuertemente, evidenciándose en parte en los estallidos de los grupos de WhatsApp.

Las circunstancias parecen repetirse ahora con el exacerbado petrismo y antipetrismo, que están rompiendo lazos familiares y de amistad, por el deseo de querer influenciar la voluntad del otro con sus respectivas visiones de verdad, y si no se logra, se considera  que  quien se resiste no es digno de seguir siendo amigo.

En esa misma dinámica incurren quienes desde el ejercicio del poder político transitorio atropellan  con arrogancia la amistad, y quienes atraídos por candidaturas a cargos de elección popular convierten a sus contrarios en enemigos.

Aunque pudiera sonar a frivolidad, soy de quienes piensan que por mucha pasión que genere la política, esta no debería generar desunión entre amigos, sino por el contrario incentivar la tolerancia y la armonía en las diferencias, como factor esencial de la democracia.